Hacía meses que Mateo no pescaba nada. Pero se seguía
levantando la las 6 de la mañana, se subía a su barca, la llevaba al centro del
lago y allí se quedaba quieto durante horas, hasta que por la tarde volvía con
su capacho vacío y una enorme sonrisa en su cara.
Mateo era un hombre mayor, casi anciano y me preocupaba que
hubiera perdido la cabeza. Así que un día le pregunté: “Mateo ¿Porqué te pasas todo el día en el
lago sin hacer nada?”
Y el sonreía cariñosamente, me acariciaba el pelo y se
marchaba silbando. Así lo hizo durante muchos años, hasta que la pasada noche
cayó una gran tormenta sobre el puerto y el viento destrozó su pequeña
barquita. Casi llorando llamó a mi puerta y me imploró que por favor le
prestara mi barca, que necesitaba ir al lago. Yo estaba encantada de ayudarle,
pero aún seguían las lluvias y temía que naufragara. No quería defraudarlo y le
volví a pregunté “Mateo, ¿Para qué quieres la barca? “Y esta vez, por fin,
me respondió, “Para ver a mi nieta que me
espera en el lago”
Se me erizaron los pelos en la cabeza. Su nieta, la pequeña
Irene había muerto ahogada junto a sus padres cuando su barco naufragó durante
una tormenta hacía casi 40 años. Aunque todos los pescadores del puerto se
organizaron para buscar los cuerpos de Irene y sus padres jamás los
encontraron.
Me sorprendió tanto la respuesta que no supe que decir. Pero
Mateo parecía más obsesionado con nunca “Debo ir antes de que
termine la tormenta, ella me espera para volver a casa” No me atreví
a decir que no. Solamente le puse la condición de que esta vez yo lo
acompañaría. El aceptó y apenas una hora después subíamos a mi pequeño bote. El
clima parecía empeorar por momentos, la lluvia era torrencial y el viento
amenazaba con hacernos volcar. Pero lo veía tan seguro que no quise aplazar la
salida. La travesía fue terrible, hubo momentos en que pensé que íbamos a morir
ahogados, pero Mateo era un navegante veterano y llegamos sin novedad al centro
del lago. “Aquí debemos esperar” me
dijo. Y cerró los ojos como si durmiera durante horas. Hasta que la tormenta se
volvió casi salvaje y entonces se puso de pie con una excitación impropia de su
edad. “Por fin, ha llegado el
momento” gritaba exaltado. Se inclinó mirando fijamente hacia el
fondo del lago y se lanzó al agua. Ahora la que gritaba era yo, no esperaba ese
ataque de locura. Me lancé contra la borda y lo agarré de un brazo cuando se
hundía hacia el fondo. Pesaba mucho, demasiado para mí, y casi me arrastró con
él. No podía verlo, las aguas turbias del lago ya lo cubrían, pero lo tenía
agarrado firmemente. Reuniendo todas mis fuerzas tiré de él hacia fuera y saqué
el cuerpo. Pero no era Mateo, era el cuerpo de su nieta ahogada 40 años atrás. Que
parecía seguir teniendo 10 añitos, el mismo pelo rubio y la misma cara de
inocencia. “No te asustes. Soy Mateo,
muchas gracias por acompañarme a buscar a mi nieta, por fin la he encontrado y
volvemos a ser una familia unida” Me dijo con su voz
de niñita. “Debes marcharte antes que
termine la tormenta o tu también morirás ahogado. Yo tengo que marcharme con
mis papás que también son mis hijos” me sonrió mientras me
acariciaba el pelo como siempre hacía Mateo y se lanzó al agua. Esta vez no
intenté agarrarla porque sabía que era inútil. Mateo volvía a estar con sus
hijos y su nieta.
Recogí el ancla y regresé a casa. Desde entonces, cada vez
que veo una niña rubia en el puerto me acuerdo de la nieta de Mateo, tal vez
porque deseo que esa niña me sonría y me acaricie el pelo.
Muy interesante. Buena cap
ResponderEliminarBonita cap :3
ResponderEliminarInteresante historia, murió con el cuerpo de su nieta :|
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