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sábado, 13 de mayo de 2017

El Dueño de la Casa de Empeños



Renata se quedó mirando como retocaba sus labios ante el espejo de mi casa de empeños.
Renata era la hija de uno de los hombres más ricos del país, pero también una vividora y una cabeza loca sin remedio. En una noche era capaz de gastar 2000 ó 3000 dólares sólo en invitaciones a bebidas.
Para su padre no era mucho dinero, pero estaba acabando con su paciencia. Renata era su única heredera y quería que aprendiera lo que cuesta ganar dinero. Por eso le quitó las tarjetas VISA y le dio una pequeña cantidad de dinero semanal para sus gastos. Pero Renata no estaba dispuesta a cambiar su forma de vida y limitar sus gastos.
Fue entonces cuando la conocí. Cuando se convirtió en mi mejor clienta. Cada 2 ó 3 días, Renata entraba a mi tienda con algún objeto valioso para empeñar, primero fue un reloj de oro, luego un collar de diamantes, posteriormente pendientes, un coche y hasta bolsos de marcas valiosas. Yo no tenía problema para pagar por encima del precio de mercado porque sabía que Renata nunca volvería para recuperar los artículos.
Renata se había convertido en mi mejor clienta y así siguió durante 3 ó 4 meses hasta que un día entró a mi tienda, me llamó aparte y me hizo la propuesta más extraña que nunca había escuchado.
Me dijo que necesitaba 350000 dólares y que no le quedaban objetos para empeñar, pero que me ofrecía algo aún más valioso. Sacó de su bolso los “anillos del cambio” y me dijo que con esos anillos podíamos cambiar de cuerpo y que me ofrecía quedarme con su cuerpo como garantía de que devolvería el dinero con sus intereses. Soy un hombre de más de 60 años, que nunca fue guapo y que además creció en una familia pobre, así que acepté su oferta sin pensarlo un momento.
En unos segundos habíamos cambiado de cuerpo, recogí sus documentos de identidad, me puse en pie sobre sus tacones, repasé mi maquillaje ante el cristal de mi tienda y me fui a la casa de Renata dónde iba a vivir, al menos hasta que ella consiguiera el dinero. Como garantía complementaria me llevé los anillos para garantizar que Renata no los hipotecara en otra tienda.
Hasta ese momento, Renata no había recuperado ningún material hipotecado y dudaba mucho que esta fuera la primera vez. Con mi cuerpo anciano y sin tarjetas VISA prácticamente es imposible que consiga el dinero. Por si acaso, YO, la hija de uno de los hombres más ricos del país hablaré con los directores de las sucursales bancarias para que nadie le conceda un préstamo.
En un mes, habrá acabado el plazo de devolución y este cuerpo y esta vida será mía para siempre.

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