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viernes, 17 de mayo de 2019

Visita Nocturna

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Desde que nací de forma prematura había sido un niño débil y enfermizo. Los médicos le dijeron a mi mamá que difícilmente llegaría a cumplir los 3 o 4 años. Pero lo hice. Y también llegué a la adolescencia y a convertirme en adulto.
Mi cuerpo era débil, apenas tenía fuerzas para caminar y tenía que apoyarme en mi hermanita Carmen para poder llegar andando a la escuela. A la hora del recreo me quedaba sentado en un bordillo del patio mientras el resto de los niños corrían a mi alrededor. Pero no estaba sólo, a mi lado estaba mi hermanita que me abrazaba para consolarme. Yo le pedía que se fuera y que jugara con el resto de los niños, pero ella se negaba y me decía: “Eres mi hermano y nunca te dejaré sólo, siempre te voy a cuidar”

Sin embargo, mi salud iba empeorando día tras día. Ya no podía moverme y todos los días tenían que hacerme transfusiones de sangre para mantenerme vivo.
Apenas había cumplido los 18 años cuándo noté que mis piernas ya no tenían fuerzas para mantenerme en pie y los médicos decidieron que pasara los años que me quedaran de vida en cama para evitar un colapso pulmonar.
Fue entonces cuando mi hermanita Carmen me dijo que jamás me iba a dejar desamparado y trasladó su cama a mi habitación para que supiera que estaba a mi lado y para que no me sintiera sólo durante las noches.
En aquella época comenzaron a sedarme para soportar el dolor terrible que me causaba el colapso de los órganos internos de mi cuerpo. Dormía durante el día y despertaba muy temprano en la madrugada. A mi hermanita le costaba trabajo dormir con la luz del día, pero de todas formas dejaba una bombilla encendida durante la noche, para que pudiera verla durmiendo a mi lado y no me sintiera sólo cuando despertara.
No sé si lo causaba mi imaginación o simplemente la fuerte medicación, pero empecé a tener visiones aterradoras cuando despertaba por las noches. Al pie de mi cama había una gran sombra con forma humana que me observaba con atención, cuándo se daba cuenta de que había despertado me decía: “Ha llegado la hora, te vienes conmigo” Yo negaba con la cabeza y le decía “Aún no, todavía no es mi hora” Y entonces la sombra se disolvía en el aire como si nunca hubiera estado allí. Yo me sentía aterrado y quería gritar, pero veía a mi hermana durmiendo a mi lado y me quedaba callado para no despertarla.
Esa visita la soporté durante muchos meses, todas las mañanas cuando despertaba veía la sombra al pie de mi cama y me decía lo mismo: “Ha llegado la hora, te vienes conmigo· y yo siempre respondía de idéntica forma: “Aún no, todavía no es mi hora” Y decía la verdad porque era lo que sentía, a pesar de mi debilidad, de mis enfermedades y de no poder caminar sentía la vida como algo maravilloso que no quería perder.
No quería preocupar a mis padres y a mi hermana, por eso nunca conté lo que veía. Pero estas visitas madrugadoras continuaron durante mucho tiempo. Pero, hace 10 años en el primer día de mayo sucedió algo totalmente diferente.
Como siempre, desperté temprano y pude ver a la sombra al pie de mi cama. Me quedé en silencio esperando que me hablara, pero esta vez no lo hizo. Estaba allí parada, sin moverse, como si ya hubiera llegado el momento definitivo. Sabía que había llegado el momento definitivo, pero yo quería seguir viviendo, así que le dije las palabras que repetía todas las mañanas: “Aún no, todavía no es mi hora” Por un momento creí verla sonreír. Entonces me respondió: “Hoy no vengo por ti, vengo a por ella” dijo mientras señalaba con un dedo a mi pobre hermanita. “No ha podido soportar la tensión de cuidarte, de ser tu muleta, de tener que dormir a tu lado y esta noche se ha tomado dos frascos enteros de tus sedativos”
Ese fue el único momento en mi vida en el que deseé estar muerto. Le pedí a la sombra que me llevara a mí, que se olvidara de ella. Le dije que “era injusto, que era joven, guapa, con todo el futuro por delante, y que si se llevaba a ella también tendría que llevarme a mí, porque yo no podría seguir existiendo sin su fuerza y su ayuda”.
La sombra pareció dudar un momento y me respondió “Hace años que espero la muerte de tu cuerpo, no deberías estar vivo, pero te empeñas en sobrevivir. Aunque no lo has hecho sólo, ienes una gran deuda con tu hermana por los cuidados que te ha dado y que ella no ha podido aguantar y han terminado costándole la vida.
Sin embargo, ha cometido el único pecado que es imperdonable para Dios, el pecado del suicidio y debe pagarlo, pero tú debes tener la oportunidad de devolver a tu hermana los favores que te ha hecho”
Apenas había dicho esto, cuándo sentí que un sopor negro como la muerte invadía mi cuerpo. Dormí durante horas, tal vez durante días, y cuándo desperté noté que había recuperado todas las energías, hasta aquellas que creía no tener.  Me sentía fuerte y sano y por primera vez en años pude salir de la cama sin dolores. Miré a mi lado y vi mi cuerpo, en mi cama, enchufado a un montón de cables. Me acerqué lentamente y vi mi rostro que me sonreía. “Gracias hermanito por dejarme cambiar de cuerpo contigo. Me has librado del infierno porque me han permitido que pague mis pecados en tu cuerpo. Tu cuerpo va a ser mi purgatorio en la Tierra y tú podrás cuidarme como yo he cuidado de ti”
“Sabes que siempre lo haré, hermanitO, nunca te dejaré sólo” le dije mientras admiraba mi nuevo cuerpo en el gran espejo de la habitación y veía reflejada la preciosa cara de mi hermana.
Cumplí mi promesa y cuidé durante semanas de mi nuevo hermano. Y la sombra no volvió a visitarme. Pero mi hermana no tenía mi fuerza de voluntad y tampoco los deseos de sobrevivir que yo había tenido.
Poco a poco dejó de luchar por una vida que le resultaba insufrible y, un mal día, después de darle el desayuno a mi nuevo hermano me cogió amorosamente las manos y me dijo sonriendo: “Hermanita, tienes que saber que ayer me visitó una sombra y me dijo que había pagado mis deudas y que mañana estaré en el cielo, porque esta noche voy a morir”
Esa noche no dormí yo. Fue la última vez que vi a la sombra. La vi a los pies de la cama de mi hermano, acercarse a él y besarle en los labios. Después se disolvió en el aire y escuché el pitido de las máquinas que anunciaban que mi hermanito había muerto.






4 comentarios:

  1. Tus historias me sorprenden cada vez más excelente trabajo como siempre

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    1. Es que aprietas mucho Oswaldo.

      Tengo que mejorar mucho para poder competir contigo, y al menos lo intento

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  2. Gracias kary.
    Uno de los mejores premios que se pueden obtener cuando publicas una cap en español es un elogio de kary.

    Muchas Gracias

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