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A todos nos ha ocurrido, nos rascamos sobre una picazón y
sentimos un pequeño placer que aumenta cuanto más apretamos y más grande se
hace la picazón. tampoco necesitamos pensar para lamer una herida y chupar la
sangre, nuestro cuerpo lo hace de forma automática porque produce alivio y una
sensación de placer masoquista.
Ahora imaginemos esto multiplicado por cien, las inmensas
olas de placer que pueden recorrer el cuerpo humano cuando disfrutas derramando
aceite hirviendo sobre tus pechos y luego los lames con excitación sexual. O el
intenso paraíso de los sentidos que se crea cuando te cortas una mano y masajeas
la herida abierta.
Esto era lo que mi tío quería sentir, pero sin que le
quedaran secuelas físicas porque iba a mutilar mi cuerpo y me lo devolvería
destrozado una semana después.
Y yo le iba a ayudar a hacerlo.