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Érase una vez…
Hace mucho, mucho tiempo, existía un reino perdido en las
montañas, donde la gente era feliz y vivía en paz gracias a la magia de la
reina bruja buena del norte. Los habitantes del reino pensaban que, aunque la
reina era muy anciana, más de 400 años, se mantenía joven y guapa porque era
bruja y sobre todo porque era buena. Pero no era así. La reina era muy poderosa
pero era joven y guapa porque tenía un amor puro desde la adolescencia por el
joven rey mago del Sur. Era tan grande su amor que ni siquiera el tiempo podía
cambiarlo y por eso tampoco envejecía.
La bruja buena utilizaba toda su magia para que su reino,
aunque estaba en lo alto de las montañas y muy muy al norte se mantuviera siempre
en primavera, crecieran flores por todas partes, los árboles estuvieran siempre
verdes y las cosechas fueran enormes y frecuentes. Y eso hacía feliz a la
reina, porque ella era feliz si su gente era feliz. Pero para logarlo
necesitaba usar todo su poder en un hechizo mágico que cubría al reino de Sol y
buen tiempo.
Hasta que un día llegó la envidiosa reina bruja mala del
norte. Esta bruja estaba amargada porque reinaba en todo el norte menos en el
reino de la bruja buena y en todos los sitios donde mandaba el tiempo era frío
y desagradable. La bruja mala del norte no podía aguantar la envidia por la
felicidad del reino de la bruja buena y despechada preparó su venganza. Como
decía, la reina mala del norte llegó al reino perdido en las montañas y fue a
hablar con su reina:
Odio que haya alguien más feliz que yo en el norte, no te
aguanto y tampoco aguanto a tu reino y sus gentes. Así que voy a convertir esto
en un desierto de hielo, pero como tu deseo de salir es por amor y el amor es
la magia más fuerte que existe te doy una oportunidad, si demuestras que tu
amor es sincero y que no sólo vas al reino del Sur, sino que además eres capaz
de recorrer el mundo entero por tu príncipe y que el príncipe también te ama y
estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, entonces demostrarías que tu
magia es superior a la mía y por tanto mis hechizos dejarán de funcionar y me
marcharé.
La bruja buena sabía que era verdad lo que escuchaba. La
bruja mala tenía poder suficiente para helar los campos y hacer que corrieran unos
vientos más fríos que los de los glaciares por todo su reino. Tan sólo ella con
su magia podía pararla. Pero eso significaba que no podría salir nunca más a
ver al príncipe brujo del sur. Y así lo
hizo. La reina buena se quedó en el reino y el tiempo no cambió, el clima
seguía siendo extraordinario, pero la reina se puso triste y empezó a
envejecer.
Los habitantes del reino empezaron a preocuparse ¿Qué le
pasa a nuestra reina? ¿Por qué está triste? ¿Por qué envejece? Tan sólo el mozo
de cuadras del castillo real sabía lo que pasaba. La reina echa de menos a su
príncipe. Así que fue a hablar con la reina bruja mala del norte. La malvada
reina le dijo que no iba a permitir que la princesa abandonara el reino, porque
podría llevar su alegría a otras partes y eso era lo que menos le gustaba en la
vida. Jamás podría salir del reino, a menos que demostrara su verdadero amor.
El chico de las cuadras no se conformó con esa respuesta y
buscó una solución. Habló con otros reyes y otras reinas. Preguntó a sacerdotes
y a brujos, hasta que por fin la reina sabia bruja del oeste le dio una
solución: “El cuerpo de la reina es el que tiene el poder por lo cual no puede
salir del reino, para que ella pueda irse debería cambiar de cuerpo con alguien
y así poder marcharse del reino a buscar a su amante”
Pero a pesar de lo mucho que la quería el pueblo y a pesar de
tanto bien como les había hecho, nadie quería cambiar de cuerpo con ella y
quedarse prisionera en el reino. Todos rehusaron menos el mozo de cuadras que
quería tanto a la reina que decidió sacrificar su vida, su libertad, su cuerpo
y cualquier cosa que hiciera falta. Al día siguiente se realizó el cambio. Con
la ayuda de la reina bruja del este el mozo y la reina cambiaron de cuerpos. En
cuanto se realizó el cambio la reina le prometió al mozo que volvería lo antes
posible, que tan sólo quería ver a su príncipe y en cuanto lo viera no tendría
motivos para estar lejos y volvería para cambiar de cuerpos y que el mozo de
cuadras no se quedar preso en un cuerpo que no era el suyo. Y montando al
caballo más fuerte y rápido del reino se marchó a pleno galope.
Pero la reina no regresó al día siguiente, ni al otro, ni al
otro, ni a la semana siguiente, ni al mes siguiente, ni al año siguiente.
En cuanto amanecía, el mozo de cuadras en el cuerpo de la
reina iba todos los días a la puerta del reino y allí se quedaba mirando al
horizonte con la esperanza de ver el regreso de la reina en su cuerpo.
Pero esta no volvía
Y seguían pasando los años. Y los años fueron lustros, y los
lustros se convirtieron décadas, hasta que por fin apareció en el horizonte un
jinete cansado y envejecido, con las barbas blancas y la cara llena de
arrugas. Co dificultad desmontó del
caballo y tambaleándose por el cansancio se dirigió a la puerta del reino. Allí
estaba, como siempre, el mozo de cuadras ante la puerta esperando la llegada de
la reina. El mozo, por primera vez en tantos años salió de los límites del
reino y se acercó al jinete para ayudarlo a caminar. Este con rabia y lágrimas
en sus ojos dijo: “No pude encontrarlo”
El mozo de cuadras respondió: “Lo sé, siempre se busca en lo
más lejano lo que tienes más cerca, pero te equivocas, lo has encontrado” Y
levantando la mano tocó el rostro del anciano que de inmediato empezó a
rejuvenecer, su pelo se volvió de un color moreno precioso y su piel tornó los
tonos saludables de la fuerza y la vitalidad. La reina en el cuerpo del mozo de
cuadras sintió como le volvía la ilusión y la esperanza. De todas formas no
salía de su asombro, no entendía lo que pasaba, hasta que el mozo de cuadras en
el cuerpo de la reina cogió a la reina de la mano y lo puso ante un espejo. Esa
fue la mayor sorpresa de la larga vida de la reina, reflejado ante el espejo
estaba el cuerpo de su amado y desaparecido príncipe.
“Yo soy el príncipe” dijo tartamudeando la reina.
“Siempre lo has sido” Yo estaba dispuesto a convertirme en
mozo de cuadras para estar a tu lado y servirte como el más humilde tus lacayos,
porque eres lo que más amo. Y tú has estado dispuesta a recorrer el mundo
entero y envejecer por mi amor”
Nada más decir eso desapareció el encantamiento de la bruja
mala y los campos que estaban más allá del reino se deshelaron, volvieron a
correr los ríos y los pájaros despertaron para cantar a la nueva primavera.
Dos semanas después se realizó la boda de la Reina bruja
buena del Norte con el Príncipe mago bueno del Sur. Los reinos eran felices y
celebraron una gran fiesta y un gran banquete. Todo era maravilloso y normal,
menos una cosa que era francamente rara, y es que fue el príncipe el que llevó
el vestido blanco con falda, ramo de flores y tacones.
Y desde entonces, cuando llega la primavera vuelve el calor
y la alegría a los campos, porque fue en primavera cuando volvió la reina bruja
buena del Norte a encontrar a su amado Príncipe.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
FIN
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