Al lado de mi cama, sobre la mesilla de noche, tengo una
botellita de agua, un frasco de plástico con pastillas rosadas y un folio de
papel en el que yo misma he escrito: “2 pastillas al levantarme, 2 pastillas al
acostarme, o quizás no vuelva a dormirme”
Son mis “pastillas antibodyhopper” y hacía años que
funcionaban estupendamente. Habían conseguido que no me despertaba con lagunas
en la memoria o tumbada en un banco de la calle.
Pero hace una semana que todo cambió. Sentía como una fuerza
maligna controlaba mi voluntad. Por medio de unos impulsos extraños me obligaba
a hacer cosas que no eran propias de mi personalidad. Insultaba a mi familia,
me emborrachaba, quemaba mis cuadernos de estudio y borraba las páginas web en
las que colaboraba. Las pastillas habían conseguido que tuviera una vida
tranquila y rutinaria hasta que el jueves de la semana pasada desperté y noté
que una voluntad superior luchaba por controlar mi fuerza y mi cerebro y decidí
investigar lo que había pasado.
Estaba segura que me había vuelto a poseer el mismo
bodyhopper que había traumatizado mi infancia. El canalla había vuelto para
atormentarme.
Como me había comportado de forma autodestructiva desde que
era una niña mi padre había instalado cámaras de vigilancia nocturna en mi
habitación. Y tenía archivadas películas de todas las horas de sueño para
monitorizar si tomaba mis pastillas a las horas adecuadas. Así que decidí
repasar las grabaciones para ver lo que había ocurrido el jueves de la semana
pasada cuando todo cambió.
Todo parecía normal, pura rutina, me levantaba a las 5 de la
mañana, con los ojos aún cerrados recogía el bote de pastillas, lo abría, y lo
vaciaba sobre mi boca. Luego perdía un par de horas navegando por internet,
hasta que llegaba la hora de prepararme para ir a la Universidad. Y allí empecé
a notar que me comportaba de forma extraña. Normalmente desconectaba las
cámaras para ducharme, arreglarme y vestirme. Pero esta vez no lo hice, no me
duché, me vestí con ropas que nunca uso, me puse unos incomodísimos tacones y
me marché dando un portazo.
¿Qué había pasado? No lo entendía. Repasé de nuevo las
grabaciones. Buscaba una sombra, un reflejo en un espejo, un movimiento raro de
una cortina, algo que me avisara de la llegada del bodyhopper. Pero no encontré
nada.
Quizás las pastillas habían dejado de hacerme efecto. Recogí
el frasco y fui a ver al sanador que me las había recetado.
Me recibió con una gran sonrisa, se le veía contento de
saludarme. Y me dijo que entrara a su despacho. Así lo hice, Él se sentó en un
gran sillón giratorio forrado en negro y me dijo que me sentara en el sofá. Hizo
las preguntas habituales: ¿Cómo estaba? ¿Cómo me había sentido desde la última
visita?
Le conté la terrible semana que había pasado y le pedí que
me recetara otras pastillas o el bodyhopper volvería a robar mi cuerpo y tal me
hiciera daño o, peor aún, lastimara a la gente que me quiere.
Le entregué el bote y él analizó la etiqueta, consultó en
sus notas y me dijo: “Este bote está vacío, las pastillas se acabaron hace 8
días, el pasado jueves cuando te lo llevaste a la boca ya no tenía nada”
La verdad es que sentí un gran alivio. Las pastillas seguían
funcionando para frenar al bodyhopper. Y me bastaría con volver a tomarlas para
controlar de nuevo mi vida.
Le pedí que me diera otro frasco de pastillas antibodyhopper.
Me miró compasivamente y me respondió: “No te lo voy a dar”
El bodyhopper que está destruyendo tu vida vive en tu cerebro, por eso no
puedes verlo, y por ese mismo motivo tampoco puedes expulsarlo.
Esas pastillas no son mágicas no expulsan entidades
sobrenaturales. Son un medicamento que toman millones de personas en todo el
Mundo. Yo no soy un médico espiritual, yo soy tu psiquiatra. Y tú no estás
poseída, tú estás enferma y yo prometo que te voy a curar si sigues tomado
estas pastillas” Me dijo, mientras me acercaba una lupa para que leyera las
diminutas letras que había escritas en la etiqueta del frasco.
Con dificultad leí: “Haldol, medicamento antisicótico, usar
únicamente bajo prescripción médica y no cesar el tratamiento prescrito o
podrían volverse a producir los brotes siquiátricos”
Ahora entendía en qué consistía mi lucha contra el
bodyhopper.
Saqué dos pastillas del bote y me las tragué.
Desde entonces estoy mucho mejor, duermo más y ahora vuelvo
a abrir mi blog, y no lo voy a cerrar hasta que el bodyhopper me vuelva a
atacar.
Siento mucho lo que ha pasado.
ResponderEliminarHoy he vuelto a tomarme las pastillas y me encuentro mucho mejor. Lo suficiente para volver a activar el blog y seguir con mi actividad.
SIENTO MUCHO LO QUE HA PASADO
Que bueno que decidiste volver
ResponderEliminarSi Daniel, para mi es estupendo.
EliminarNo sólo porque puedo entretenerme escribiendo aquí, también porque significa que estoy mejor de salud.
Quiero agradecerte el apoyo en un post que borré y que no quiero recordar.
SALUDOS
Súper me encanta lo que escribes
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