Hacía años que había encerrado el espíritu de Ana en el mundo de los espejos.
No
me había gustado hacerlo, pero era necesario para poder robar su
cuerpo. Desde entonces, no sólo había robado su cuerpo, también su vida y
su familia.
Y para conseguirlo había condenado a Ana a la prisión del
mundo paralelo de los reflejos. El mundo de los espejos es extraño,
aunque está conectado al nuestro por los reflejos. Si me paraba
detenidamente ante un espejo podía ver al fondo, allá perdida, a Ana
intentando regresar a su mundo y a su cuerpo. Ella se había quedado en
mi cuerpo masculino, desnudo y enfermo y buscaba una salida de su
prisión dimensional.
Aunque yo pensaba que nunca la encontraría,
ella parecía conocer el camino de vuelta. Cada vez que observaba un
reflejo la veía más y más cercana a mí persona y a mí mundo. Desde
entonces temía a los reflejos que me mostraban a Ana en mi cuerpo
acercándose y decidida a atraparme. Parecía que había encontrado la
forma de retornar, y su forma de volver era recuperar su cuerpo en este
mundo y obligar a mi alma a volver a mi propio cuerpo que seguiría
prisionero en la dimensión de los reflejos.
Desde entonces evitaba
los espejos, hasta que un día vi mi propia imagen reflejada en el
cristal protector de un cuadro e inmediatamente la imagen de Ana en mi
cuerpo intentando atraparme. Por causa de la sorpresa apenas tuve tiempo
de reaccionar y Ana intentó agarrarme por él brazo. Por suerte conseguí
escapar.
Pero pronto me atrapará Ana y me condenará a la
dimensión de los espejos. Entonces tendré que intentar robar otro cuerpo
y condenar a otra alma a la dimensión paralela.
Tal vez seas tú mi próxima víctima porque puede ser cualquiera.
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