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Alguien vive en mi cabeza… Y en la tuya.
Por las noches cuando cierro los ojos lo oigo respirar. Arrastrándose por mi cerebro. Contaminando mis ideas. Susurrando: “Mátaloooos, así podrás descansar”
Sólo las pastillas me hacen olvidar que está ahí. Por eso las tomo continuamente.
Pero últimamente nada lo hace callar. Está más vivo que nunca.
Ya no se limita a pedirme que os mate.
Ahora siento como su furia recorre mis venas.
No puedo evitar que mire a través de mis ojos y que controle mis pies y mis manos.
Me hace andar sin que yo pueda pararme y me hace usar objetos.
Ayer, cuándo desperté, estaba en pie acariciando un cuchillo enorme mientras miraba a mi marido durmiendo.
Me costó trabajo controlarlo, evitar acercarme a él y cortarle el cuello.
“Eres una cobarde, así nunca podremos ser libres” me decía con odio.
Yo sólo podía llorar y sentir las lágrimas quemando mi rostro como si fueran ácido.
Recordaba que mi abuela y mi madre se ahorcaron en el mismo árbol y en la misma rama cuando se volvieron locas.
Pero yo nunca creí que ellas estuvieran locas. Nunca lo estuvieron. Simplemente podían sentir lo que nadie más podía sentir.
Yo tampoco lo estoy. Simplemente puedo sentir lo que vosotros no podéis apreciar.
Pero no os creáis a salvo, vosotros también tenéis un demonio que vive en vuestro cerebro y que hará que dañéis a la gente que os ama. Pero vosotros no os dais cuenta.
Esta mañana desperté con el corazón agitado. Miré a mi esposo durmiendo a mi lado y sentí la misma furia que me hace sentir al despertar. Parecía tan inocente, tan indefenso.2
Me levanté silenciosamente y con los pies descalzos, para no hacer ruido, fui a la cocina donde recogí el mismo cuchillo con el que quise matarlo el otro día. De puntillas me acerqué a su lado. Veía sus venas palpitar con un rojo intenso y me pareció precioso el espectáculo de las sábanas manchadas con su sangre.
“MÁTALO, MÁTALO, MÁTALO” repetía una y otra vez la voz en mi cabeza. Y yo levanté el cuchillo. iba a clavárselo cuando tuve un leve destello de conciencia. Pensé que había conseguido liberarme del control de la voz en mi cabeza.
Ese demonio, ese ser maligno intentaba que dañara a las personas que quiero, no podía permitirlo y sólo había una forma de evitarlo.
Guardé el cuchillo en el bolsillo de mi bata y corriendo busqué la cuerda con la que se habían ahorcado mi abuela y mi madre.
“NO LO HAGAS” parecía suplicar la voz.
Subida a una escalera até la cuerda a la rama del árbol dónde se había colgado mi familia y la anudé a mi cuello. Luego salté y sentí como se apretaba el nudo apretando mi garganta. Me asfixiaba rápidamente, no quería luchar por mi vida así que me rendí a mi destino. Quise cerrar los ojos mientras esperaba la muerte. Pero no pude cerrarlos. Horrorizada contemplé como mis manos a las que ya no controlaba cortaban la cuerda con el cuchillo que había guardado en mi bata.
Después, lentamente, bajé por la calera sonriendo. “Ahora tengo un cuerpo con el que puedo matar y destruir a tu familia”
Yo quería pararlo, agarrar el cuchillo y clavármelo en el pecho. Pero mi cuerpo ya no me pertenecía.
Ya no podía pararlo. Nunca más podría hacerlo porque yo sólo era una voz en su cabeza.
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