Esta mañana creo que desperté.
Pero no podía moverme, tampoco podía abrir los ojos. Sólo
escuchaba un coro de voces femeninas que repetía: “Dios te salve
María, llena eres de gracia…”
Intentaba mover los brazos, pero no lo conseguía. Intenté gritar,
pero no podía. Un fuerte olor a cera derretida me llenaba los pulmones, si es
que estaba respirando.
El coro repetía: “Padre nuestro que estás en los
cielos…”