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domingo, 27 de agosto de 2023

La Búsqueda (historia en 10 capas)

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Apenas había cumplido mi primer año de vida cuando mi familia se mudó de residencia. Cambiamos la gigantesca mansión en la sierra de mi abuelo y nos mudamos a un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. No necesitábamos el dinero y por eso no se vendió la finca. Simplemente la abandonamos como si estuviera maldita. Parecía ilógico que en el momento en que la familia era más numerosa dejáramos una casa grande por una pequeñita.

Pero había algo más extraño que tardé en comprender. Cuando abandonamos la mansión mi padre aseguró la puerta con 7 candados y clausuró la gigantesca biblioteca de mi abuelo. Parecía que quisiera olvidarse de que existía y deseara que los libros se pudrieran sin que nadie llegara a leerlos.

Muchos años después, cuando mi abuelo enfermó pasé largas horas a su lado cuidándolo mientras charlaba sobre su larga vida. Había sido un erudito en historia antigua y se entusiasmó con la hermenéutica de culturas desaparecidas. Había viajado por todo en el mundo y en todas partes había buscado y comprado libros extraños y descatalogados. Pero el único libro al que echaba de menos era la edición de 1455 en Salamanca de la versión en alemán del “Libro de Thot” realizada por la mismísima Alice Kyteler para su uso personal y que la convirtió en la bruja más poderosa de la historia. 

2


Me contó que Thot era el dios de la sabiduría en el antiguo Egipto y que en su libro contaba como crear o destruir el Universo o esquivar la muerte.

Con nostalgia me explicó que esa copia estaba escondida en la biblioteca de su mansión y que la persona que lo leyera tendría acceso al poder creador y destructor de los dioses primigenios del antiguo Egipto. Pero para asegurarse de que nadie lo robara le había cambiado la portada y había colocado todos los libros al revés con los lomos hacia dentro.

Por supuesto, a una adolescente como yo, las palabras de mi abuelo me llenaron la cabeza de ilusiones y de un deseo irrefrenable de aventuras. Ese mismo día robe a mi padre las llaves de la vieja mansión y llamé a mi amiga Alba para que me ayudara a buscar “El Libro de Toth”.

Cuando le conté a Alba lo que buscábamos se entusiasmó tanto como yo y decidimos faltar a clase para dedicar todo nuestro tiempo a la búsqueda del libro mágico.

Esa misma tarde abrimos los candados que guardaban la mansión. Las puertas crujieron al girar y un olor purulento a cerrado sofocó nuestros pulmones. 


Nadie había entrado en el edificio en más de una década y había polvo por todas partes y las maderas se habían podrido y crujían al pisarlas. Subimos por la gran escalera hasta el ático donde mi abuelo había construido su Gran Biblioteca. Cuando entramos nos llevamos dos grandes sorpresas, el tiempo parecía no haber afectado a los libros que estaban perfectamente limpios y la segunda es que no había cientos de libros, ni siquiera había miles, tal vez hubiera decenas de miles colocados al revés. Nos esperaba un trabajo gigantesco para encontrar el escondite de “El Libro de Toth”

Mañana y tarde, hora tras hora las pasábamos abriendo uno a uno todos los libros, intentando adivinar en qué idioma estaban escritos y buscando alguna referencia al olvidado dios de la sabiduría Toth. Haciendo este trabajo descomunal estuvimos varios días, que después fueron semanas y más tarde se convirtieron en meses de búsqueda.

Cuando le preguntaba a mi abuelo en qué parte de la biblioteca se encontraba “El Libro de Toth” me sonreía y me respondía que “no podía decírmelo porque perdería la magia, el libro debería ser buscado y encontrado por la persona que lo necesitara”. Y nadie lo necesitaba más que yo, se había convertido en mi obsesión. 

 

Necesitaba encontrarlo, tenerlo entre mis manos, mancharme los dedos con su tinta y leer en sus páginas. Pero el maldito libro no aparecía.

Mi obsesión era tan grande que llegué a dormir en la biblioteca, no quería perder un solo segundo sin buscar ese ejemplar maldito. No comía, apenas dormía, sólo abría un libro tras otro intentando encontrar el ejemplar más raro del mundo.

Al segundo mes de búsqueda ya habíamos revisado todos los libros de la biblioteca y no lo habíamos encontrado. Me parecía imposible que mi abuelo me hubiera engañado. El libro de Toth debería estar allí, pero había pasado desapercibido, no nos quedaba otro remedio que comenzar de nuevo la búsqueda.

Discutí largo rato con Alba sobre la forma de organizar una nueva búsqueda y no confundir al libro más valioso del planeta con cualquier otro libraco de mercadillo. Entonces Alba tuvo una idea, si el libro es mágico entonces debería ser difícil de destruir y por eso debería ser el mejor conservado entre los más antiguos. De esta forma, con sólo echar un vistazo a los libros pudimos desechar a los que tenían manchas de moho, u hojas rotas o los que estaban descuadernados.

Pero tampoco sirvió de nada.

Frustrada le pregunté a mi abuelo dónde podría encontrar el maldito libro, no le pedía que me dijera dónde estaba, tan sólo que nos diera una pista para buscarlo. Y nos las dio: “Yo quería usar la magia del libro para proteger tu cuerpo, por eso lo estuve leyéndo en voz alta la noche en la que tu madre te parió. Pero nada pude hacer, la voz de mi hijo era más joven y más fuerte que la mía y se conocía de memoria los escritos”

Eso situaba al libro fuera de la biblioteca, en el dormitorio de mis padres donde me parió mi madre, en el pequeño mueble repleto de volúmenes desvencijados, polvorientos y semi carcomidos que había junto a la cama donde me nacieron. Podría decirse que la biblioteca y el dormitorio eran la misma habitación, apenas una cortina las separaba y en los dos sitios podía respirarse la misma magia hermética.

El dormitorio era pequeñito y casi despoblado, sólo una cama de madera carcomida, dos sillas y una pequeña estantería cerrada con cuerdas y repleta de libros encuadernados en cuero. La cuerda se deshilachó y se deshizo al tocarla. Lo mismo pasó con la mayoría de los libros cuando intenté acariciarlos. Sólo quedó un volumen intacto y cuando lo recogí me avisó Alba de que su forro era de piel humana. ¿Cómo lo sabes? Le pregunté. Porque tiene tatuado el nombre de Alice Kyteler, y ese tatuaje sólo puede hacerse en seres vivos, me respondió. 

 

No era la única sorpresa que me guardaba el extraño libro.

Tenía escritas las primeras trece páginas y las trece últimas en retorcidas letras góticas y entre medias había decenas de páginas en blanco.

Justo en ese momento empezaron a escucharse truenos en el exterior. Se acercaban las nubes.

Asombrada pude contemplar el miedo en el rostro de Alba. “mejor lo dejamos y nos vamos” me susurró. Por supuesto no le hice caso. Me quité mi jersey y envolví el libro con su tela de lana. Salíamos de casa cuando empezó llover, corrí chapoteando por el camino de tierra con mis zapatos llenos de barro.

“Sólo puede traducir este libro la persona que lo compró, la que lo estudió y las que lo hemos buscado” le grité a Alba que poco a poco se iba quedando atrás mientras me suplicaba que parara y no corriera tanto.

Cuando llegué a la casa de mi abuelo la lluvia se había convertido en una gigantesca tormenta con viento huracanados que me deformaban el rostro como si trataran de convertirme en otra persona.

La puerta estaba abierta como si alguien o algo nos esperara. La casa estaba oscura y fría salvo un rincón junto a la chimenea donde crepitaban unos leños al fuego. Allí estaba sentado mi abuelo, vestido con una extraña ropa negra y jugando con sus gafas de leer.

“Es nuestra última oportunidad. Volvamos a casa” me suplicó Alba con la respiración entrecortada por la carrera. Simplemente le respondí: “NO”

Y dejando un surco de agua y barro me acerqué a la chimenea donde mi abuelo sonrió al vernos aparecer. Dejó de jugar con sus gafas y las colocó sobre su nariz. “El libro sólo sirve a quienes lo han encontrado. Aunque nunca se sabe el servicio que puede ofrecer” comentó mi abuelo. “Lo encontró ella” respondió Alba negando con la cabeza.

Extraje el libro de su envoltura de tela y me pareció verlo respirar bajo las luces rojas de la hoguera. Se lo acerqué a mi abuelo. En un principio se apartó como si le tuviera miedo, luego empezó a sudar, se puso unos guantes de látex y con la delicadeza con la que una madre mece a su hijo recién nacido lo agarró.

Con unas pinzas pasó la primera página. Y comenzó a traducir.

“Este libro fue escrito por la mil veces maldita Alice Kyteler y publicado en Salamanca en el año del señor de 1455 con la bendición del Santo Oficio y los delegados papales para dar a conocer a la gente temerosa de Nuestro Creador los múltiples peligros y aberraciones que se esconden entre las sombras y avisar sobre los demonios que desafiaron el poder de nuestro Redentor” 

 

Las primeras páginas eran un resumen de los motivos que guiaron a la Santa Iglesia a publicar el libro más maldito de la historia. “Pero no cuentan el motivo principal y es que este libro esconde el poder de Toth y eso permitiría a la Iglesia Católica y apostólica romana subsistir para siempre de la misma forma que lo hace la obra de Toth”

Cuidadosamente pasó las páginas con la pinza.

“Las últimas páginas cuenta cómo Alice Kyteler consiguió hacerse con una parte ínfima del poder del libro de Toth. Y una parte ínfima de un poder infinito siempre es un poder infinito.

¿Estás dispuesta a tomar una parte de ese poder y convertirte tú también en una diosa?”

En ese momento, Alba me agarró de un brazo e intento alejarme del libro. Sin dificultades la empujé contra el muro que estaba a varios metros.

“Estoy preparada y dispuesta” respondí con ansiedad

Kyteler había encontrado el libro de Toth pero no sabía cómo hacerse con su poder y utilizarlo en su beneficio. El libro es perfecto y eterno y rehúye de los humanos finitos y mortales. “ ¿Cómo crees que lo consiguió?” me preguntó mi abuelo.

Durante unos segundos dude la respuesta. Pero rozando las páginas en blanco se me iluminó la consciencia.

“Haciéndose una sola con el libro. Siendo ella misma el libro”

9


“Efectivamente” dijo mi abuelo carcajeándose de una forma ruidosa y macabra.

Sabía cómo ser el libro. Debía unir mi carne mortal con su papel eterno. Arranqué una hoja en blanco y la metí en mi boca.

No sabía a papiro, ni sabía a tinta. Sabía cómo deberían saber la decrepitud de cientos de años de maldad y la podredumbre de lo imposible.

“Lo mortal debe morir y lo eterno debe sobrevivir” dijo mi abuelo.

El momento más doloroso de toda vida es el nacimiento. Todos nacemos llorando. Y yo lloraba en ese momento de puro sufrimiento porque estaba naciendo en una nueva vida. Sabía que mi carne humana se caía a pedazos.

Y yo seguía masticando el pergamino hasta que me lo tragué por completo. Cómo la sombra por las tardes llenó mi pecho de noche. Sentí que brotaba la oscuridad en mi interior igual que lo haría un árbol gigantesco con las raíces alimentándose de mi alma.

 Todos los poros de mi piel se llenaron de sangre que corría por los brazos manchando mis manos de rojo. Escuchaba como se vaciaban mis venas y saboreé la ambrosía amarga que ahora quedaba en mi boca.

Fue entonces cuando abrí los ojos a mi nueva vida. Las luces eran tan brillantes que se sentían como puñetazos. En el libro de Toth las páginas vacías se llenaron de garabatos y dibujos marrones, azules y blancos sobre folios negros como mi espíritu.

10 

 

Mis ojos también nacían a un mundo más oscuro y terrible.

Justo en ese instante supe que me equivoqué al elegir convertirme en diosa.

Levante la mirada hacía mi abuelo. Pero allí no estaba él, en su lugar estaba una dama arrugada con el pelo rojo y ojos de serpiente.

“Efectivamente soy tu abuelo y al mismo tiempo soy Alice Kyteler. Soy perfecta pero la perfección no puede subsistir en un mundo imperfecto. Necesito habitar carne humana hasta que se pudra y deba abandonarla.

Ahora es tu momento de cambiar de cuerpo para ser perfecta y eterna como yo. Debes cambiar de cuerpo mortal y consumirlo como si fuera una pila”

Me dijo mientras señalaba a Alba. Mi querida Alba, mi amada Alba. Mi compañera, mi amiga y mi futuro cuerpo.

Sin piedad la agarré de un brazo y la arrastré hacia mí. Mi querida Alba, mi amada Alba. Mi compañera, mi amiga y mi futuro cuerpo.

 


 


 

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