Cuando Laura se miró en el espejo noté como si un vendaval recogiera mi alma de su prisión en el cristal, atravesara el cristal y me depositara al otro lado del espejo en el cuerpo de Laura.
Cuando recobré las fuerzas y los sentidos contemplé mi nuevo
reflejo y en el cristal pude ver como Laura luchaba por liberarse de la prisión
de almas que era ese espejo mágico. Mientras tanto, yo, en el cuerpo de Laura
sonreía y disfrutaba de las extrañas sensaciones que me mandaba este cuerpo tan
joven y tan bello que en esos momentos ya era mi propio cuerpo.
Yo había comprado ese espejo para robar el cuerpo de Laura y
se lo había ofrecido como un regalo, sabiendo que ella lo aceptaría y lo
colocaría en el tocador de su dormitorio. También me había arriesgado a
quedarme prisionero para siempre en su cristal para conseguir mi deseo ser
joven, guapa y mujer.
Ahora lo había conseguido y disfrutaba viendo la agonía y el
pánico de Laura mientras observaba a su antiguo cuerpo moviéndose por mi
voluntad
Nadie la iba a ayudar. Yo no lo iba a permitir. Este cuerpo
ahora era mío y lo iba a ser para siempre. Disfrutando con el rozar de la falda
en mis rodillas desnudas y el click-clack de los tacones de Laura en el suelo,
marché a por un martillo. Iba a romper en mil pedazos ese espejo.
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