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domingo, 31 de marzo de 2024

El Jardín de la Bruja

 

 

Me costó mucho trabajo llegar a la casa de mi amiga la vieja bruja.

No podía faltar a la cita, padecía un cáncer terminal y quizás mañana estuviera muerta.

Las carreteras estaban cortadas por la fuerte nevada y los últimos kilómetros los tuve que hacer andando.  Ella me había llamado y me abrió la puerta.

Me senté a la mesa, me preparó un caldo caliente y mirando por la ventana me dijo:

 “La nieve limpia y sana la tierra, mata las hierbas enfermas y hace crecer hierba fresca y nueva. Así se renueva la vida”

Luego señaló con el dedo a un pequeño rincón donde la nevada era mas intensa.  “Allí estaba el rosal mas bello de mi jardín, con las flores mas rojas y delicadas que nunca vieras. La nieve lo ha matado y la nieve debe recompensarme de esa pérdida.”

“Quiero que me entierres en ese rincón”

No pude evitar un gesto de asombro, que no pareció importar a la bruja que continuó diciendo: “Y quiero que lo hagas esta misma tarde, porque mañana estaré muerta. La nieve debe destruir mi viejo cuerpo para recompensarnos”

Y lo hice. Me prometió un premio por mis esfuerzos. Y lo hice prensando en su testamento. Siempre había dicho que me amaba. Que era la única persona que le importaba y que todo lo que tenía sería para mí.  Por eso agarré una pela y la enterré en la nieve limpia que no paraba de caer.

Debo confesar que a pesar de haber quitado una vida esa noche dormí bien y tranquilo.

Al despertar comprobé que el tiempo había cambiado. El Sol brillaba con fuerza y había derretido la nieve.

Salí al jardín y fui al rincón donde había enterrado a la vieja. No estaba allí, pero había una joven preciosa de pelo castaño y ojos azules que me dijo: “buscas entre los muertos a quien ya no está muerta”

Era cierto, miré alrededor y no pude ver el cadáver de la vieja.

Le pregunté si ella se lo había llevado y me dijo que no se lo había llevado porque siempre iría con su cuerpo y alma.

Sospechaba la verdad, así que le pregunté: “¿Tú eres la bruja Carmen Sanz?”

Sonrió con cariño. Movió su cabeza afirmativamente. E incluso diría que vi amor en sus ojos.

“Sí Y te lo voy a demostrar”

Sujetó primorosamente mi cabeza, acercó sus labios y me besó en la boca.

Noté como su lengua jugaba con la mía, como sus dientes jugaban con los míos y como su saliva sabía igual que las rosas rojas de su jardín.

“Sí eres tú, no cabe duda, eres Carmen la del jardín de rosas cubierto por la nieve”

Y la besé de nuevo.

 

 

2 comentarios:

  1. Corta pero buena y como siempre escribes de maravilla

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    Respuestas
    1. Gracias Oswaldo.
      Llevaba tiempo publicar y resulta que cuanto menos publicas mas trabajo te cuesta escribir. Espero tardar menos para la siguiente capa

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