Cuando sucedió el “great shift” hubo sobretodo desorden. El
80% de la población mundial había cambiado cuerpo. En la calle había gritos
histéricos, gente que corría alocada a ningún sitio, sirenas sonando y caos en
el tráfico.
No fue mi caso, yo me encontré en el cuerpo de Marga y lo
único que sentía era curiosidad y extrañeza. Pronto me di cuenta de lo que
pasaba, bastaba con asomarse a la ventana y escuchar la radio. Así que decidí
buscar a mi antiguo cuerpo para saber quién lo ocupaba ahora. Marché a mi
antigua casa, y allí encontré al cuerpo en el que nací vestido con las ropas de
mi mujer. Me dijo que era “Magda” y que yo estaba en su cuerpo real. Hablamos
sobre nuestra vida anterior y me enteré de que en este cuerpo estaba soltera y
trabajaba de abogada en el mejor despacho de la ciudad. A Magda le informé que
ella era ahora un profesor de escuela casado y padre de dos hijos. Tampoco pareció
sorprenderle mucho lo que le conté.
Ella me dijo que lo acompañara que me iba a enseñar su lugar
de trabajo. Mientras caminábamos por el parque me fijé intensamente en la
tranquilidad que aparentaba Magda en mi cuerpo masculino vestido con ropa de
mujer, ella parecía de lo más natural, no parecía notar nada raro, y tampoco se
sentía extraña. Sonreí porque sabía que mi secreta pasión de travestirme le
había pasado de forma natural a Magda que podría seguir vistiendo sus ropas de
mujer pero con el aspecto ridículo que siempre había tenido yo.
En mi nuevo cuerpo iba a ser la mujer joven, guapa y soltera
que siempre había querido ser. Se había
cumplido mi sueño, pero eso no podía contárselo a mi travestido amigo.
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