Los siguientes días fueron una continua sorpresa.
Devin me dijo que los dos íbamos a transaccionar y que
deberíamos aislarnos del mundo hasta que terminara el proceso. Me retorció el
brazo y cerró con llave la puerta de la casa que se había convertido en nuestra
cárcel.
Al día siguiente desperté y encontré que había perdido mi
melena rubia, ahora mi cabello era fino, poco voluminoso, corto y con principios
de calvicie en la nuca. Sabía lo que había pasado y fui corriendo a mi antigua
habitación, donde se había instalado Devin.
Allí estaba él, probándose mis mejores botas. Las de caña
alta, que hacía meses que no usaba porque se me habían quedado pequeñas y no
podía cerrar la cremallera. Ahora encajaban perfectamente en las nuevas piernas
de Devin. Miré su pelo y se había aclarado, pero aún tenía entradas morenas y
seguía siendo corto. Devin llevaba puesto mi vestido más sexy, aunque me dio la
sensación de que aún le quedaba estrecho. Con insólita facilidad para una
persona de su edad levantó la pierna para que yo pudiera observar lo bien que
le encajaban mis botitas, me sonrió y señaló su cabeza. Entonces vi como su
pelo crecía hasta debajo de sus hombros y se volvía completamente rubio. No
pude evitar un gran suspiro de resignación porque ese pelo era idéntico al que
yo había tenido hasta la noche anterior.
Intenté escapar de esa maldita casa dónde mi hermano estaba
saqueando mi cuerpo, pero no podía, las puertas estaban cerradas con candados y
las ventanas tapiadas. Me abalancé sobre Devin, pero seguía siendo tan fuerte
como antes y yo me sentía débil y enferma, así que no tuvo problemas para
reducirme y volverme a encerrar.
Durante dos semanas me amarró a la cama dónde sólo aparecía
para darme de comer y cambiarme la ropa sudada por otra limpia. En cada visita
podía ver cómo iba transformando su cuerpo. En la primera visita se regodeó en
mi dolor llevando gafas de sol, se sentó a mi lado y se las quitó. Sus ojos que
habían sido oscuros ahora tenían un azul precioso y eran idénticos a los míos.
Me dijo que se habían solucionado sus problemas de miopía, que ahora su vista
era perfecta. Mientras decía esto noté como mi visión se emborronaba. Devin me
acarició el pelo y con delicadeza puso sus gafas en mi cara, lentamente se
aclaró mi vista y me dijo: “tienes unos ojos viejos y cansados, a partir de ahora
necesitarás gafas si quieres seguir viendo como me convierto en tu gemela”
Al día siguiente me sirvió la comida con guantes y disfrutó imitando
a Gilda mientras se los quitaba ante mi desesperación. Tenía unas manos finas y
delicadas con la manicura perfectamente hecha. Y empezó a moverlas como si
tocara un piano invisible, al mismo tiempo yo sufría un dolor espantoso cuándo
los dedos de mis manos se retorcían con espasmos de dolor. “Tienes artrosis en las manos, deberás cuidarte”,
me dijo. “No
creo que puedas volver a escribir y tampoco podrás usar un teclado”.
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