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domingo, 19 de marzo de 2017

Yo No Cambié



“Great Shift” fue uno de los mayores acontecimientos de la historia a nivel mundial. De repente millones de personas se encontraron en cuerpos diferentes. Algunos estaban encantados con el cambio, habían rejuvenecido, enriquecido o simplemente habían conseguido un cuerpo más bello y saludable. La mayoría parecía enfadada.
En mi caso personal siempre había odiado mi cuerpo y mis malas situaciones laborales y económicas. Era la persona más adecuada para agradecer el “Great Shift” y cambiar de cuerpo. Pero, en un evento en el que el 90% de la población mundial había cambiado cuerpo resultó que yo estaba en el 10% que se quedó en el suyo propio. Desesperado me fui a pasear por los alrededores entre el caos y la multitud que buscaba a sus antiguos cuerpos. Allí fue donde me encontré a Rosana, la loca del barrio. Estaba pegando gritos mientras decía que ella era Lucía Monclova, la hija del mayor terrateniente del país. Maquinando mi siguiente paso le dije que yo formaba parte del comité investigador del “Great Shift” del gobierno y que me encargaría de volverla a su cuerpo si me demostraba que era Lucía. 
  
Ella se sintió muy aliviada y lo pensó poco, así que inmediatamente empezó a darme detalles personales que sólo podía conocer Lucía Monclova. Estuve más de 5 horas charlando con ella y conociendo todas las pruebas para demostrar que esa vieja era en realidad Lucía Monclova. Tras la charla estaba completamente seguro de que la persona ante mí era de verdad Lucía. Así que hice mi siguiente paso, sin ningún miramiento arrastré a la vieja hasta el sótano de mi casa y allá la encerré en lo más profundo y más oscuro. Seguidamente me dirigí al cuartel de la policía a denunciar que en el “Great Shift” había cambiado de cuerpo con el de un hombre y que yo era en realidad Lucía Monclova. Me apuntaron en una lista de personas que reclamaban ser Lucía Monclova y me citaron a un examen 2 meses después para verificar quien es quien.
Como esperaba, Lucía aguantó poco tiempo encerrada a oscuras y empezó a dar síntomas de enajenación mental. Me bastó con una llamada al Frenopático y un examen de media hora para que la declararan oficialmente con demencia senil aguda y se la llevaran en la ambulancia para encerrarla en una loquería bastante lejana.




Ahora era libre y nadie podía evitar que reclamara la identidad de Lucía Monclova. Así que 2 meses después me presenté al examen de identidades. Yo reclamé la propiedad del cuerpo de Lucía Monclova al mismo tiempo que más de una decena de personas. Con los detalles que me había contado Lucía me resultó bastante fácil pasar rondas del examen mientras que veía cómo iban eliminando candidatos que eran multados y algunos encarcelados por intentar robar una identidad. Finalmente, sólo quedamos 2. Yo mismo y una mujer asiática de cuarentaytantos años. Era sorprendente, esta mujer parecía conocer hasta el mínimo detalle de la vida de Lucía. No podía entender como era esto posible porque si de algo estaba seguro era que esta persona no era la auténtica Lucía, porque la auténtica Lucía estaría sedada y encerrada en una celda acolchada. Me estaba quedando sin comodines, ya casi no tenía ningún “secretito” para apoyar mi identidad cuando me di cuenta de lo que pasaba. Llamé a un investigador y le conté que esa mujer era mi padre, es decir, el padre de Lucía. Los policías se la llevaron unos minutos a un cuarto cercano y apenas 5 minutos después volvían para contarme que tenía razón, que ese hombre era mi padre y que había conseguido demostrar que yo era la auténtica Lucía Monclova. Me aguanté las ganas de saltar y gritar de alegría y simulé estar enfadada para exigir que esa mujer no volviera a mi casa como mi padre porque había intentado robarme el cuerpo y podría intentar vengarse. Estuvieron de acuerdo y un fiscal presente en la sala prometió encargarse del tema. Ahora, todas las propiedades de la familia Monclova eran oficialmente mías.
Poco después me entregaron un DNI de cambio temporal y me preguntaron si quería recuperar mi cuerpo original o quedarme en el actual. La verdad es que esto me sorprendió, no sabía que se podían revertir los cambios y devolver las identidades a sus cuerpos originales. No lo dudé un segundo y reclamé un cambio de cuerpos. En el cuerpo de Lucía Monclova se encontraba una niña de 5 años que no puso ningún problema en abandonar esa carcasa tan grande para volver a su cuerpo de nacimiento.
Todavía tuvieron que pasar otros 2 meses para que me avisaran para ir al hospital y me llevaran a un quirófano donde se iba a efectuar el cambio de cuerpos. Allí vi al cuerpo de Lucía, tan bellaaa, tumbado en una cama y otra vacía justo a su izquierda donde yo me tumbé y donde me sedaron y me durmieron.



Al día siguiente desperté y me maravilló la luminosidad de los colores, el olor tan fresco y la suavidad de mi piel. Me levanté me miré en el espejo y me enamoré de mi nuevo cuerpo. Ahora tenía 19 años, era millonaria, estudiaba derecho y era feliz.
Marché a mi nueva mansión dónde me recibió el servicio en pleno frente a la puerta. Recorrí las decenas de habitaciones y me dirigí al despacho que fuera del padre de Lucía y que ahora era mío. Puse mis zapatos encima de la mesa y disfrute del poder que ahora era mío.



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