He perdido la noción del tiempo, no sé si es de día o de
noche, tampoco conozco el mes en el que vivo o la década en la que subsisto.
Pero al menos han pasado 30 años desde que me encerré en el bunker para
librarme de la pandemia. La impresora de alimentos tiene reservas indefinidas,
la purificadora del aire funciona con normalidad y la pila atómica aún está
como nueva. Podría aguantar hasta el final de mis días en este encierro.