“Great Shift” fue uno de los mayores acontecimientos de la
historia a nivel mundial. De repente millones de personas se encontraron en
cuerpos diferentes. Algunos estaban encantados con el cambio, habían
rejuvenecido, enriquecido o simplemente habían conseguido un cuerpo más bello y
saludable. La mayoría parecía enfadada.
En mi caso personal siempre había odiado mi cuerpo y mis
malas situaciones laborales y económicas. Era la persona más adecuada para
agradecer el “Great Shift” y cambiar de cuerpo. Pero, en un evento en el que el
90% de la población mundial había cambiado cuerpo resultó que yo estaba en el
10% que se quedó en el suyo propio. Desesperado me fui a pasear por los
alrededores entre el caos y la multitud que buscaba a sus antiguos cuerpos.
Allí fue donde me encontré a Rosana, la loca del barrio. Estaba pegando gritos
mientras decía que ella era Lucía Monclova, la hija del mayor terrateniente del
país. Maquinando mi siguiente paso le dije que yo formaba parte del comité
investigador del “Great Shift” del gobierno y que me encargaría de volverla a
su cuerpo si me demostraba que era Lucía.
Ella se sintió muy aliviada y lo pensó poco, así que inmediatamente
empezó a darme detalles personales que sólo podía conocer Lucía Monclova.
Estuve más de 5 horas charlando con ella y conociendo todas las pruebas para
demostrar que esa vieja era en realidad Lucía Monclova. Tras la charla estaba
completamente seguro de que la persona ante mí era de verdad Lucía. Así que hice
mi siguiente paso, sin ningún miramiento arrastré a la vieja hasta el sótano de
mi casa y allá la encerré en lo más profundo y más oscuro. Seguidamente me
dirigí al cuartel de la policía a denunciar que en el “Great Shift” había
cambiado de cuerpo con el de un hombre y que yo era en realidad Lucía Monclova.
Me apuntaron en una lista de personas que reclamaban ser Lucía Monclova y me
citaron a un examen 2 meses después para verificar quien es quien.
Como esperaba, Lucía aguantó poco tiempo encerrada a oscuras
y empezó a dar síntomas de enajenación mental. Me bastó con una llamada al
Frenopático y un examen de media hora para que la declararan oficialmente con
demencia senil aguda y se la llevaran en la ambulancia para encerrarla en una
loquería bastante lejana.
Ahora era libre y nadie podía evitar que reclamara la identidad
de Lucía Monclova. Así que 2 meses después me presenté al examen de
identidades. Yo reclamé la propiedad del cuerpo de Lucía Monclova al mismo
tiempo que más de una decena de personas. Con los detalles que me había contado
Lucía me resultó bastante fácil pasar rondas del examen mientras que veía cómo
iban eliminando candidatos que eran multados y algunos encarcelados por
intentar robar una identidad. Finalmente, sólo quedamos 2. Yo mismo y una mujer
asiática de cuarentaytantos años. Era sorprendente, esta mujer parecía conocer
hasta el mínimo detalle de la vida de Lucía. No podía entender como era esto
posible porque si de algo estaba seguro era que esta persona no era la
auténtica Lucía, porque la auténtica Lucía estaría sedada y encerrada en una
celda acolchada. Me estaba quedando sin comodines, ya casi no tenía ningún “secretito”
para apoyar mi identidad cuando me di cuenta de lo que pasaba. Llamé a un
investigador y le conté que esa mujer era mi padre, es decir, el padre de Lucía.
Los policías se la llevaron unos minutos a un cuarto cercano y apenas 5 minutos
después volvían para contarme que tenía razón, que ese hombre era mi padre y
que había conseguido demostrar que yo era la auténtica Lucía Monclova. Me aguanté
las ganas de saltar y gritar de alegría y simulé estar enfadada para exigir que
esa mujer no volviera a mi casa como mi padre porque había intentado robarme el
cuerpo y podría intentar vengarse. Estuvieron de acuerdo y un fiscal presente
en la sala prometió encargarse del tema. Ahora, todas las propiedades de la
familia Monclova eran oficialmente mías.
Poco después me entregaron un DNI de cambio temporal y me
preguntaron si quería recuperar mi cuerpo original o quedarme en el actual. La
verdad es que esto me sorprendió, no sabía que se podían revertir los cambios y
devolver las identidades a sus cuerpos originales. No lo dudé un segundo y
reclamé un cambio de cuerpos. En el cuerpo de Lucía Monclova se encontraba una
niña de 5 años que no puso ningún problema en abandonar esa carcasa tan grande
para volver a su cuerpo de nacimiento.
Todavía tuvieron que pasar otros 2 meses para que me avisaran
para ir al hospital y me llevaran a un quirófano donde se iba a efectuar el
cambio de cuerpos. Allí vi al cuerpo de Lucía, tan bellaaa, tumbado en una cama
y otra vacía justo a su izquierda donde yo me tumbé y donde me sedaron y me
durmieron.
Al día siguiente desperté y me maravilló la luminosidad de
los colores, el olor tan fresco y la suavidad de mi piel. Me levanté me miré en
el espejo y me enamoré de mi nuevo cuerpo. Ahora tenía 19 años, era millonaria,
estudiaba derecho y era feliz.
Marché a mi nueva mansión dónde me recibió el servicio en
pleno frente a la puerta. Recorrí las decenas de habitaciones y me dirigí al despacho
que fuera del padre de Lucía y que ahora era mío. Puse mis zapatos encima de la
mesa y disfrute del poder que ahora era mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te ha pasado que quieres decir algo pero las palabras no son suficientes? Ahora puedes colocar imágenes o vídeos en comentarios, con los siguientes códigos:
[img]URL de la imagen[/img]
[video]URL del video[/video]