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jueves, 23 de marzo de 2017

Una Noche

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Siempre me habían gustado las pelirrojas. Y esta era perfecta.
Había visto a Claudia por televisión. La admiraba con todo mi corazón, tenía personalidad, belleza, carisma, juventud y mucho, mucho dinero.
Así que cuando conseguí una “Costume Gun” sabía cuál debía ser mi objetivo. No quise probarla con nadie. Si sólo podía hacer un disparo quería que fuera en Claudia. Busqué en Internet en que ciudad estaba. Encontré que participaba en un desfile de moda en París, así que gastando los ahorros que me quedaban compré un billete a París y alquilé una habitación en el Hotel donde se hospedaba. Esperé toda la noche hasta que la escuché en el pasillo abrir la puerta de su habitación.  Nunca la había visto tan bella con ese vestidito rojo, hasta me dio reconcomia por lo que iba a hacerle. Con cuidado de que nadie me viera llamé a su puerta diciendo que era de recepción. Y sorprendentemente ella misma abrió. Fue lo último que hizo. 2 minutos después su piel se había convertido en algo parecido a un traje de goma elástica y sus huesos se habían disuelto en una especie de líquido maloliente que absorbió la moqueta.
 Cogí esta piel, la ropa y los zapatos que estaban bajo ella y casi corriendo entré en su habitación y cerré el pestillo. Los deposité sobre la cama mientras yo me desnudaba. A continuación introduje mi pierna derecha dentro de la goma que antes era su pierna derecha. Luego la izquierda y subí la gomita hasta mi cintura. Inmediatamente noté un orgasmo profundo, algo irreal, 100 veces mejor que el mejor de los polvos de mi vida. Finalmente cubrí con su piel mi cuerpo entero y me puse el casco que otrora fuera la cabeza de Claudia. Y justo entonces fue cuándo comenzó un dolor insoportable mientras notaba cómo se movían los huesos y los órganos en mi cuerpo. No puedo decir cuánto duró ese sufrimiento, pero cuándo terminó me miré en el espejo del cuarto de baño, y ya no estaba mi antiguo yo frente al espejo, estaba Claudia. Estaba mi nuevo yo y yo era Claudia. Me sorprendió que seguía maquillada y peinada de la misma forma en la que Claudia se maquilló el día anterior. Me vestí con la ropa que traía cuándo le disparé y me puse sus zapatos rojos de tacón. Justo en ese momento alguien llamó a la puerta: “Claudia, son más de las 10 de la mañana, sal ya que el desfile continúa”

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