Cuando Mario me pidió que lo añadiera en mi cuenta de Facebook parecía tan sólo otra de las decenas de solicitudes que recibía todos los días. Normalmente no aceptaba ninguna, pero algo me pareció entrañable y triste en la foto de Mario y lo añadí.
Nada más aceptar la solicitud me pidió chatear, durante unos
segundos dudé en responder. Yo no suelo perder el tiempo charlando en Internet
con desconocidos. Pero esta vez respondí. Me habló de su vida, que había sido
larga y frustrante, con un matrimonio fracasado, y que jamás había tenido hijos
que le alegraran. La conversación duró hasta las tres de la mañana y tan sólo
terminamos la charla para ir a dormir. Mario había conseguido conmoverme contando
sus desgracias. Quería ayudarlo.
La noche siguiente volví a conectar y a charlar con él. Me
dijo que llevaba todo el día esperándome porque la conversación de la noche
anterior había sido su única alegría en muchas semanas. De nuevo quería consolarle
y pensé que la mejor forma era viéndonos la cara por videochat. Me llevé una
pequeña decepción al ver su rostro, era más feo y viejo de lo que mostraban sus
fotos, pero no me importó, sólo quería ayudarlo. E intentando darle esperanzas
estuvimos hablando hasta altas horas de la madrugada.
Los días siguientes volví a chatear con cámara y audio.
Mario alababa mi voz tan bella y lo guapa que parecía hasta en pijama y sin
maquillaje. Me dijo que ojalá me hubiera conocido antes, yo habría sido la
esposa perfecta para él y que me hubiera hecho feliz toda mi vida. Con la voz
rota me contó que seguir viviendo no tiene sentido y que se hubiera suicidado
si no me hubiera conocido.
Al día siguiente estaba muy alegre, me contó que su exesposa
había pedido una cita con él para intentar arreglar sus problemas. Era la mejor
noticia que había tenido en muchos años y que si esto salía bien podría darle
fuerzas para seguir viviendo.
Con el tema de la felicidad que le causaba la cita con su
mujer seguimos charlando durante semanas, hasta que llegó el día señalado para
la cita y él conectó de nuevo, pero esta vez estaba llorando, con la ropa sucia
y sin afeitar. Me dijo que, tras la reunión, su esposa lo había pensado de
nuevo y se había marchado a vivir a otra ciudad. Le pregunté: “¿Cuál era esa
ciudad?” Y me respondió que era la mía. Entre todas las ciudades del país,
curiosamente había escogido la mía para mudarse. Parecía claro, que en la
charla entre Mario y su esposa le había hablado de mí y ella venía a buscarme.
No me sentía segura, temía que esa mujer intentara hacerme daño. Le pedí a
Mario que hablara con ella, que le rogara que volviera con él, que le dijera
que la necesitaba. Me respondió que ya no podía, estaba a más de 1000 Km de
distancia de mi ciudad y aunque cogiera un avión no llegaría a tiempo. Que ella
venía a buscarme y que, él le había dicho yo lo amaba.
Ahora estaba asustada de verdad, esa mujer había viajado más
de 1000 km para vengarse de mi amor por Mario y podría atentar contra mi vida.
Le pedí a Mario que por favor hiciera algo para que no me dañara, que la
llamara por teléfono, que le rogara tranquilidad o que le pidiera que volviera.
Mario me dijo que no podía hacerlo porque ella no respondía a sus llamadas.
Se quedó unos segundos en silencio. Tras reflexionar me dijo
que había una posibilidad de arreglarlo. Me conto que, si yo me concentraba
profundamente en cambiar mi alma con la suya y él hacía lo mismo, entonces los
espíritus pueden viajar por los cables de Internet e intercambiar nuestros cuerpos
durante una semana o hasta que uno de nosotros decidiera volver a su cuerpo
original. Si funcionaba él hablaría con su esposa en mi cuerpo para convencerla
de que Mario la amaba y cuando esta se marchara volvería a intercambiar de
cuerpo conmigo.
Yo no creía que eso fuera posible, tampoco quería cambiar de
cuerpo con ese hombre feo y viejo, pero todavía quería ayudarlo y además sentía
miedo. Así que acepté intentarlo. Durante media hora me concentré para que mi
alma abandonara mi cuerpo y viajara por los cables hasta el cuerpo de Mario. En
la pantalla del ordenador veía como Mario hacía lo mismo. Aunque nada sucedía,
pero, de repente, sentí un golpe en la cabeza, y sufrí de vértigo y nauseas. Mientras
tanto una luz intensa me cegaba. Noté como mi alma era arrastrada por una gran
fuerza a una velocidad incalculable, hasta que paró. Aún tenía los ojos deslumbrados,
pero los abrí, lentamente se me aclaró la visión y pude contemplar un pequeño
ordenador delante de mi cuerpo y en la pantalla estaba mi propia imagen que se
estaba tocando las tetas y la cara.
¡¡¡Ha funcionado!!! Dije asombrada
¡¡¡ De maravilla!!! Respondió Mario en mi cuerpo. Entonces
Mario se volvió y apareció en pantalla una mujer. Te presento a mi esposa, dijo
Mario. Hace años que ella descubrió que era lesbiana, por eso quería el divorcio,
yo, con mi cuerpo de hombre, no podía satisfacer sus deseos. Ahora sí que puedo
y lo voy a hacer todos los días y en todos los momentos. Diciendo eso, empezó a
besar a su mujer con mi boca, mientras ella tocaba mi coño.
Gracias por el cuerpo, me dijo su mujer, has conseguido que
seamos un matrimonio feliz. Mi marido, ahora es mi compañera, y no volverá a
conectar a Internet hasta que pase el plazo de devolución de cuerpos. Te
sugiero que busques trabajo y un amor de verdad o intentarás suicidarte como
hizo Mario.
Diciendo eso apagó el ordenador. La pantalla se quedó en
negro y yo me quedé con la boca abierta. Desde entonces no he vuelto a verla on
line. Esta mañana descubrí que me había borrado de su cuenta de Facebook.
Aunque he buscado trabajo, no lo he encontrado, es difícil lograrlo cuando eres
un hombre de más de 45 años, soltero y con antecedente siquiátricos. La vida es
terrible, a veces pienso en el suicidio, ojalá encontrara a alguien que me ayudara
por Internet.
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