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sábado, 6 de mayo de 2017

la Magia de la Música



Es maravilloso sentir como vibra el violín en mis manos. Esa vibración era lo que había causado que cambiara de cuerpo con Lucía. Ella era una intérprete muy sensible y su cuerpo parecía el de una diosa cuando vibraba con el violón tocando música.
Ahora lo siento yo, y noto como la música fluye en mis venas. Es una maravillosa sensación comprobar cómo se coordinan mis dedos con el ritmo y como voy leyendo la música y en un instante surge del violín y la oigo con mis oídos. Bueno, con los oídos de Lucía.
Yo siempre había admirado a los músicos. El gran deseo de toda mi vida era poder hacer música, tener la capacidad de coger un instrumento y tener la habilidad de hacer música y que disfrute la gente que me rodea.
Pero tenía manos torpes y dedos cortos, era incapaz de hacer sonar rítmicamente un instrumento.
Me limitaba a ir a conciertos y a escuchar con envidia a los miembros de la orquesta. Un día, en uno de sus conciertos presentaron a una jovencita que era una auténtica virtuosa. Apareció en escenario Lucía. Saludó al público y empezó a hacer sonar el violín como nunca lo había escuchado antes. Era el capricho 24 de Albinoni. Y las manos de Lucía volaban sobre las cuerdas mientras ella sonreía. Yo sentía como la música llenaba mi espíritu, y hacía palpitar mi corazón cada vez más sosegadamente. Noté como mi mente se serenaba y mis ojos se iluminaban de extrañas luces. De pronto me di cuenta que esas luces no las estaba viendo, las estaba sintiendo, tampoco escuchaba la música, palpitaba con ella y flotaba en el aire que la llevaba. Mi espíritu estaba siendo transportado por la música, notaba como mis dedos recorrían el mástil y como mi brazo derecho movía arriba y abajo el arco del violín. Noté como el pelo sudoroso rozaba mi frente, mi cuello y mi espalda. Y sentí como mis manos presionaban las cuerdas haciendo nacer la música.
Entonces supe que había pasado. Había cambiado de cuerpo con Lucía. Agotado terminé la interpretación. El público se puso en pie aplaudiendo y aclamándome. Con amplios movimientos de mi cabeza saludé al público y con curiosidad me acerqué a Lucía.
Ella me saludó afectivamente y me dijo que yo era la mejor solista que nunca había escuchado y que su sueño era poder interpretar una partitura con mi habilidad. Admitía que era muy difícil porque tenía las manos poco hábiles y los dedos cortos. Le dije que debería seguir ensayando, porque la música es magia y cumple todos los deseos.
Me retiré pronto a mi camerino y me dediqué a ensayar porque mañana tengo una nueva actuación y debo seguir haciendo magia con la música.

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