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lunes, 8 de mayo de 2017

Recuperando un Viejo Amor



No pagué mucho por su visita. Apenas un puñado de euros por un servicio completo.
Lucía era una pobre desgraciada que vendía su cuerpo por un plato de lentejas y que se acostaba igual con guapos que con feos si le daban una mísera limosna. La chica más guapa de la facultad de Derecho se había convertido en una puta callejera.
No quería hacerle el amor, no quería gozar de sus favores sexuales. Sólo quería que me viera y se acordara de la vez que me martirizó. Que recordara como unos años atrás se había burlado de mi amor delante de todos mis compañeros de estudio y el dolor que me causó cuando se carcajeó de mis lágrimas de dolor y vergüenza cuando le supliqué que por favor no siguiera humillándome. Hace casi 10 años de aquello y sigo amándola y aún sigo despertándome todos los días recordando que daría mi vida por tener su cuerpo. Nada había más grande que el amor que aún le tengo. Mi tormento continuaba al ver esa chica tan preciosa y delicada vendiendo su amor como una perra. Ella lo tenía todo, una belleza espectacular y una inteligencia aguda, suyo debería haber sido el futuro. Yo no era guapo, ni tan inteligente, pero tenía fuerza de voluntad y conseguí doctorarme y ahora soy un bogado de éxito y ella es una puta. Todos merecemos una segundad oportunidad, y yo sabía cómo hacerlo, por eso la llamé.
Cuando llegó tardó unos segundos en recordar quien era yo, luego cayó de rodillas al suelo. El tipo con el traje caro y aparentemente millonario que la había contratado era el chico al que ella había humillado cuando era la chica más envidiada de la ciudad. Laura se quedó en el suelo, con los ojos llorosos y sosteniendo temblorosa los tres o cuatro billetes que le había pagado.
-Siempre te he deseado y te sigo deseando, le dije
- No debí hacerte eso, pero lo hice. Lo siento mucho. Debí haber correspondido tu amor, eres la única persona que me ha querido por mi alma y no por mi cuerpo.
- Yo te perdono. Pero si fuera al revés. Que tú lo tuvieras todo y yo no tuviera nada. ¿Me seguirías amando?
Laura no dudó un segundo en responder. -Por supuesto que sí. Toda la vida me he arrepentido de lo que te hice.
La miré con piedad a los ojos y le dije:
Demuéstramelo
Saqué una cajita del bolsillo de la chaqueta y la abrí. Dentro estaban los “anillos del cambio” Estos anillos pueden cambiar el cuerpo de dos personas si ambas se los ponen al mismo tiempo.  Se los enseñé a Lucía y le dije lo que esos anillos erran capaces de hacer.
Con una extraña mirada de esperanza, Laura se levantó del suelo y me tendió la mano para que le diera su anillo.
Así lo hice. Ella cogió un anillo y yo el otro. A la cuenta de tres nos los pusimos y de repente me encontré sobre unos extravagantes zapatos de plataforma mirando a mi antiguo cuerpo. Lucía se estaba palpando su nuevo cuerpo, luego se apretó la corbata y contempló la billetera con los ojos muy abiertos y un ohhhhhh de admiración en su boca. Se quitó el anillo del dedo y agarrando mi mano me la dobló y me arrancó el otro anillo.
-Me llevo los anillos, no quiero perder este cuerpo y tampoco quiero que me relacionen con una puta como tú.
Los guardó en la misma caja donde yo los había traído y se marchó a paso rápido, sin decirme adiós y sin mirar para atrás.
Y me quedé sólo, vestido como una puta, en el cuerpo de una puta y … sonriendo. No le había contado a Lucía que esos anillos sólo se pueden usar una vez, después de usarlos pierden su poder y se convierten en baratijas.
Lucía me había despreciado por segunda vez, pero este segundo desprecio no me dolió como el primero. Esta vez estaba preparado.  Laura pronto descubriría que había cerrado todas las cuentas bancarias a mi nombre y que había vendido las propiedades de las que había sido dueño. Mi anterior cuerpo estaba arruinado y tampoco podría trabajar como abogado porque Lucía abandonó tan pronto la universidad que no tenía ningún conocimiento de leyes y derecho.
Se había cerrado el círculo. Con el dinero que había conseguido de mi anterior cuerpo, mis conocimientos de leyes y con la identidad de Lucía me matriculé en la misma universidad donde Lucía un día, hace casi 10 años, me rechazó.
 Ahora terminaría la carrera de derecho que ella dejó incompleta y volvería a ser la abogada joven y brillante que antes fuera. Pero ahora lo hacía por amor al cuerpo de Lucía al que tanto deseaba y que se merecía mucho más que el trato que Lucía le había dado.

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