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Es maravilloso sentir como vibra el violín entre mis manos. Esa vibración era lo que había causado que cambiara de cuerpo con Carmen Sanz. Ella era una intérprete muy sensible y su cuerpo parecía el de una diosa cuando se estremecía acariciando el violín mientras tocaba música.
Ahora lo siento yo, y noto como la música fluye por mis venas. Es una maravillosa sensación comprobar cómo se coordinan mis dedos con el ritmo y como voy invocando la música que surge del violín y la escucho con mis oídos. Bueno, con los oídos de Carmen.