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lunes, 10 de abril de 2017

Perséfone, reina de los vampiros


Hacía meses que buscaba el escondite de Perséfone, la reina de los vampiros. Hoy lo había encontrado y por fin iba a realizar mi venganza. Era un acto de piedad con sus víctimas y con ella misma que por fin podría descansar en paz
Pero, justo en el momento en que me disponía a terminar para siempre con su vida, abrió los ojos horrorizada, y fue entonces cuando me hizo una oferta que no podía rechazar.
Me ofreció ser joven para siempre. Guapa y más que humana. Lo único que debía hacer es cambiar de cuerpo con ella. Era un intento desesperado para salvar su vida. Pero yo sabía que era posible. Entre los innumerables poderes de Perséfone estaba la transmigración de almas. Ella era capaz de expulsar su repugnante espíritu fuera de su cuerpo y poseer el cuerpo de la persona más cercana, dejando a esta desgraciada prisionera en el cuerpo de Perséfone hasta que ella quisiera volver y reclamar su cuerpo.
La tentación era enorme. Me ofrecían una vida eterna, llena de placeres que no podía ni siquiera imaginar y lo único que debía hacer era aceptar. Sopesando las posibilidades finalmente acepté, Perséfone me puso las garras de sus manos sobre la cara e inmediatamente noté como la habitación giraba a mi alrededor. Mareado caí al suelo exhausto, mientras mis músculos temblaban y se agitaban. No podía moverme y allí estuve algunos minutos sin poder respirar y notando como me abandonaba la vida. Hasta que por fin me llegó la muerte y noté como se escapaba mi último aliento en maldecir a Perséfone.
Tan rápido como antes noté la muerte ahora noté como me regresaba a  la vida.
Me levanté de un salto y con las garras de mi mano izquierda desgarré el cuello de mi antiguo  cuerpo. Con una facilidad que me ya no me sorprendía, lo agarré del cuello, lo atraje hacia mi boca y lentamente bebí la sangre que se derramaba de sus venas rotas. Nunca antes había sentido tanta fuerza, nunca antes me había sentido mejor.
Simplemente dejaba que me dominaran mis nuevos instintos, no podía dejar que Perséfone volviera a su cuerpo y me despedazara, ahora era yo la depredadora, ahora era yo la asesina.

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