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Siempre me habían gustado las pelirrojas. Y esta era
perfecta.
Había visto a Claudia por televisión. La admiraba con todo
mi corazón, tenía personalidad, belleza, carisma, juventud y mucho, mucho
dinero.
Así que cuando conseguí una “Costume Gun” sabía cuál debía
ser mi objetivo. No quise probarla con nadie. Si sólo podía hacer un disparo
quería que fuera en Claudia. Busqué en Internet en que ciudad estaba. Encontré
que participaba en un desfile de moda en París, así que gastando los ahorros
que me quedaban compré un billete a París y alquilé una habitación en el Hotel donde
se hospedaba. Esperé toda la noche hasta que la escuché en el pasillo abrir la
puerta de su habitación. Nunca la había
visto tan bella con ese vestidito rojo, hasta me dio reconcomia por lo que iba
a hacerle. Con cuidado de que nadie me viera llamé a su puerta diciendo que era
de recepción. Y sorprendentemente ella misma abrió. Fue lo último que hizo. 2
minutos después su piel se había convertido en algo parecido a un traje de goma
elástica y sus huesos se habían disuelto en una especie de líquido maloliente
que absorbió la moqueta.
Cogí esta piel, la
ropa y los zapatos que estaban bajo ella y casi corriendo entré en su
habitación y cerré el pestillo. Los deposité sobre la cama mientras yo me
desnudaba. A continuación introduje mi pierna derecha dentro de la goma que
antes era su pierna derecha. Luego la izquierda y subí la gomita hasta mi
cintura. Inmediatamente noté un orgasmo profundo, algo irreal, 100 veces mejor
que el mejor de los polvos de mi vida. Finalmente cubrí con su piel mi cuerpo entero
y me puse el casco que otrora fuera la cabeza de Claudia. Y justo entonces fue cuándo
comenzó un dolor insoportable mientras notaba cómo se movían los huesos y los
órganos en mi cuerpo. No puedo decir cuánto duró ese sufrimiento, pero cuándo
terminó me miré en el espejo del cuarto de baño, y ya no estaba mi antiguo yo
frente al espejo, estaba Claudia. Estaba mi nuevo yo y yo era Claudia. Me sorprendió
que seguía maquillada y peinada de la misma forma en la que Claudia se maquilló
el día anterior. Me vestí con la ropa que traía cuándo le disparé y me puse sus
zapatos rojos de tacón. Justo en ese momento alguien llamó a la puerta: “Claudia,
son más de las 10 de la mañana, sal ya que el desfile continúa”
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