Y cuando abrió el libro pude salir a un nuevo universo. Allí
estaba mi lectora, sentada en el suelo con los pies cruzados sosteniendo el
enorme librote con las manos apoyadas en sus rodillas.
Y lo más importante, con la boca abierta porque ella también
descubría otro mundo en una lejana dimensión.
Sólo soy el personaje de un cuento y debo portarme como tal,
tengo que poseer a mi lectora. Sin prisa, pero sin pausa entré por sus ojos
hacia su interior. Primero inicié la posesión de su cerebro, hice soñar a mi
lectora con mundos de dragones y princesas prisioneras en castillos encantados donde
viven brujos malvados y luego la hice ilusionarse con un caballero de blanca
armadura que empuñando la espada iba a rescatar a la pobrecita princesa.
Luego poseí su espíritu, el caballero corría muchos peligros
para su vida y la princesa sufría y lloraba pensando en su amado y valiente caballero.
Me complacía atormentando a mi lectora haciendo aparecer un dragón escupiendo
fuego detrás de una roca, la puse nerviosa cuando el malvado mago se enfrentó a
muerte con el caballero que ya estaba muy cansado, la hice sentirse romántica
cuando el valiente caballero de la armadura blanca besó a la princesa tras el
rescate y, para acabar, logré hacer feliz a mi lectora, cuando hice que se
casaran en una gran fiesta y fueran felices y comieran perdices.
La posesión, ahora, era completa, a mi lectora le brillaban los
ojos y disfrutaba con los pensamientos y sensaciones que le había transmitido.
No quería abandonarme, no quería que acabara la posesión, pero cerró el libro,
lo guardo en una estantería y se marchó lentamente.
Era mi mayor triunfo. La posesión era para toda la vida. Mi
lectora cada vez que hablara con un hombre se acordaría del caballero de la
armadura blanca, si hablaba con una mujer recordaría a la princesa, si había
problemas pensaría en el dragón y como fue derrotado y si alguien se le
enfrentara entonces rememoraría el enfrentamiento con el malvado mago. Esto le
ayudaría a tratar a la gente con cariño y a vencer los problemas que le
aparecieran en la vida.
Y cada vez que se mirara en un espejo vería su preciosa
carita pero también me vería a mí, al valiente caballero de la armadura blanca
que un día cruzó a otro universo superando mil peligros para encontrar a su
amada princesa, que era ella, y con la que se casó. Porque la sigo poseyendo,
estoy casado con su vida y su alma, si no viviendo en su mente y en su espíritu
en otro mundo, en el mundo de los lectores y sus libros.
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