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viernes, 8 de marzo de 2019

La desaparición de Ana



Hoy se cumplen dos meses de la primera llamada telefónica de Luca.  En esa primera llamada fue tan amable que pensé que quería venderme un seguro de vida. Me preguntó por mi edad y mi estado físico, también quería saber si estaba casado y si tenía hijos.
No sospechaba nada y no tuve problemas para contestar a todas sus preguntas. Al día siguiente me volvió a telefonear, esta vez no me hizo preguntas, me dijo que había sido seleccionado para un asunto de vida o muerte y que tenía que reunirme con él. Pensé que era un chiflado y colgué el teléfono y avisé a la policía de lo que había sucedido. Un cabo de la policía me dijo que Luca era parte de una sociedad secreta que había hecho desaparecer a decenas de personas, que cambiara mi número de teléfono y que no volviera a responder a llamadas de desconocidos. Y así lo hice, pero ese mismo día, Luca me volvió a telefonear. No respondí, pero a partir de entonces todos los días recibía tres o cuatro llamadas de números desconocidas. Siempre dejaba sonar el teléfono hasta que se cortaba el tono. De esta forma continué actuando durante semanas, hasta el día de ayer que fue el primero en el que no recibí llamadas de números desconocidos, pero dio la casualidad que ese mismo día tampoco volvió a casa mi hija Ana.
Ana era la alegría de mi vida, una muchacha bella como su madre y tan confiada como yo. Durante horas me temí lo peor hasta que a la mañana siguiente volvió a sonar el teléfono. Esta vez descolgué, y como sospechaba al otro lado de la línea estaba Luca. Me dijo que me había equivocado al no responder sus llamadas y que si quería volver a ver a mi hija no debía avisar a la policía y reunirme con él esa misma tarde donde él me dijera. Por supuesto que acepté, la vida de Ana estaba en juego. Apenas tuve que esperar 5 minutos junto a un polígono abandonado hasta que se me acercó paseando tranquilamente mi hija.  Era extraño, porque iba vestida de negro, ella que solo le gustaban los colores alegres, e iba fumando, algo que no había hecho nunca en su vida. Aliviado quise abrazarla, pero ella me agarró de la cabeza, acercó mi cara a la suya y me besó en la boca, noté como su legua jugaba con la mía mientras intercambiábamos saliva. Asqueado la separé de mí, un padre no puede hacer eso con su hija y mucho menos una hija con su padre. Mi espanto aún fue mayor cuando Ana empezó a reírse y se clavó las uñas en su preciosa cara. Cerró la mano y las hundió hasta la raíz, tiró hacia fuera y se arrancó la piel de la cara. Caí de rodillas al suelo, con el corazón palpitando alocadamente por el espanto. Pero no había sangre. Ana tiró el pedazo de piel al suelo y me sonrió con lo poco que le quedaba intacto en su cara. Pero había algo que aún me espantó más. Mucha gente pasaba a nuestro lado y nadie reaccionaba, como si no hubiera pasado nada, alguien incluso piropeó a mi hija alabando lo guapa que era. No entendía nada de lo que pasaba hasta que miré a la herida en la cara de mi hija, no había sangre, ni venas, ni siquiera había carne, tan sólo un fluido marrón rojizo y plateado que parecía palpitar. Pero nadie parecía darse cuenta de lo que yo estaba observando, para la gente que pasaba a nuestro lado todo era completamente normal. “Yo soy Luca vistiendo el cuerpo de tu hija y he comprobado que puedes ver mi auténtico rostro y eso significa que eres un verdadero bodyhopper. Que no te asquee mi forma porque la tuya es igual que la mía. Somos una especie perseguida y yo me dedico a buscar a los que son como nosotros para despertar sus poderes y convertirlos a nuestra especie”
Jamás seré de los vuestros respondí con dolorosa indignación. Ya lo eres, respondió lucas, cuando te besé desperté tus energías potenciales. Ya no eres humano. Esa criatura infernal había matado a mi hija, con una furia incontrolable me lancé a su cuello para estrangularlo, pero mi cuerpo no se movió y una extraña masa de color plata sangrienta se filtró por cada una de mis células. De rente era un ser informe flotando en la nada y mirando como mi cuerpo se desplomaba sin vida en el suelo. No te queda mas remedio que ocupar otro cuerpo o morirás en pocos minutos. Diciendo esto Luca abandonó el cuerpo de Ana y su espíritu me atravesó como si fuera humo y se introdujo dentro de mi antiguo cuerpo abandonado en el suelo. Mi cuerpo se levantó como si no hubiera pasado nada y me dijo: “Sólo queda un cuerpo para que te introduzcas y cuando lo hagas nacerás como un miembro de nuestra raza” No me quedaba otro remedio, en pocos minutos iba a morir y Ana ya estaba muerta. Si hubiera podido llorar hubiera llorado, pero no tenía tiempo. Me bastó con el deseo de estar vivo para impulsar el fluido que era mi ser dentro del cuerpo de mi hija. Entré por el agujero en la cara de mi hija y noté como me adueñaba de sus pies y sus brazos, de su cerebro, arranqué sus pulmones y en pocos segundos puse en funcionamiento su corazón. Me puse en pie sobre los tacones de mi hija. Y ya no sentía miedo, tampoco dolor, me sentía fuerte y sana. Pero recordaba lo que había pasado, que ahora ocupaba el cuerpo de mi hija y un inmenso deseo cruzó mi alma. Me acerqué a Luca que seguía en mi antiguo cuerpo, le agarré la cabeza, la acerqué a la mía y le besé en la boca.
Amaba a este hombre que tanto me había dado.

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