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Alejandra era una persona muy desgraciada. A pesar de tener
juventud, belleza y fama no era feliz. Era difícil de explicar, pero la persona
que lo tenía todo no podía disfrutar de sus innumerables dones. A sus 23 años
aún no había alcanzado el amor que ella creía merecer.
Los hombres la querían sólo por su cuerpo o por su dinero. Nadie
parecía quererla por su buen corazón o por su personalidad dulce y amable.
Siendo millonaria vestía con ropas destrozadas y salía a la calle sola para no
intimidar a nadie y que la consideraran como una persona normal y corriente.
Pero eso tampoco parecía funcionar. Seguía asustando a la
gente normal, mientras que las clases altas de la ciudad la consideraban como
un caso perdido, una inadaptada que era incapaz de ser feliz y hacer feliz a quien
la acompañara.
Cuándo se tiene mucho se corre el riesgo de no valorar lo
que siempre se ha poseido. Y eso le pasaba a Alejandra, a pesar de tenerlo todo
era incapaz de aprovechar sus dones. La vida cada día se le hacía más odiosa e insatisfactoria,
aunque fuera una vida fácil y repleta de lujos. Así que un día decidió hacer el
último paso. Quería acabar con todo. Desde la habitación más alta de uno de los
hoteles familiares se asomó a la ventana, se subió al borde y decidió tirarse al
vacío.
Respiró profundo, deslizó una pierna fuera de la ventana y
reunió sus últimas fuerzas para acabar con sus desgracias, con su dolor y con
su vida. Apenas le quedaban segundos de vida.
Ese fue el momento en que su alma iba a abandonar su cuerpo
y cuando mi espíritu podía poseer el cuerpo de alguien que no amaba su vida y reanimar
un cuerpo al cual podía dar con mi posesión nuevas fuerzas y nuevas esperanzas.
Fue fácil poseer su cuerpo. Alejandra no tenía ningún deseo
de sobrevivir y aunque se dio cuenta como mi alma entraba en su cuerpo y
expulsaba a su espíritu fuera del suyo no opuso ninguna resistencia. En pocos
seguros tenía el completo dominio del cuerpo de Alejandra. Fue una sensación
tan fuerte que estuve a punto de perder el equilibrio y caer de la ventana en
la que de repente me encontré encaramado. Con cuidado bajé y me miré en el
espejo. Era una auténtica belleza, pero abandonada física y mentalmente.
Este cuerpo se merecía una nueva posibilidad de triunfar en
la vida. Y yo iba a dárselo. Iba a cambiar su estilo al vestir, iba a cambiar
su forma de relacionarse con los demás e iba a gastar su dinero cómo si no
hubiera un mañana.
En pocos días todo había cambiado. El cuerpo de Alejandra,
conmigo al mando, daba muestras de alegría y felicidad. No tardé mucho en
conseguir amigos, en organizar fiestas y en ser una de las chicas más populares
de la ciudad. Estaba aprendiendo a ser mujer y a ser millonaria.
Pero necesitaba algo más, necesitaba conseguir lo que
Alejandra siempre deseó pero nunca pudo conseguir, necesitaba llevar el cuerpo
de Alejandra al máximo de sus posibilidades.
Necesitaba que fuera conocida y admirada a nivel mundial. Ser la más
elegante y la más deseada. Y eso no podía conseguirlo en mi pequeña ciudad,
necesitaba marchar a la capital y contactar con diseñadores, agencias de
modelos y estilistas. Gente que me transformara por completo en la mujer que
Alejandra merecía y deseaba ser y en la que yo me iba a convertir.
Pocos días después estaba en el aeropuerto para marchar a
una nueva vida.
Poco más de 2 años después estaba de vuelta en la ciudad.
Había utilizado mi dinero para comprar voluntades y compañías. En un principio
había pagado para participar en desfiles de moda, pero ahora me pagaban
inmensas fortunas simplemente porque estuviera de espectadora. Cómo modelo era
una de las más conocidas y más solicitadas. Cómo hembra era el sueño de los
hombres y la envidia de las mujeres, cómo millonaria había comprado a todos y a
casi todos.
Había conseguido la vida de respeto y admiración que
Alejandra siempre había deseado y que yo ahora disfrutaba desde su cuerpo.
No sé dónde estará Alejandra, pero algo es seguro, allá
dónde esté deberá estar orgullosa de que su cuerpo haya alcanzado el destino y
la felicidad por la que estaba dispuesta a morir y por la que yo, ahora, estoy
viviendo.
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