Esta era la noche que tanto había esperado. La noche en que
las fuerzas demoniacas tienen el poder suficiente para luchar contra los
ángeles del cielo y vencerles. Y era la noche en la que sabía que tendría que
pelear con Lorena por mi alma y por el dominio del planeta.
Empezaba a apestar a carne muerta, el viento se había parado
y la noche parecía tan silenciosa como la tumba de la que debería salir Lorena.
Sentí como se erizaba el vello en mi cuerpo y saqué la espada. La única forma
de matarla era cortarle la cabeza.
Me di cuenta que la luz de la Luna había cambiado de color,
ahora era del color de la sangre. Ya no había dudas de que Lorena había vuelto
de entre los muertos y que me iba a buscar.
Con el dorso de la mano me sequé el sudor y temblorosamente
cargué la pistola con balas de plata. Ojalá fueran lo suficientemente poderosas
para aturdirla y pudieran concederme el tiempo necesario para cortarle el
cuello.
Escuché pasos que bajaban por la torre de la Iglesia. Lorena
se había librado de su tumba en terreno sagrado y ahora iba a por mí.
Iba a ser una lucha a vida o muerte. Los pasos cesaron de
bajar escalones y escuché como chirriaba la puerta de la torre mientras se abría.
Y la noche volvía a sonar, pareciera como si todas las criaturas inmundas del
callejón estuvieran saludando a su dueña. Pero no era el ruido mas repugnante.
Desde el final del callejón se escuchaba el reptar baboso e inmundo de un
cuerpo demoniaco.
Allí estaba enfrente de mí. El asqueroso cuerpo demoniaco de
Lorena. Me hubiera dado pena y tal hubiera sentido compasión si no estuviera
allí para matarlo.
Poco a poco se fue acercando. Ya le podía ver los ojos. Tan
rojos como las llamas del infierno. Preparé la espada para cortarle la cabeza y
devolverla para siempre a la tumba de la que nunca debió salir.
Entonces y haciendo un gran esfuerzo me habló.
“Maldito demonio, has mancillado la obra de Dios robando mi
cuerpo”
No lo pensé un segundo, le disparé dos tiros en la frente.
Ese cuerpo repugnante se quedó paralizado, mientras la plata se disolvía en la
carne demoniaca. Blandí la espada con mis dos manos y le corté la cabeza que
rodó entre los tacones de mis botas. Ahora este cuerpo que había sido del ángel
Lorena y que había luchado por la luz era mío para siempre y podría usarlo para
que las tinieblas se extendieran en este maldito planeta.
Están raras tus historias, pero me gustan; como los explicas y en vuelves al lector.
ResponderEliminarQuizás me equivoque, vane, pero me gusta que quien vaya a leer una caption mía no sepa lo que se va a encontrar ni como va a terminar.
ResponderEliminarPero lo que te digo, quizás me esté equivocando.
Gracias por comentar Vane
Buena cap maligna
ResponderEliminarUna cap muy peculiar, buena
ResponderEliminar