Renata se quedó mirando como retocaba sus labios ante el
espejo de mi casa de empeños.
Renata era la hija de uno de los hombres más ricos del país,
pero también una vividora y una cabeza loca sin remedio. En una noche era capaz
de gastar 2000 ó 3000 dólares sólo en invitaciones a bebidas.
Para su padre no era mucho dinero, pero estaba acabando con
su paciencia. Renata era su única heredera y quería que aprendiera lo que
cuesta ganar dinero. Por eso le quitó las tarjetas VISA y le dio una pequeña
cantidad de dinero semanal para sus gastos. Pero Renata no estaba dispuesta a
cambiar su forma de vida y limitar sus gastos.
Fue entonces cuando la conocí. Cuando se convirtió en mi
mejor clienta. Cada 2 ó 3 días, Renata entraba a mi tienda con algún objeto
valioso para empeñar, primero fue un reloj de oro, luego un collar de
diamantes, posteriormente pendientes, un coche y hasta bolsos de marcas
valiosas. Yo no tenía problema para pagar por encima del precio de mercado
porque sabía que Renata nunca volvería para recuperar los artículos.
Renata se había convertido en mi mejor clienta y así siguió
durante 3 ó 4 meses hasta que un día entró a mi tienda, me llamó aparte y me
hizo la propuesta más extraña que nunca había escuchado.
Me dijo que necesitaba 350000 dólares y que no le quedaban
objetos para empeñar, pero que me ofrecía algo aún más valioso. Sacó de su
bolso los “anillos del cambio” y me dijo que con esos anillos podíamos cambiar
de cuerpo y que me ofrecía quedarme con su cuerpo como garantía de que devolvería
el dinero con sus intereses. Soy un hombre de más de 60 años, que nunca fue
guapo y que además creció en una familia pobre, así que acepté su oferta sin
pensarlo un momento.
En unos segundos habíamos cambiado de cuerpo, recogí sus
documentos de identidad, me puse en pie sobre sus tacones, repasé mi maquillaje
ante el cristal de mi tienda y me fui a la casa de Renata dónde iba a vivir, al
menos hasta que ella consiguiera el dinero. Como garantía complementaria me
llevé los anillos para garantizar que Renata no los hipotecara en otra tienda.
Hasta ese momento, Renata no había recuperado ningún
material hipotecado y dudaba mucho que esta fuera la primera vez. Con mi cuerpo
anciano y sin tarjetas VISA prácticamente es imposible que consiga el dinero.
Por si acaso, YO, la hija de uno de los hombres más ricos del país hablaré con
los directores de las sucursales bancarias para que nadie le conceda un
préstamo.
En un mes, habrá acabado el plazo de devolución y este
cuerpo y esta vida será mía para siempre.
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