Mark era un cobarde. Era incapaz de luchar por su vida y por el bien de la gente que lo amaba. Había subido a la terraza y tenía las piernas colgando en el vacío. No podía permitir que se tirara.
Me miró con tristeza y me dijo que hay vidas que no valen
nada y que la suya, ahora, no valía nada. Volvió a mirar hacia el abismo sobre
el que estaba sentado, inclinó su espalda, movió la cabeza hacia adelante y se
soltó de manos.
Corriendo intenté agarrarlo, pero volvió a enderezarse y me
miró con odio.
-
No me toques. Ni siquiera te acerques o me
arrojo ya. Me dijiste que me amabas, que
harías cualquier cosa por mí, pero sólo querías robar mi vida de hombre
y dejarme abandonado en tu cuerpo de mujer.
Me quedé parado y levanté los brazos para que supiera que no
pensaba usarlos y que le pedía perdón.
-
Me engañaste, gritó. No me querías. Eres una traidora y una ladrona.
Volvió a soltarse de manos. Volvió a mirar al vacío y supe que
esta vez iba a saltar. Sólo podía hacer una cosa y la hice. Cerré los ojos y me
concentré en la imagen de Mark. Lo imaginaba abrazándome, besándome, sentía sus
labios, sentí la saliva en mi boca, sentí como la tragaba con mi alma en ella, volví
a sentir el pelo de mi antiguo cuerpo en la espalda y el peso de los pechos, de
nuevo, en mi cuerpo. Abrí los ojos y volvía a estar en mi antiguo cuerpo, sentado
al borde del abismo.
Mark en su verdadero cuerpo me volvía a mirar con odio.
-
No me amabas, sólo querías robar mi cuerpo. Por
eso cambiaste conmigo. Y cuando lo conseguiste te marchaste lejos de mí.
-
Te amo como no he amado a nadie en la vida. Te
amo tanto que estaba dispuesta a dar mi vida por ti. Tú cuerpo tiene cáncer y
morirá en pocos días. Por eso me fui, buscaba una cura, pero era tarde, el
cáncer está demasiado extendido. Había elegido morir en tu cuerpo para que tu
vivieras en él mío.
Mark comenzó a sufrir el dolor provocado por el cáncer que
corría por sus venas y la enorme debilidad que le provocaba y supo que era
verdad todo lo que le había contado. Le quedaban pocos días de vida, quizás
fueran semanas de agonía y un sufrimiento espantoso. Y sintió pánico. Era un
cobarde. Se acercó al borde de la azotea y saltó.
Yo me quedé llorando. Me esperaba una vida larga, pero
dudaba que pudiera disfrutarla sin el amor de mi vida. Una vida que no tenía
sentido sin Mark, miré al vacío y sentí ganas de saltar.
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