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viernes, 28 de abril de 2017

Magic Taxi-Romeo y Julieta



Romeo me estaba esperando a la puerta del taxi, y nada más salir del taxi le di el beso más feliz de mi vida. Habían terminado nuestros problemas, ahora podríamos estar para siempre juntos.
Romeo y yo habíamos vivido un amor imposible. Yo lo amaba y él me amaba. Éramos felices juntos yo quería estar a su lado y él quería estar a mi lado. Sentíamos que nuestro destino era vivir juntos durante toda la vida.
Pero nuestras familias se negaban, porque los dos éramos hombres.
Los dos sufríamos mucho por este amor imposible, hasta que un día oímos hablar del “magic taxi”. En ese momento supe lo que tenía que hacer. Durante meses estudié los trayectos del taxi mágico y los sitios donde solía aparecer. Me costó bastante, pero los datos y las fechas cuadraban, y creí adivinar dónde encontrar ese taxi y en qué día. Me vestí en mi mejor traje y saqué todo el dinero de mis cuentas de ahorro para presumir ante el taxista de ser millonario.
Cuando el taxi llegó, a propósito, solicité un viaje muy largo al mejor barrio de la ciudad y hablé al conductor de mi vida feliz, de mi enorme mansión y de mis hijos maravillosos. Cuando llegué a destino el conductor me dijo mientras me daba el cambio de un billete de 200€ “Tenga un buen día, señor” Eran las palabras mágicas e inmediatamente me encontré en el repelente cuerpo del conductor y con el volante en mis manos. Miré como se alejaba mi anterior cuerpo y sin entretenerme más arranqué el coche y me dirigí mi objetivo. Cuando llegué aparqué el taxi Justo al frente de la puerta de la mansión de mi familia.  Y esperé a que saliera mi hermana, Julieta, que tanto se había opuesto a mi relación de amor con Romeo. Julieta solía ir de compras al centro de la ciudad a las 12 de la mañana y para eso cogía un taxi, y allá estaba yo, con mi taxi amarillo parado delante de ella e invitándola a ser mí pasajera. Ella subió a mi taxi, y yo conduje el taxi por toda la ciudad hasta que terminé el viaje en su local habitual de compras. cuando llegué le dije las palabras mágicas: “Tenga un buen día, señora”
Inmediatamente me encontraba en su cuerpo, abrí la puerta del taxi, salí y di un enorme beso a Romeo que me esperaba allá mismo.

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