Cuando éramos niños teníamos una prueba de valor.
Visitar por la noche la laguna dónde se ahogó Carmen Sanz y esperar que apareciera, nos agarrara por el pelo y nos ahogara en las aguas oscuras.
Pocos soportaban el miedo más de 15 minutos, pero muchos aseguraban haberla visto aparecer desde las profundidades. Toda blanca y semitransparente como son todas las ahogadas.