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sábado, 20 de abril de 2019

El Prisionero de la Torre (1ª Parte)

Yo era la esperanza del reino. No podían arriesgar mi vida hasta que llegara el día de mi sacrificio. De que sobreviviera hasta ese momento dependía el futuro de nuestra raza y de nuestra gente.
Por eso me encerraron en la base de la torre. Cuando cumplí 5 años se reunieron los grandes sabios del reino y decidieron que, por seguridad, debían aislarme del mundo exterior hasta que cumpliera mi vigésimo aniversario. Y ese día mi cuerpo sería sacrificado en el altar de los dioses da la sangre. Después convocaron al gran mago Negro y este purificó el sótano de la torre pintando un gran pentáculo en el suelo, fortificó las cerraduras y me encerró en la base de la torre hasta el día de mi sacrificio.

Sabía que mi cuerpo debía ser torturado y descuartizado el día de mi 20 cumpleaños por el bien de mi pueblo. Por eso me extrañaba que continuamente recibiera la visita del bibliotecario mayor y del señor de los números para enseñarme la sabiduría del mundo exterior. Cuando yo les preguntaba que había fuera de la torre me miraban con tristeza y me decían que el mundo estaba lleno de monstruos que querían destruirnos y que debía aprender a ser como ellos para que no me reconocieran. Y por ese motivo debía aprender sus ciencias y sus leyes y hasta que conociera todo sobre ellos tampoco podría salir.
Mi estancia en el sótano era una frustración continua porque se limitaba a estudiar algo que nunca podría contemplar, porque el mundo exterior está habitado por monstruos que me destrozarían en cuanto me descubrieran. Cuando no estudiaba me pasaba las horas enteras observando por mi pequeña ventana la escalera que llevaba a lo alto de la torre e imaginando planes de fugar.
El tiempo pasaba lentamente. Los días se convertían en semanas, las semanas en meses y los meses en años y toda esa espera tan sólo conducía a mi muerte. Estaba desesperada, ya había llegado la semana de mi sacrificio y aún no sabía como escapar de la torre.
No me quedaba más remedio que arriesgarlo todo y enfrentarme a los monstruos del mundo exterior. Cuando regreso el maestro de los números lo agarré por el cuello con mi mano izquierda y casi sin esfuerzo destrocé los huesos de su garganta. Lo vi caer al suelo boqueando y sangrando por la boca. Cogí su antorcha y comencé a subir los escalones que me llevarían al mundo exterior. La torre estaba húmeda por la lluvia y los escalones enverdecidos por el musgo. Mis pasos eran sonoros, pero nadie se atrevía a salir a detenerme. 
Esa soledad me aceleró el corazón. Los habitantes de la torre tenían tanto miedo al monstruo que no se atrevían a salir a detenerme por el temor a encontrárselo, debería ser una alimaña inhumana y feroz.
Finalmente llegué a la puerta de salida de la torre. Sólo me quedaba traspasarla y sería por fin libre, debería tener cuidado. No tenía otro remedio que escapar porque esa misma semana me iban a sacrificar. Fuera de la torre hacía un frío espantoso y llovía con fuerza.  Tan sólo mi antorcha me permitía observar mis pies al caminar. Entonces vi una luz que se acercaba. Era de una antorcha. Con miedo, yo también me acerqué y entonces, por primera vez, vi al monstruo.
Era un engendro espantoso, Con una piel semilíquida y verdosa que se movía como si fuera humo. Yo estaba horrorizado, pero me di cuenta de que él también tenía cara de miedo. ¿Podría ser que ese monstruo me tuviera miedo? Alargué el brazo para tocarlo y él hizo lo mismo. Con mis dedos toqué los suyos y noté un tacto helado que me caló hasta los huesos. Miré de nuevo a su cara y tenía la misma cara de sorpresa que yo.
En ese instante me di cuenta de que no podría sobrevivir en el mundo exterior luchando contra bestias como esas. Por tanto, decidí volver, mejor morir en la torre por el bien de mi pueblo que destrozado por esa criatura en el exterior.
Mientras bajaba los escalones de regreso al sótano una idea cruzó mi mente. Di la vuelta y subí de dos en dos los escalones y corrí al sitio donde había visto al monstruo. Me acerqué lentamente y pude ver como él también se me acercaba, me paré para observarlo más detalladamente y él también se paró. Entonces lo pateé y rompí el cristal. Era un maldito espejo. Yo era el monstruo que tanto me había aterrorizado. Yo era el ser inmundo que aterrorizaba a los habitantes de la torre. Yo era el bodyhopper y ahora sabía en qué consistía la ceremonia de desmembramiento de mi cuerpo y en el que yo nacería en el cuerpo de uno de los habitantes del exterior.
Bajé de nuevo la escalera con una sonrisa en mi cara. Para eso me habían preparado, para ser el rey de los bodyhoppers. La que destrozará a los humanos del exterior y que garantizará el futuro de mi raza.



2 comentarios:

  1. Buena historia como siempre Carmencita

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    Respuestas
    1. kary eres un encanto, por eso te quiero tanto.
      jajajaja

      me gusta hasta cuando mientes

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