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Desde que nací de forma prematura había sido un niño débil y
enfermizo. Los médicos le dijeron a mi mamá que difícilmente llegaría a cumplir
los 3 o 4 años. Pero lo hice. Y también llegué a la adolescencia y a
convertirme en adulto.
Mi cuerpo era débil, apenas tenía fuerzas para caminar y tenía
que apoyarme en mi hermanita Carmen para poder llegar andando a la escuela. A
la hora del recreo me quedaba sentado en un bordillo del patio mientras el
resto de los niños corrían a mi alrededor. Pero no estaba sólo, a mi lado estaba
mi hermanita que me abrazaba para consolarme. Yo le pedía que se fuera y que
jugara con el resto de los niños, pero ella se negaba y me decía: “Eres mi
hermano y nunca te dejaré sólo, siempre te voy a cuidar”
Sin embargo, mi salud iba empeorando día tras día. Ya no
podía moverme y todos los días tenían que hacerme transfusiones de sangre para
mantenerme vivo.
Apenas había cumplido los 18 años cuándo noté que mis
piernas ya no tenían fuerzas para mantenerme en pie y los médicos decidieron
que pasara los años que me quedaran de vida en cama para evitar un colapso
pulmonar.
Fue entonces cuando mi hermanita Carmen me dijo que jamás me iba a
dejar desamparado y trasladó su
cama a mi habitación para que supiera que estaba a mi lado y para que no me
sintiera sólo durante las noches.
En aquella época comenzaron a sedarme para soportar el dolor
terrible que me causaba el colapso de los órganos internos de mi cuerpo. Dormía
durante el día y despertaba muy temprano en la madrugada. A mi hermanita le
costaba trabajo dormir con la luz del día, pero de todas formas dejaba una
bombilla encendida durante la noche, para que pudiera verla durmiendo a mi lado
y no me sintiera sólo cuando despertara.
No sé si lo causaba mi imaginación o simplemente la fuerte
medicación, pero empecé a tener visiones aterradoras cuando despertaba por las
noches. Al pie de mi cama había una gran sombra con forma humana que me
observaba con atención, cuándo se daba cuenta de que había despertado me decía:
“Ha llegado la
hora, te vienes conmigo” Yo negaba
con la cabeza y le decía “Aún no,
todavía no es mi hora” Y entonces la sombra se disolvía en el aire
como si nunca hubiera estado allí. Yo me sentía aterrado y quería gritar, pero
veía a mi hermana durmiendo a mi lado y me quedaba callado para no despertarla.
Esa visita la soporté durante muchos meses, todas las
mañanas cuando despertaba veía la sombra al pie de mi cama y me decía lo mismo:
“Ha llegado la
hora, te vienes conmigo· y yo siempre
respondía de idéntica forma: “Aún no,
todavía no es mi hora” Y decía la verdad porque era lo que sentía,
a pesar de mi debilidad, de mis enfermedades y de no poder caminar sentía la
vida como algo maravilloso que no quería perder.
No quería preocupar a mis padres y a mi hermana, por eso nunca
conté lo que veía. Pero estas visitas madrugadoras continuaron durante mucho
tiempo. Pero, hace 10 años en el primer día de mayo sucedió algo totalmente diferente.
Como siempre, desperté temprano y pude ver a la sombra al
pie de mi cama. Me quedé en silencio esperando que me hablara, pero esta vez no
lo hizo. Estaba allí parada, sin moverse, como si ya hubiera llegado el momento
definitivo. Sabía que había llegado el momento definitivo, pero yo quería
seguir viviendo, así que le dije las palabras que repetía todas las mañanas: “Aún no, todavía no es mi hora” Por un
momento creí verla sonreír. Entonces me respondió: “Hoy no vengo por ti, vengo a por ella” dijo mientras señalaba con un dedo a mi pobre
hermanita. “No
ha podido soportar la tensión de cuidarte, de ser tu muleta, de tener que
dormir a tu lado y esta noche se ha tomado dos frascos enteros de tus
sedativos”
Ese fue el único momento en mi vida en el que deseé estar
muerto. Le pedí a la sombra que me llevara a mí, que se olvidara de ella. Le
dije que “era injusto, que era joven, guapa,
con todo el futuro por delante, y que si se llevaba a ella también tendría que
llevarme a mí, porque yo no podría seguir existiendo sin su fuerza y su ayuda”.
La sombra pareció dudar un momento y me respondió “Hace años que espero
la muerte de tu cuerpo, no deberías estar vivo, pero te empeñas en sobrevivir. Aunque
no lo has hecho sólo, ienes una gran deuda con tu hermana por los cuidados que
te ha dado y que ella no ha podido aguantar y han terminado costándole la vida.
Sin embargo, ha cometido el único pecado que es imperdonable
para Dios, el pecado del suicidio y debe pagarlo, pero tú debes tener la
oportunidad de devolver a tu hermana los favores que te ha hecho”
Apenas había dicho esto, cuándo sentí que un sopor negro
como la muerte invadía mi cuerpo. Dormí durante horas, tal vez durante días, y
cuándo desperté noté que había recuperado todas las energías, hasta aquellas
que creía no tener. Me sentía fuerte y
sano y por primera vez en años pude salir de la cama sin dolores. Miré a mi
lado y vi mi cuerpo, en mi cama, enchufado a un montón de cables. Me acerqué
lentamente y vi mi rostro que me sonreía. “Gracias hermanito por dejarme cambiar de cuerpo contigo.
Me has librado del infierno porque me han permitido que pague mis pecados en tu
cuerpo. Tu cuerpo va a ser mi purgatorio en la Tierra y tú podrás cuidarme como
yo he cuidado de ti”
“Sabes que
siempre lo haré, hermanitO, nunca te dejaré sólo” le dije
mientras admiraba mi nuevo cuerpo en el gran espejo de la habitación y veía
reflejada la preciosa cara de mi hermana.
Cumplí mi promesa y cuidé durante semanas de mi nuevo
hermano. Y la sombra no volvió a visitarme. Pero mi hermana no tenía mi fuerza
de voluntad y tampoco los deseos de sobrevivir que yo había tenido.
Poco a poco dejó de luchar por una vida que le resultaba
insufrible y, un mal día, después de darle el desayuno a mi nuevo hermano me
cogió amorosamente las manos y me dijo sonriendo: “Hermanita, tienes que saber que ayer me
visitó una sombra y me dijo que había pagado mis deudas y que mañana estaré en
el cielo, porque esta noche voy a morir”
Esa noche no dormí yo. Fue la última vez que vi a la sombra.
La vi a los pies de la cama de mi hermano, acercarse a él y besarle en los labios.
Después se disolvió en el aire y escuché el pitido de las máquinas que
anunciaban que mi hermanito había muerto.
Tus historias me sorprenden cada vez más excelente trabajo como siempre
ResponderEliminarEs que aprietas mucho Oswaldo.
EliminarTengo que mejorar mucho para poder competir contigo, y al menos lo intento
de lo mejor, me encanta la historia
ResponderEliminarGracias kary.
ResponderEliminarUno de los mejores premios que se pueden obtener cuando publicas una cap en español es un elogio de kary.
Muchas Gracias