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martes, 20 de junio de 2017

La Relación Imposible de Dos Lesbianas



Discutía con Ana porque la amaba tanto….
Ana era joven, guapa y acababa de doctorarse en derecho. Yo, por el contrario, era 20 años más vieja con ella, empezaba a tener la cara llena de arrugas y mi único trabajo había sido servir hamburguesas en un restaurante de comida rápida.
Sin embargo, Ana me quería con toda su alma. Las dos éramos lesbianas y habíamos sido amantes durante años. Yo le había pagado sus estudios con mi trabajo en el restaurante y ella me correspondía con sesiones de amor nocturno y una fidelidad que sólo pueden dar las auténticas amantes.
Por eso no podía permitir que destrozara su vida. El mismo día en que se graduóó, con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado, le pedí que se marchara. No podíamos seguir juntas. La vida de dos lesbianas que viven en el mismo piso es muy difícil para que además una de ellas intente desarrollar una carrera profesional. Si permanecía a mi lado ningún despacho de abogados contrataría a Ana, Y tampoco podría trabajar como autónoma porque ningún banco le daría financiación y acabaría dedicándose a trabajo menores como es despachar hamburguesas en un restaurante de comida rápida.  Ana me rogó que por favor no le pidiera que se marchara, que le diera tiempo para conseguir trabajo. Y se lo di. No sirvió de nada, nadie quería contratar a una lesbiana que convive con otra mujer. Tras varios meses de búsqueda era evidente que debía marcharse. El día de su partida, Ana me cogió las manos, me las besó y me prometió que en 1 año volveríamos a estar juntas y esta vez sería para siempre.
Con paciencia esperé que acabara el año. Sabía que Ana iba a regresar e intentaría que me marchara con ella. De nuevo tendría que decirle que por su bien no podía hacerlo y volvería a sufrir el tremendo dolor de perder a mi amiga y amante.
Exactamente 12 meses después sucedió algo muy extraño. Terminé mi jornada de trabajo, marché a mi piso con la idea de descansar un poco y depositada cuidadosamente en el sofá en el que me iba a tumbar encontré con algo parecido a una muñeca con el aspecto de Ana. Estaba claro que Ana había vuelto, había usado sus llaves para entrar y me había dejado ese regalo para recordarla. Lo que no llegaba a entender era porque se había marchado sin despedirse. Con toda la alegría de mi alma me abracé a la extraña muñeca. Era muy ligera, parecía que no tenía relleno y transmitía la sensación de que era tan solo una piel de tacto casi humano.  Mientras la abrazaba escuché que la muñeca susurraba algo a mi oído. “VÍSTEME…VÍSTEME” No entendía lo que pasaba y tampoco lo que significaba, pero era un regalo de Ana y ella me amaba como nadie me había amado, no me haría daño.
Miré en la espalda de la muñeca y encontré una cremallera diminuta escondida entre los pliegues de piel. Entonces supe lo que tenía que hacer. Me desvestí rápidamente, abrí la cremallera e introduje mi pierna izquierda dentro de la pierna izquierda de la muñeca. El resultado era asombroso, mi pierna parecía más delgada, más joven y más fuerte. Luego introduje la derecha y el resultado era el mismo. Evidentemente se trataba de un bodysuit mágico que era capaz de modificar mi cuerpo para que pareciera más joven. Subí la piel hasta mi cintura y sin mucho esfuerzo coloqué mis brazos dentro de los brazos de la muñeca. Agarré la piel de mi espalda y la subí hasta que me cubrió el cuello. Me miré en el espejo. Ahora tenía un cuerpo joven y bello, casi idéntico al de Ana. Incluso me sentía más sana y fuerte, como si volviera a tener 24 años. Sonriendo cogí la cabeza de la muñeca que copiaba la de Ana. Me costó algo más de trabajo encajarla sobre la mía, pero lo conseguí, hice coincidir mis ojos con los ojos simulados de la careta, los agujeros de la nariz de la muñeca con los míos propios y sus orejas con mis oídos. Cuando terminó el proceso sentí un poco de dolor, como si mis huesos se movieran para adaptarse a su nueva forma, pero duró poco. Instantes después me sentía mejor que nunca. Me movía con facilidad y lo hacía con una fuerza y agilidad impropia de mi edad. Me volví a mirar en el espejo y sonreí. Me había convertido en una mujer idéntica a Ana. Ahora entendía su plan, con este aspecto podría decir que era su hermana gemela y nadie se opondría a que dos hermanas gemelas vivieran juntas. Podríamos retomar nuestra vida como amantes lesbianas y vivir en la misma casa sin que nadie sospechara nada.
Feliz me senté en el sofá y me quedé esperando a que volviera Ana para darle el mayor beso que nunca le habían dado y comenzar a vivir juntas para siempre.
Llevaba una hora esperando a que volviera Ana cuando extrañas imágenes y sonidos inundaron mi mente. Eran las memorias de Ana que ahora las sentía como si fueran las mías propias. Recordaba su niñez, como sus padres la expulsaron de casa al descubrir que era lesbiana, el día en que nos conocimos en el restaurante de comida rápida, las noches de sexo salvaje entre las dos, su agradecimiento cuando le dije que le pagaba los estudios y la alegría cuando me contó que se había graduado en derecho. Eran recuerdos felices y yo disfrutaba con mis nuevas memorias, eran tan intensas y claras que incluso era capaz de recitar hasta el último artículo que en su carrera había estudiado Ana.
Las siguientes imágenes no fueron tan agradables. Sus lágrimas cuando nos despedimos y su búsqueda desesperada de trabajo. Al menos terminaban bien, Ana firmaba un contrato por 5 años con una de los mejores despachos de abogados del país. Volví a disfrutar de sus recuerdos. Pero los siguientes recuerdos me borraron la sonrisa. Recordé como Ana conseguía una “costume gun”, esperaba escondida a que me marchara al trabajo, abría la puerta de mi piso, se sentaba en el sofá y se disparaba a si misma con la “costume gun”.
Esa extraña muñeca era Ana y yo estaba vistiendo su piel.
Entonces escuché por última vez la voz de Ana en mi cerebro. “Te dije que te amaba y que regresaría para que estuviéramos para siempre juntas. Ahora lo estamos y lo vamos a estar para siempre. Yo soy tú y tú eres yo. No hay una forma mejor de estar juntas. Tienes mi vida y cuerpo y yo viviré tu vida en tu cuerpo. Vamos a ser felices hasta que mueras de vieja”
Ana no me había fallado, había demostrado que me amaba. Ahora no podía fallarle yo. Tenía que hacerla feliz viviendo la vida de una abogada joven y sexy.

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