No pagué mucho por su visita. Apenas un puñado de euros por un servicio completo.
Lucía era una pobre desgraciada que vendía su cuerpo por un plato
de lentejas y que se acostaba igual con guapos que con feos si le daban una
mísera limosna. La chica más guapa de la facultad de Derecho se había
convertido en una puta callejera.
No quería hacerle el amor, no quería gozar de sus favores
sexuales. Sólo quería que me viera y se acordara de la vez que me martirizó.
Que recordara como unos años atrás se había burlado de mi amor delante de todos
mis compañeros de estudio y el dolor que me causó cuando se carcajeó de mis
lágrimas de dolor y vergüenza cuando le supliqué que por favor no siguiera
humillándome. Hace casi 10 años de aquello y sigo amándola y aún sigo despertándome
todos los días recordando que daría mi vida por tener su cuerpo. Nada había más
grande que el amor que aún le tengo. Mi tormento continuaba al ver esa chica
tan preciosa y delicada vendiendo su amor como una perra. Ella lo tenía todo,
una belleza espectacular y una inteligencia aguda, suyo debería haber sido el
futuro. Yo no era guapo, ni tan inteligente, pero tenía fuerza de voluntad y conseguí
doctorarme y ahora soy un bogado de éxito y ella es una puta. Todos merecemos
una segundad oportunidad, y yo sabía cómo hacerlo, por eso la llamé.
Cuando llegó tardó unos segundos en recordar quien era yo,
luego cayó de rodillas al suelo. El tipo con el traje caro y aparentemente
millonario que la había contratado era el chico al que ella había humillado cuando
era la chica más envidiada de la ciudad. Laura se quedó en el suelo, con los
ojos llorosos y sosteniendo temblorosa los tres o cuatro billetes que le había pagado.
-Siempre te he deseado y te sigo deseando, le dije
- No debí hacerte eso, pero lo hice. Lo siento mucho. Debí
haber correspondido tu amor, eres la única persona que me ha querido por mi
alma y no por mi cuerpo.
- Yo te perdono. Pero si fuera al revés. Que tú lo tuvieras
todo y yo no tuviera nada. ¿Me seguirías amando?
Laura no dudó un segundo en responder. -Por supuesto que sí.
Toda la vida me he arrepentido de lo que te hice.
La miré con piedad a los ojos y le dije:
Demuéstramelo
Saqué una cajita del bolsillo de la chaqueta y la abrí.
Dentro estaban los “anillos del cambio” Estos anillos pueden cambiar el cuerpo
de dos personas si ambas se los ponen al mismo tiempo. Se los enseñé a Lucía y le dije lo que esos
anillos erran capaces de hacer.
Con una extraña mirada de esperanza, Laura se levantó del
suelo y me tendió la mano para que le diera su anillo.
Así lo hice. Ella cogió un anillo y yo el otro. A la cuenta
de tres nos los pusimos y de repente me encontré sobre unos extravagantes
zapatos de plataforma mirando a mi antiguo cuerpo. Lucía se estaba palpando su
nuevo cuerpo, luego se apretó la corbata y contempló la billetera con los ojos
muy abiertos y un ohhhhhh de admiración en su boca. Se quitó el anillo del dedo
y agarrando mi mano me la dobló y me arrancó el otro anillo.
-Me llevo los anillos, no quiero perder este cuerpo y
tampoco quiero que me relacionen con una puta como tú.
Los guardó en la misma caja donde yo los había traído y se
marchó a paso rápido, sin decirme adiós y sin mirar para atrás.
Y me quedé sólo, vestido como una puta, en el cuerpo de una
puta y … sonriendo. No le había contado a Lucía que esos anillos sólo se pueden
usar una vez, después de usarlos pierden su poder y se convierten en baratijas.
Lucía me había despreciado por segunda vez, pero este
segundo desprecio no me dolió como el primero. Esta vez estaba preparado. Laura pronto descubriría que había cerrado
todas las cuentas bancarias a mi nombre y que había vendido las propiedades de las
que había sido dueño. Mi anterior cuerpo estaba arruinado y tampoco podría trabajar
como abogado porque Lucía abandonó tan pronto la universidad que no tenía
ningún conocimiento de leyes y derecho.
Se había cerrado el círculo. Con el dinero que había
conseguido de mi anterior cuerpo, mis conocimientos de leyes y con la identidad
de Lucía me matriculé en la misma universidad donde Lucía un día, hace casi 10
años, me rechazó.
Ahora terminaría la
carrera de derecho que ella dejó incompleta y volvería a ser la abogada joven y
brillante que antes fuera. Pero ahora lo hacía por amor al cuerpo de Lucía al que
tanto deseaba y que se merecía mucho más que el trato que Lucía le había dado.
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