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viernes, 5 de enero de 2024

El Árbol de la Familia (Historia en 2 capas)

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Me he pasado horas observando esta foto. Me he pasado horas deseando que no fuera lo que parecía.

En Noruega los novios plantan un árbol cuando se prometen en matrimonio. Después de la boda se reúnen junto al árbol y allí ruegan a los espíritus del bosque que conviertan al árbol en el guardián de la familia, que les de su firmeza, que crezca tan alto y fuerte como su felicidad y que cobije los espíritus de la familia cuando mueran.

Y el de la foto era el árbol de mi familia. Que creció grande y fuerte.

Cuando nació mi hermana tallaron en runas su nombre en la corteza. Y el árbol seguía creciendo y haciéndose más fuerte.

Cuando nací yo volvieron a tallar mi nombre en su corteza. Y el árbol lo agradeció con hojas verdes nuevas.

Mi madre anotó en su tronco el día que comencé a nadar, o la fecha en la que comencé el colegio. Y yo me hice un corte en la mano para regar las raíces del árbol con mi sangre.

Y el árbol lo agradeció creciendo más fuerte y sano que nunca hasta ser el más grande y hermoso del bosque.

Hasta que los negocios de la familia comenzaron a ir mal. No había un solo día sin disgustos.  Mi padre cerró la empresa de sus padres y el día que hipotecó la casa familiar se sentó frente al árbol rogándole que nos protegiera y que hiciera todo lo posible para que la familia estuviera bien y nunca nos faltara de nada. A cambio estaba dispuesto a cualquier sacrificio, incluido sacrificar su vida.

Aquella fatídica tarde de verano, se despidió de Lucia y de mí. Dio un gran beso a mi mamá y se marchó al bosque.

Durante días no supimos nada de él, hasta que encontramos su cadáver tumbado bajo las ramas del árbol de la familia.  Se había cortado las venas, pero no había ni rastro de sangre, parecía que las raíces del árbol se habían bebido su sangre y su espíritu. Y mi madre grabó la cruz de los difuntos justo en el lugar donde mi padre se había sacrificado mi papá.

Y el árbol dejó de crecer y lentamente empezó a secarse.

Y mi familia entró en crisis. Sin la presencia de mi padre todo iba a peor. No pudimos pagar las deudas y el banco ejecutó la hipoteca. Mi hermana enfermó, pero tampoco podíamos pagar los tratamientos. Mi madre comenzó a trabajar limpiando escaleras hasta que la artrosis hizo que se le deformaran las rodillas y no pudiera caminar. Mientras tanto el árbol había perdiendo las hojas y se dobló como si fuera a derrumbarse en cualquier momento. Pareciera que la sangre de mi padre lo hubiera matado maldiciendo a mi familia.

Esa tarde, mi madre me cogió la mano y me dijo que tan sólo yo había hecho otro sacrificio de sangre con el árbol y que sólo yo sabía lo que debía hacerse para salvar a la familia.

Y aquí terminan mis recuerdos y es el momento en que comienzan mis temores.

No recordaba lo que había sucedido. Pero sabía lo que debía hacer.

Entre las fotos viejas de mi juventud busqué la foto que me hizo mi madre junto al árbol familiar ese mismo día.

Estaba desenfocada y con poca definición.

Temía hacerlo, eso podía mostrar que eran ciertos mis temores y demostrar como destruí mi familia para siempre.

Usando Inteligencia Artificial, coloreé la imagen. Después aumenté el enfoque y disminuí la saturación.

Los resultados eran malos. La imagen aparecía antinatural, con tonos sobreexpuestos y detalles borrosos.

Pero encontré lo que buscaba. Allí estaba la cruz que mi madre grabó en el tronco del árbol.

Un sudor frío recorrió mi cuerpo porque podía recordar lo que había sucedido.

En ese sitio, en esa cruz grabada en la piel del árbol, allí fue donde Carmen acercó su pequeña boquita y la besó mientras se mordía la lengua para llenarla con la sangre de su boca. Sabía lo que hacía porque entregó su espíritu y su vida para que su padre pudiera vivir de nuevo.

El árbol de la Familia aceptó el sacrificio y devolvió a la vida el alma de su padre que habitaba entre sus hojas. El espíritu de su padre salió del árbol y entró por la boca de su hija pegada a la cruz tallada en el árbol para ocupar su cuerpo y su vida.

Ese era mi temor.

Yo no soy Carmen. Yo soy su padre que se cortó las venas junto al árbol y que había poseído el cuerpo de su hija, justo en el momento en que ella se sacrificó besando la cruz por el bien de la familia.

Desde ese sacrificio los negocios volvieron a ir bien.

A los amigos les maravillaba que una niña como yo pudiera saber tanto de negocios y lo bien que administraba los negocios de la familia.

Desde entonces, cada vez que me acerco al árbol oigo a sus ramos silbar con el viento: “Papá devuélveme mi cuerpo. Papá devuélveme mi vida”

Es algo terrible y doloroso, por eso he decidido cortarlo.                                                                                                                                                                         Mañana van a talar el árbol familiar y, por fin, podré pasear por el bosque sin escuchar las voces del pasado.

 

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