Me costó mucho trabajo llegar a la casa de mi amiga la vieja bruja.
No podía faltar a la cita, padecía un cáncer terminal y quizás mañana estuviera muerta.
Las carreteras estaban cortadas por la fuerte nevada y los últimos kilómetros los tuve que hacer andando. Ella me había llamado y me abrió la puerta.
Me senté a la mesa, me preparó un caldo caliente y mirando por la ventana me dijo:
“La nieve limpia y sana la tierra, mata las hierbas enfermas y hace crecer hierba fresca y nueva. Así se renueva la vida”
Luego señaló con el dedo a un pequeño rincón donde la nevada era mas intensa. “Allí estaba el rosal mas bello de mi jardín, con las flores mas rojas y delicadas que nunca vieras. La nieve lo ha matado y la nieve debe recompensarme de esa pérdida.”
“Quiero que me entierres en ese rincón”
No pude evitar un gesto de asombro, que no pareció importar a la bruja que continuó diciendo: “Y quiero que lo hagas esta misma tarde, porque mañana estaré muerta. La nieve debe destruir mi viejo cuerpo para recompensarnos”
Y lo hice. Me prometió un premio por mis esfuerzos. Y lo hice prensando en su testamento. Siempre había dicho que me amaba. Que era la única persona que le importaba y que todo lo que tenía sería para mí. Por eso agarré una pela y la enterré en la nieve limpia que no paraba de caer.
Debo confesar que a pesar de haber quitado una vida esa noche dormí bien y tranquilo.
Al despertar comprobé que el tiempo había cambiado. El Sol brillaba con fuerza y había derretido la nieve.
Salí al jardín y fui al rincón donde había enterrado a la vieja. No estaba allí, pero había una joven preciosa de pelo castaño y ojos azules que me dijo: “buscas entre los muertos a quien ya no está muerta”
Era cierto, miré alrededor y no pude ver el cadáver de la vieja.
Le pregunté si ella se lo había llevado y me dijo que no se lo había llevado porque siempre iría con su cuerpo y alma.
Sospechaba la verdad, así que le pregunté: “¿Tú eres la bruja Carmen Sanz?”
Sonrió con cariño. Movió su cabeza afirmativamente. E incluso diría que vi amor en sus ojos.
“Sí Y te lo voy a demostrar”
Sujetó primorosamente mi cabeza, acercó sus labios y me besó en la boca.
Noté como su lengua jugaba con la mía, como sus dientes jugaban con los míos y como su saliva sabía igual que las rosas rojas de su jardín.
“Sí eres tú, no cabe duda, eres Carmen la del jardín de rosas cubierto por la nieve”
Y la besé de nuevo.
Corta pero buena y como siempre escribes de maravilla
ResponderEliminarGracias Oswaldo.
EliminarLlevaba tiempo publicar y resulta que cuanto menos publicas mas trabajo te cuesta escribir. Espero tardar menos para la siguiente capa