El proceso de posesión era lento. Poco a poco me iba haciendo con el control del cuerpo de un ángel. Me costaba trabajo creer que me iba a convertir en una criatura celestial.
Iba a tener 8 ochos por los siglos y los siglos, no
envejecería, no enfermaría y mi aspecto sería siempre el de una criatura
maravillosa y adorable. Ni siquiera me importaba cambiar de sexo. ¿Qué importa
ser hombre o mujer si esto supone convertirse en un ser superior? Y además los
ángeles no tienen sexo, o al menos eso dicen.
Conforme iba ganando el dominio del cuerpo iba expulsando al
ángel de su maravillosa residencia material y lo mandaba al infierno de un
cuerpo humano, masculino, viejo, débil e inferior que era en el mío propio y
que deseoso de un alma que le mantuviera con vida atraía al espíritu del ángel
sin remedio.
Con esta forma debería tener acceso al cielo, y si no la
tuviera tampoco me importa porque ahora yo soy hermana de Satán, porque también
soy un ángel caído y La Tierra será mi reino.
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