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Era mi gran ocasión de comenzar de nuevo. Una nueva vida, un
nuevo cuerpo, un nuevo sexo y un futuro aparentemente maravilloso.
Nunca estuve contento con mi vida, no me gustaba mi trabajo,
no tenía dinero y encima era un hombre que deseaba ser mujer. Desde joven tuve
que trabajar de Sol a Sol, lo cual me impidió estudiar e incluso tener amigos.
A mis 30 y muchos años era una persona solitaria y refunfuñona, siempre me
quejaba de mi mala suerte y de mi incierto futuro.
Pero todo cambió el día que encontré el medallón de Zulo. Lo
encontré en una pequeña tienda del barrio chino, no podía creer mi increíble
hallazgo. Alguien estaba vendiendo la joya mágica más importante de la historia
de la Humanidad, y aunque su aspecto era desagradable, por él se habían
declarado guerras y habían muerto y cambiado de cuerpos miles de personas. Nada más comprarlo pensé en usarlo para
cambiar de cuerpos y destinos con Susi, la que había sido la chica más guapa de
mi Instituto. Una chica guapísima pero poco inteligente que se había casado con
el empollón multimillonario de la Universidad. Me colé en su gigantesco chalet
e iba a cambiar de cuerpo con ella cuando vi a su hija durmiendo plácidamente en
su habitación. Era incluso más guapa que su madre y además debía tener el
cerebro de su padre. Así que no lo dudé y cambié de cuerpos con la niña. En
cuanto noté que controlaba su cuerpo empecé a gritar “SOCORROOOO”, e inmediatamente
llegaron sus padres y 2 guardias de seguridad que golpearon, tiraron al suelo y
esposaron a mi antiguo cuerpo. Poco después se lo llevaban preso al cuartelillo
mientras gritaba “Papá, Mamá, soy Alba… este no es mi cuerpo”
Mientras tanto mis nuevos padres me abrazaban y me decían
que estuviera tranquila, que ya estaban ellos aquí y me cuidarían y nuca me
pasaría nada.
Dos días después tiraba el medallón por el WC de mi nueva
escuela. Estaba en los primeros años de primaria, tenía un cerebro brillante,
un cuerpo que cuándo creciera me permitiría ser modelo, y unos padres ricos que
me iban a pagar todo cuanto quisiera. Porque yo era su niña bonita y su niñita
consentida y tenía una gran vida y un futuro brillante.
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