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viernes, 5 de mayo de 2017

La Magia de las Velas

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Velas blancas para magia negra.
Cuando Olga se puso en contacto conmigo estaba desesperada. Su vida era un desastre, tenía problemas en el trabajo, en los estudios e incluso había enfermado de forma repentina e inexplicable. No había médico que fuera capaz de encontrar solución a sus problemas. Por eso acudió a mí, un auténtico brujo de almas.
Desde mi religión y mi ciencia supe de inmediato lo que pasaba. Un espíritu oscuro estaba acosando a Olga para que su voluntad se debilitara y fuera más fácil poseer su cuerpo.
Intenté los métodos habituales de limpieza para alejar esa fuerza negativa del cuerpo de Olga. Conjuré a los espíritus protectores y estos me hablaron de una sombra muy poderosa. Tenía que atraerlo para poder expulsarlo. Cómo la sombra no puede existir donde hay claridad, apagué las velas para que la luz no impediera para que se manifestara ese ser de la oscuridad. Aunque apagué las velas yo no tenía poder suficiente para atraer a un espíritu tan fuerte. Tuve que confesar a Olga mi derrota y ella se marchó entre lágrimas. Yo me quedé en mi choza y allí lo vi.  Sentado en el suelo estaba ese ser demoniaco esperándome.
Me dijo que necesitaba un cuerpo humano para vivir en este mundo y quería el mío porque era un cuerpo donde la magia era poderosa. Contesté que le iba a costar porque iba a luchar, entonces me respondió que podíamos hacer un pacto.
Estos espíritus son mentirosos y terribles, si roban tu cuerpo entonces condenan tu alma al infierno del que ellos proceden, no podía permitir que me engañara. Tenía que medir cuidadosamente lo que hacer para evitar que me atacara.
Al día siguiente llamé por teléfono a Olga. Le conté que no había encontrado al espíritu pero que él sí que me había encontrado a mí. Le dije que me había amenazado, pero que yo había encontrado una forma para conseguir que no la perseguirla a ella y que ntampoco me atacara a mí. Pero que necesitaba su ayuda para mi plan.
Olga regresó a mi choza rápidamente, parecía aún más desesperada y preocupada que yo. No la consolé. Le dije que corríamos un riesgo terrible de ser condenados al infierno. Ese demonio quería robar un cuerpo para habitar entre nosotros. La única manera de evitar ese peligro era con el amor. Porque ese espíritu era el mal puro y lo contrario del mal es el amor puro.  Así que debíamos demostrar que nos amábamos ante ese ser demoníaco nuestro destino sería peor que la muerte. No importaba que el amor fuera fingido, lo único que deberíamos hacer es engañarlo y que se creyera que éramos amantes.
Nada más entrar a la choza se levantó un gran viento. Le dije a Olga que el espíritu acababa de llegar. Era el momento de demostrar que nos amábamos ante él y que así no robara nuestros cuerpos porque el mal no puede habitar en un cuerpo donde existe el bien-amor.
Delicadamente cogí la cabeza de Olga la acerqué a mi boca y le dije: “Besémonos como si fuéramos amantes”
Ella abrió sus preciosos labios y yo los besé con los míos, noté su saliva en mi boca y noté como mi alma salía de su cuerpo de nacimiento e invadía el precioso cuerpecito de Olga. Tuve unos segundos de desorientación e inmediatamente vi a mi propio cuerpo sonriendo delante de mí.
-          Yo he cumplido mi parte del trato. Me has dado tu cuerpo y yo a cambio te he dado otro cuerpo más joven y más bello. Ahora eres Olga, tienes 26 años, un doctorado en derecho y un marido que te dará dos hijos y te hará feliz los próximos 30 años.  Aunque ahora eres menos poderosa mágicamente, sigues siendo una bruja, y si quieres mantener ese cuerpo debes completar tu parte del trato.
El cuerpo de Olga se sentía sano, fuerte y vigoroso, de repente los recuerdos de la vida de Olga se iluminaron en mi mente. Recordé su primer beso, su licenciatura, su elección como reina del baile de fin de carrera o su primer polvo con su novio. Eran sus recuerdos, pero ahora era mi vida y me encantaban sus memorias y mi nueva vida. No podía perder este cuerpo, no podía permitir que la anterior dueña lo reclamara y me condenara al infierno donde ella ahora estaba.
Me senté en el suelo y encendí velas blancas, porque la luz impide que el espíritu negro de Olga pueda regresar al mundo de luz en el que yo habito dentro de su cuerpo. No sentí remordimiento al condenar a Olga al infierno.



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