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sábado, 23 de marzo de 2019

El Implante Cerebral (2 de 4)

En un principio me preocupó ver que Magda no estaba atada a la silla, pero el informático se me acercó y me dijo que no temiera, que estaba bloqueando sus ondas cerebrales para que no pudiera moverse. Parecía orgulloso de su trabajo y me dijo que ya había terminado, que había calibrado los emisores y receptores y se habían integrado perfectamente al córtex cerebral y estaban completamente operativos.  Me aseguró que le había costado mucho aislar la pila de plutonio, pero que su trabajo había sido un completo éxito y que esto garantizaba la operatividad del sistema y la alimentación de los implantes al menos durante 10,000 años

Hice unas pruebas rápidas para comprobar la veracidad de lo que me había contado y sonriendo le extendí un cheque por la cantidad acordada Antes de marchase le obligué a borrar todos los archivos documentales del trabajo que se había realizado. Él me prometió que no quedaba ninguna copia de seguridad, ni documentación accesible desde el exterior. No necesitaba esa promesa, sabía que si alguien descubría su colaboración en este “trabajo” sería condenado a pasar lo que le quedara de vida en la cárcel.
Esperé a estar sólo para poner en funcionamiento mi plan. Entré a la sala acolchada y me encerré en ella. Recité mentalmente las diez palabras que activaban el implante e inmediatamente sentí una gran desorientación. Por segundos perdí el control de mis sentidos, pero cuando los recuperé estaba sentado en una silla con decenas de cables en mi cabeza. Levanté mis manos y las miré fijamente. Estaban perfectamente cuidadas con las uñas pintadas de un rojo sangriento. Nunca me había sentido mejor, ni siquiera cuando tenía 20 años. Palpe los dos bultos en mi pecho y la raja entre mis piernas. Ahora estaba en el cuerpo de Magda, yo era Magda y todo era maravilloso. Con cuidado retiré los cables de mi cabeza, me puse en pie y caminé unos metros para comprobar como se sentía mi nuevo cuerpo. Las sensaciones eran incomparables, tanta fuerza, tanta energía, tanta belleza y todo me pertenecía. La OPA hostil que había lanzado sobre Magda había triunfado y ahora era dueño de su cuerpo y su vida.
En un monitor miré lo que sucedía en la habitación acochada. Allí seguía Magda durmiendo en el suelo. No podía permitirlo. Me bastó tan sólo con desearlo para que mi implante craneal se conectara con el de Magda y entonces la desperté. Ahora podía sentir lo que ella sentía, estaba conectado a su cerebelo y a su bulbo raquídeo a través de este maravilloso implante. Pude sentir lo que sentía Magda y ella estaba asustada, aterrorizada. Noté como le corrían sudores fríos por la espalda y como el terror la paralizaba. Intentó levantarse, pero sus viejas piernas no pudieron aguantar el peso de su nuevo cuerpo. Era tal el terror que sentía Magda que temí que fuera a sufrir un ataque cardíaco. No podía permitir que muriera aún, iba a necesitar que mi antiguo cuerpo estuviera en perfectas condiciones físicas al menos hasta que Magda cumpliera 18 años y pudiera hacerse cargo de todas mis propiedades y recursos. Me concentré y le ordené a su corazón que palpitara mucho más lento, bajé la tensión, estimulé su lóbulo occipital con ondas Alpha y finalmente llené su cerebro con ondas rem.
Inmediatamente cayó al suelo dormida. Abrí la compuerta de la sala acolchada y con una silla de ruedas saqué mi viejo cuerpo de la habitación. Me encerré de nuevo en ella y Volví a recitar las palabras claves, y de nuevo me desorienté. Esta vez cuando recobré los sentidos todo era menos agradable, estaba otra vez en mi viejo cuerpo. Me parecía extraño, no me gustaba su falta de fuerzas, el trabajo que me costaba moverlo o lo mal que me funcionaba la vista y el oído. Pero necesitaba estar en esa vieja carcasa durante el tiempo necesario para atender mis negocios, sacar dinero del banco y contratar una empresa que cuidara de que nadie se acercara a mi mansión. Y lo más importante, quería tener unos buenos certificados de estudios, por lo cual apunté a Magda en el mejor instituto de la ciudad, cuando vieron el cheque que les extendí no pusieron problemas en que comenzara las clases al día siguiente.

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