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domingo, 30 de abril de 2017

El Viejo Acosador



La primera vez que lo vi en la Universidad me pareció un anciano repelente. No entendía lo que hacía ese viejo entre tantos estudiantes jóvenes. Desde el primer momento pensé que estaba loco, y poco después me demostró que lo estaba.
Aunque lo saludaba nunca me hablaba, se acercaba a mí y se quedaba mirando, en silencio. Esto me hacía sentir incomoda y me marchaba a otro lugar más solitario. Pero él me seguía. Cuando yo me paraba, él se paraba y si andaba él iba detrás mía. Avisé a la policía, pero me dijeron que no podían hacer nada si él no me hacía nada, era libre de ir donde quisiera. Mi novio, José, ya le había dado un par de palizas, pero no podía acompañarme siempre porque estudiaba en la otra parte de la ciudad.
Así estuvimos durante semanas. Yo cada vez estaba más asustada.
Por todos los medios intentaba no andar sola por la calle. Casi no salía de casa y cuando tenía que hacerlo para ir a la Universidad intentaba coger el autobús. La cosa funcionó 1 o 2 veces, pero a la tercera vez lo vi en el autobús sentado a mi lado.
Por eso mismo me decidí a hacer el camino en taxi. Así lo hice durante una semana, hasta el día en que cogí el taxi y justo cuando arrancó el motor y el taxi empezó a moverse descubrí que el conductor era el viejo loco que siempre me perseguía. Intenté abrir la puerta para saltar, pero estaba bloqueada. Grité, pero nadie parecía escucharme en el exterior y el cristal acorazado del interior impedía que atacara al conductor. Por alguna extraña razón el taxista realizó un trayecto realmente largo sin aparentemente ningún propósito. Al final aparcó en la puerta de la facultad y me dijo que le pagara 40 € por el viaje. Asustada saqué todo el dinero que llevaba en el bolso y se lo di. La puerta se desbloqueó y pude abrirla, entonces vi a lo lejos como se acercaba mi novio. Ilusionada por su presencia comencé a gritar pidiendo socorro.  José comenzó a correr hacia el taxi.mientras me pedía paciencia y amenazaba al taxista.  Pero cuando José estaba a punto de llegar el taxista me dijo: “Tenga un buen día, señorita”
No sé qué magia actuó pero de repente me encontraba sentada en el sillón del conductor, dentro de su cuerpo y con José dándome una tremenda paliza. Mientras tanto mi cuerpo apoyado en la ventanilla del conductor me miraba sonriendo. Noté como José me rompía los huesos de la nariz y de un brazo, entonces, mi antiguo cuerpo abrió la puerta para que saliera José.
Allá me quedé yo, viendo cómo mi cuerpo se alejaba cogido de la mano de José y besándole en la boca.
Arranqué el coche y me marché llorando.
El cuerpo del taxista apesta, soy un hombre gordo y viejo y encima tengo rotos varios huesos. La vida es un infierno y espero entender algún día lo que ha pasado.

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