Discutía con Ana porque la amaba tanto….
Ana era joven, guapa y acababa de doctorarse en derecho. Yo,
por el contrario, era 20 años más vieja con ella, empezaba a tener la cara
llena de arrugas y mi único trabajo había sido servir hamburguesas en un
restaurante de comida rápida.
Sin embargo, Ana me quería con toda su alma. Las dos éramos
lesbianas y habíamos sido amantes durante años. Yo le había pagado sus estudios
con mi trabajo en el restaurante y ella me correspondía con sesiones de amor
nocturno y una fidelidad que sólo pueden dar las auténticas amantes.
Por eso no podía permitir que destrozara su vida. El mismo
día en que se graduóó, con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado, le
pedí que se marchara. No podíamos seguir juntas. La vida de dos lesbianas que
viven en el mismo piso es muy difícil para que además una de ellas intente
desarrollar una carrera profesional. Si permanecía a mi lado ningún despacho de
abogados contrataría a Ana, Y tampoco podría trabajar como autónoma porque
ningún banco le daría financiación y acabaría dedicándose a trabajo menores
como es despachar hamburguesas en un restaurante de comida rápida. Ana me rogó que por favor no le pidiera que
se marchara, que le diera tiempo para conseguir trabajo. Y se lo di. No sirvió
de nada, nadie quería contratar a una lesbiana que convive con otra mujer. Tras
varios meses de búsqueda era evidente que debía marcharse. El día de su partida,
Ana me cogió las manos, me las besó y me prometió que en 1 año volveríamos a
estar juntas y esta vez sería para siempre.
Con paciencia esperé que acabara el año. Sabía que Ana iba a
regresar e intentaría que me marchara con ella. De nuevo tendría que decirle
que por su bien no podía hacerlo y volvería a sufrir el tremendo dolor de
perder a mi amiga y amante.
Exactamente 12 meses después sucedió algo muy extraño.
Terminé mi jornada de trabajo, marché a mi piso con la idea de descansar un
poco y depositada cuidadosamente en el sofá en el que me iba a tumbar encontré
con algo parecido a una muñeca con el aspecto de Ana. Estaba claro que Ana
había vuelto, había usado sus llaves para entrar y me había dejado ese regalo
para recordarla. Lo que no llegaba a entender era porque se había marchado sin
despedirse. Con toda la alegría de mi alma me abracé a la extraña muñeca. Era
muy ligera, parecía que no tenía relleno y transmitía la sensación de que era tan
solo una piel de tacto casi humano.
Mientras la abrazaba escuché que la muñeca susurraba algo a mi oído.
“VÍSTEME…VÍSTEME” No entendía lo que pasaba y tampoco lo que significaba, pero
era un regalo de Ana y ella me amaba como nadie me había amado, no me haría
daño.
Miré en la espalda de la muñeca y encontré una cremallera
diminuta escondida entre los pliegues de piel. Entonces supe lo que tenía que
hacer. Me desvestí rápidamente, abrí la cremallera e introduje mi pierna
izquierda dentro de la pierna izquierda de la muñeca. El resultado era
asombroso, mi pierna parecía más delgada, más joven y más fuerte. Luego introduje
la derecha y el resultado era el mismo. Evidentemente se trataba de un bodysuit
mágico que era capaz de modificar mi cuerpo para que pareciera más joven. Subí
la piel hasta mi cintura y sin mucho esfuerzo coloqué mis brazos dentro de los
brazos de la muñeca. Agarré la piel de mi espalda y la subí hasta que me cubrió
el cuello. Me miré en el espejo. Ahora tenía un cuerpo joven y bello, casi
idéntico al de Ana. Incluso me sentía más sana y fuerte, como si volviera a
tener 24 años. Sonriendo cogí la cabeza de la muñeca que copiaba la de Ana. Me
costó algo más de trabajo encajarla sobre la mía, pero lo conseguí, hice
coincidir mis ojos con los ojos simulados de la careta, los agujeros de la
nariz de la muñeca con los míos propios y sus orejas con mis oídos. Cuando
terminó el proceso sentí un poco de dolor, como si mis huesos se movieran para
adaptarse a su nueva forma, pero duró poco. Instantes después me sentía mejor
que nunca. Me movía con facilidad y lo hacía con una fuerza y agilidad impropia
de mi edad. Me volví a mirar en el espejo y sonreí. Me había convertido en una
mujer idéntica a Ana. Ahora entendía su plan, con este aspecto podría decir que
era su hermana gemela y nadie se opondría a que dos hermanas gemelas vivieran
juntas. Podríamos retomar nuestra vida como amantes lesbianas y vivir en la
misma casa sin que nadie sospechara nada.
Feliz me senté en el sofá y me quedé esperando a que
volviera Ana para darle el mayor beso que nunca le habían dado y comenzar a
vivir juntas para siempre.
Llevaba una hora esperando a que volviera Ana cuando
extrañas imágenes y sonidos inundaron mi mente. Eran las memorias de Ana que
ahora las sentía como si fueran las mías propias. Recordaba su niñez, como sus
padres la expulsaron de casa al descubrir que era lesbiana, el día en que nos
conocimos en el restaurante de comida rápida, las noches de sexo salvaje entre
las dos, su agradecimiento cuando le dije que le pagaba los estudios y la
alegría cuando me contó que se había graduado en derecho. Eran recuerdos
felices y yo disfrutaba con mis nuevas memorias, eran tan intensas y claras que
incluso era capaz de recitar hasta el último artículo que en su carrera había
estudiado Ana.
Las siguientes imágenes no fueron tan agradables. Sus
lágrimas cuando nos despedimos y su búsqueda desesperada de trabajo. Al menos
terminaban bien, Ana firmaba un contrato por 5 años con una de los mejores
despachos de abogados del país. Volví a disfrutar de sus recuerdos. Pero los siguientes
recuerdos me borraron la sonrisa. Recordé como Ana conseguía una “costume gun”,
esperaba escondida a que me marchara al trabajo, abría la puerta de mi piso, se
sentaba en el sofá y se disparaba a si misma con la “costume gun”.
Esa extraña muñeca era Ana y yo estaba vistiendo su piel.
Entonces escuché por última vez la voz de Ana en mi cerebro.
“Te dije que te amaba y que regresaría para que estuviéramos para siempre
juntas. Ahora lo estamos y lo vamos a estar para siempre. Yo soy tú y tú eres
yo. No hay una forma mejor de estar juntas. Tienes mi vida y cuerpo y yo viviré
tu vida en tu cuerpo. Vamos a ser felices hasta que mueras de vieja”
Ana no me había fallado, había demostrado que me amaba.
Ahora no podía fallarle yo. Tenía que hacerla feliz viviendo la vida de una
abogada joven y sexy.
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