Había pasado un año del terrible accidente en el que Laura
me dejó paralítico. Laura era una muchacha joven y guapa, pero también era la
hija del hombre más rico de la ciudad. Su padre tenía un ejército de abogados a
su disposición que lograron que ni siquiera llegara a juicio mi caso.
Consiguieron convencer al juez de que Laura me atropelló por una imprudencia
mía. E incluso pidieron una indemnización para reparar los bollos que había hecho
mi cuerpo al chocar con el coche de Laura durante el accidente.
Pero Laura era diferente de su padre. Ella sabía que la
culpa era suya y me contaba que no podía dormir por las noches a causa del
remordimiento. Estaba al lado de mi cama cuando desperté del coma y fue la
primera persona que vi, posteriormente pidió tratarme en persona, no quería que
me cuidaran las enfermeras, quería ser ella misma la que me lavara o curara mis
heridas. Los sanitarios me aconsejaron que no lo permitiera, pero yo la veía
tan arrepentida que acepté su ayuda. Desde aquel momento estuvo 24 horas al día
en mi habitación, pagando todos mis gastos y sentada en una silla al lado de mi
cama.
No hubo un solo momento en que no demostrara que de verdad
estaba arrepentida y que necesitaba mi perdón y todos los días al despertar la
veía con los ojos rojos por no haber podido dormir y me decía “Por favor perdóname”
Yo la miraba con desprecio y no respondía.
Cuando los médicos entregaron el parte definitivo y anunciaron
que “nunca más volvería a caminar” Laura estaba ayudándome a comer una papilla.
Yo me quedé destrozado, no sabía como reaccionar y no dije una palabra, pero
Laura lloraba como una niña. Se abrazó a mi y me pidió que por favor la
perdonara que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarme, no importa
lo que fuera y aunque hacerlo le costara la vida. Yo la miré a la cara, y por
primera vez en meses, sonreí porque sabía lo que se proponía.
Como si se tratara de un juego del destino, ese mismo día
ingresó en el hospital el padre de Laura. El multimillonario hijodeputa, dueño
del ejército de abogados, que había convertido mi vida en un infierno. Laura me
dijo que su padre tenía un cáncer terminal y que en pocos días moriría. Pero
que antes, la había puesto al cargo de toda su fortuna y que esa era una buena
noticia para mí, porque ahora tenía dinero suficiente para pagar las técnicas
más innovadoras y los mejores médicos del mundo. Me habló de exoesqueletos de
titanio hipoalergénicos, de tratamiento con células madre en la columna vertebral
y del cambio de cuerpo con una persona
sana.
De nuevo sonreía porque sabía lo que se proponía y deseaba
que sucediera. EL buen corazón de Laura me iba a dar una venganza justa y además
me regalaría una vida maravillosa en la que podría volver a caminar, ser joven,
bella y multimillonaria. Le dije que prefería la última opción, que necesitaba
salir a la calle caminando con mis propias piernas o me suicidaría. Ella me
respondió lo que esperaba, que haría cualquier cosa para pagar su error y me
volvió a pedir que la perdonara.
Ese mismo día. Laura firmó un formulario en el que cedía su
cuerpo para que fuera usado en trasplantes quirúrgicos, especificando su exigencia
de que no se extrajeran los órganos vitales y que se usara para pacientes con
fallas corporales y que necesitaran un trasplante de cuerpo completo. Me parecía
perfecto, era lo que yo buscaba y estaba a punto de conseguir.
Al día siguiente, Laura usó la riqueza que le había cedido
su padre para trasladar un equipo médico completo, desde Dusseldorf, especializado
en intercambios corporales, hasta nuestro hospital. Luego se reunió conmigo,
cerró la puerta y sacó del bolso un extraño bote de plástico blanco. Me contó que,
para autorizar un cambio de cuerpo, el cerebro de la donante debe estar muerto
y que el producto del bote permitía simular una muerte cerebral. Lo cargó en
una gran jeringa y me pidió que se lo administrara. Se puso de espaldas a mi
silla y yo se lo inyecté en la nuca. Vi como los ojos se le volvían blancos
mientras me decía “Por favor, perdóname” Y esta vez le respondí “Te Perdono”. Me sonrió agradecida y se
desplomó en el suelo entre grandes espasmos musculares. Hice sonar el timbre de
alarma e inmediatamente llegaron los enfermeros que se la llevaron a recuperación.
Buena cap!! La primicia es bastante interesante ¿hasta que extremo el sentimiento de culpa nos lleva a actuar? sin medir ni pensar en las consecuencias y repercusiones que estas decisiones nos pueden traer, me agradó como haces uso de ese elemento en una trama ideal.
ResponderEliminarBuen trabajo ! Esperaré gustoso por la siguiente parte!
me encantan tus análisis casi tanto como tus caps.
Eliminarhas entendido perfectamente lo que me proponía.
Ahora solo me falta no defraudar en la continuación
Tu estilo de escritura me gusta mucho tienes un punto de vista poco común
ResponderEliminarGracias Oswaldo.
EliminarPero.
Jajajaja
Yo enía una amiga que también tenía un punto de vista poco común y ahora está encerrada en un sanatorio mental.
Me temo que la encerraron porque se me parecía en la forma de pensar.
UN SALUDO majete