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lunes, 12 de junio de 2017

El Suicida




Mark era un cobarde. Era incapaz de luchar por su vida y por el bien de la gente que lo amaba. Había subido a la terraza y tenía las piernas colgando en el vacío. No podía permitir que se tirara.
Con lágrimas en los ojos le supliqué que por favor no lo hiciera.
Me miró con tristeza y me dijo que hay vidas que no valen nada y que la suya, ahora, no valía nada. Volvió a mirar hacia el abismo sobre el que estaba sentado, inclinó su espalda, movió la cabeza hacia adelante y se soltó de manos.
Corriendo intenté agarrarlo, pero volvió a enderezarse y me miró con odio.
-          No me toques. Ni siquiera te acerques o me arrojo ya. Me dijiste que me amabas, que  harías cualquier cosa por mí, pero sólo querías robar mi vida de hombre y dejarme abandonado en tu cuerpo de mujer.
Me quedé parado y levanté los brazos para que supiera que no pensaba usarlos y que le pedía perdón.
-          Me engañaste, gritó. No me querías.  Eres una traidora y una ladrona.
Volvió a soltarse de manos. Volvió a mirar al vacío y supe que esta vez iba a saltar. Sólo podía hacer una cosa y la hice. Cerré los ojos y me concentré en la imagen de Mark. Lo imaginaba abrazándome, besándome, sentía sus labios, sentí la saliva en mi boca, sentí como la tragaba con mi alma en ella, volví a sentir el pelo de mi antiguo cuerpo en la espalda y el peso de los pechos, de nuevo, en mi cuerpo. Abrí los ojos y volvía a estar en mi antiguo cuerpo, sentado al borde del abismo.
Mark en su verdadero cuerpo me volvía a mirar con odio.
-          No me amabas, sólo querías robar mi cuerpo. Por eso cambiaste conmigo. Y cuando lo conseguiste te marchaste lejos de mí.
-          Te amo como no he amado a nadie en la vida. Te amo tanto que estaba dispuesta a dar mi vida por ti. Tú cuerpo tiene cáncer y morirá en pocos días. Por eso me fui, buscaba una cura, pero era tarde, el cáncer está demasiado extendido. Había elegido morir en tu cuerpo para que tu vivieras en él mío.
Mark comenzó a sufrir el dolor provocado por el cáncer que corría por sus venas y la enorme debilidad que le provocaba y supo que era verdad todo lo que le había contado. Le quedaban pocos días de vida, quizás fueran semanas de agonía y un sufrimiento espantoso. Y sintió pánico. Era un cobarde. Se acercó al borde de la azotea y saltó.
Yo me quedé llorando. Me esperaba una vida larga, pero dudaba que pudiera disfrutarla sin el amor de mi vida. Una vida que no tenía sentido sin Mark, miré al vacío y sentí ganas de saltar.

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