Cuando vi la lápida me temblaron las piernas y caí de
rodillas.
Quería llorar, pero no podía. Sería traicionar su memoria porque
ella había escogido su destino. Ahora tendría que hacer lo que le había
prometido en su lecho de muerte.
Hace un año intenté suicidarme y me lancé desde un séptimo
piso, mi cuerpo se estrelló contra el suelo rompiéndose los huesos y haciendo
estallar el bazo, el hígado y uno de los pulmones, pero yo no morí. Convertido
en una piltrafa humana me llevaron al hospital para transeúntes y desahuciados y
allí me abandonaron para que agonizara hasta la muerte.