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martes, 23 de abril de 2019

Sentimiento de Culpa (1ª PARTE de 2)

Había pasado un año del terrible accidente en el que Laura me dejó paralítico. Laura era una muchacha joven y guapa, pero también era la hija del hombre más rico de la ciudad. Su padre tenía un ejército de abogados a su disposición que lograron que ni siquiera llegara a juicio mi caso. Consiguieron convencer al juez de que Laura me atropelló por una imprudencia mía. E incluso pidieron una indemnización para reparar los bollos que había hecho mi cuerpo al chocar con el coche de Laura durante el accidente.
Pero Laura era diferente de su padre. Ella sabía que la culpa era suya y me contaba que no podía dormir por las noches a causa del remordimiento. Estaba al lado de mi cama cuando desperté del coma y fue la primera persona que vi, posteriormente pidió tratarme en persona, no quería que me cuidaran las enfermeras, quería ser ella misma la que me lavara o curara mis heridas. Los sanitarios me aconsejaron que no lo permitiera, pero yo la veía tan arrepentida que acepté su ayuda. Desde aquel momento estuvo 24 horas al día en mi habitación, pagando todos mis gastos y sentada en una silla al lado de mi cama.
No hubo un solo momento en que no demostrara que de verdad estaba arrepentida y que necesitaba mi perdón y todos los días al despertar la veía con los ojos rojos por no haber podido dormir y me decía “Por favor perdóname” Yo la miraba con desprecio y no respondía.
Cuando los médicos entregaron el parte definitivo y anunciaron que “nunca más volvería a caminar” Laura estaba ayudándome a comer una papilla. Yo me quedé destrozado, no sabía como reaccionar y no dije una palabra, pero Laura lloraba como una niña. Se abrazó a mi y me pidió que por favor la perdonara que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarme, no importa lo que fuera y aunque hacerlo le costara la vida. Yo la miré a la cara, y por primera vez en meses, sonreí porque sabía lo que se proponía.
Como si se tratara de un juego del destino, ese mismo día ingresó en el hospital el padre de Laura. El multimillonario hijodeputa, dueño del ejército de abogados, que había convertido mi vida en un infierno. Laura me dijo que su padre tenía un cáncer terminal y que en pocos días moriría. Pero que antes, la había puesto al cargo de toda su fortuna y que esa era una buena noticia para mí, porque ahora tenía dinero suficiente para pagar las técnicas más innovadoras y los mejores médicos del mundo. Me habló de exoesqueletos de titanio hipoalergénicos, de tratamiento con células madre en la columna vertebral y del cambio de cuerpo con una persona sana.
De nuevo sonreía porque sabía lo que se proponía y deseaba que sucediera. EL buen corazón de Laura me iba a dar una venganza justa y además me regalaría una vida maravillosa en la que podría volver a caminar, ser joven, bella y multimillonaria. Le dije que prefería la última opción, que necesitaba salir a la calle caminando con mis propias piernas o me suicidaría. Ella me respondió lo que esperaba, que haría cualquier cosa para pagar su error y me volvió a pedir que la perdonara.
Ese mismo día. Laura firmó un formulario en el que cedía su cuerpo para que fuera usado en trasplantes quirúrgicos, especificando su exigencia de que no se extrajeran los órganos vitales y que se usara para pacientes con fallas corporales y que necesitaran un trasplante de cuerpo completo. Me parecía perfecto, era lo que yo buscaba y estaba a punto de conseguir.
Al día siguiente, Laura usó la riqueza que le había cedido su padre para trasladar un equipo médico completo, desde Dusseldorf, especializado en intercambios corporales, hasta nuestro hospital. Luego se reunió conmigo, cerró la puerta y sacó del bolso un extraño bote de plástico blanco. Me contó que, para autorizar un cambio de cuerpo, el cerebro de la donante debe estar muerto y que el producto del bote permitía simular una muerte cerebral. Lo cargó en una gran jeringa y me pidió que se lo administrara. Se puso de espaldas a mi silla y yo se lo inyecté en la nuca. Vi como los ojos se le volvían blancos mientras me decía “Por favor, perdóname” Y esta vez le respondí “Te Perdono”. Me sonrió agradecida y se desplomó en el suelo entre grandes espasmos musculares. Hice sonar el timbre de alarma e inmediatamente llegaron los enfermeros que se la llevaron a recuperación.

4 comentarios:

  1. Buena cap!! La primicia es bastante interesante ¿hasta que extremo el sentimiento de culpa nos lleva a actuar? sin medir ni pensar en las consecuencias y repercusiones que estas decisiones nos pueden traer, me agradó como haces uso de ese elemento en una trama ideal.
    Buen trabajo ! Esperaré gustoso por la siguiente parte!

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    1. me encantan tus análisis casi tanto como tus caps.
      has entendido perfectamente lo que me proponía.
      Ahora solo me falta no defraudar en la continuación

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  2. Tu estilo de escritura me gusta mucho tienes un punto de vista poco común

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    Respuestas
    1. Gracias Oswaldo.
      Pero.

      Jajajaja

      Yo enía una amiga que también tenía un punto de vista poco común y ahora está encerrada en un sanatorio mental.
      Me temo que la encerraron porque se me parecía en la forma de pensar.

      UN SALUDO majete

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