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Aún no lo puedo creer, aquellas fueron las horas que
cambiaron mi vida para siempre.
Soy uno de los mejores jugadores de póker que he conocido,
sé contar cartas, calculo perfectamente el riesgo y casi siempre gano. Nadie
quiere apostar contra mí porque saben que va a perder.
Pero esa noche se sentó en mi mesa una de las chicas mas
bellas que nunca había visto. Inmediatamente la reconocí, era Carmen, la hija
mimada del hombre mas rico de la ciudad. Me dijo que había perdido 6000 euros y
necesitaba recuperarlos. O su padre la castigaría. Puso sobre el tapete otros
6000 euros que había sacado de la cuenta bancaria de su padre y me dijo que se
lo jugaba a todo o nada. Si yo ganaba me quedaba con sus 6000 euros y si ella
lo hacía yo le pagaba el dinero que necesitaba.
La observé detenidamente, era muy joven, bellísima, de una
familia poderosa y probablemente conseguiría todo lo que quisiera en su vida. Pero
esta niña parecía poco inteligente y lo suficientemente tonta como para retar
al mejor jugador del barrio.
Así que acepté.
Ella no ocultaba sus sensaciones cuando se repartieron
cartas. Mostró enfado al recibir sus naipes y parecía nerviosa cuando hizo sus descartes.
Luego intentó tirarse un farol con una pareja baja y por supuesto lo vi. En
pocos minutos había ganado los 6000 € más fáciles de mi vida
Parecía desolada con el resultado de la partida. Me pidió
una nueva oportunidad para recuperar el dinero o su padre la echaría de casa.
Así que apostó el descapotable que tenía aparcado junto a la puerta a cambio de
recuperar sus 6000 € y conseguir los 6000 que yo había apostado. Se había dado
cuenta que le miraba a los ojos para ver sus reacciones y se puso gafas de sol
para jugar la partida. Pero era tan idiota que no se dio cuenta que en los
cristales de sus lentes se reflejaban los naipes que sostenía en la mano y yo sabía
perfectamente cuál era su jugada. Fue como quitarle un caramelo a un niño. En
pocos minutos volvía a tener en mis manos los 12000 euros y jugaba con las
llaves de mi nuevo Ferrari.
Ella se echó a llorar y decía que su padre la iba a matar.
Me dijo que quería seguir jugando para recuperar lo perdido. Le respondí que no tenía nada para apostar y
me miró desesperada. Sacó de su bolso un extraño medallón y me dijo: “Este es el -medallón de zulu-, permite el intercambio de
partes del cuerpo. Elige la parte de mi cuerpo que mas te guste de mi y si
ganas será tuya” Era verdad lo que me
había dicho, esa chica no sabía mentir. Me pasé la mano sobre la calva de mi
cabeza y miré su precioso pelo rubio. “Quiero tu cabellera, si gano será mía, si pierdo
te devolveré tus cosas y 20000 €” Sabía que no arriesgaba
nada, Carmen era la peor jugadora de póker que había visto y deseaba volver a
tener melena como cuando era un veinteañero. Carmen no se quitó los lentes y reflejada
en los cristales pude ver que no había conseguido ni una pareja y gané con un
trio de cincos. Nada más terminar la partida ella tocó el medallón mientras yo
lo sostenía e inmediatamente sentí como crecía sobre mi cabeza una preciosa
cabellera rubia que bajaba por debajo de mis hombros. Carmen ahora estaba calva
como una bola de billar y lloraba como una niña. “Necesito
recuperar lo perdido, quiero doblar la apuesta. Te ofrezco mis ojos verdes a
cambio de recuperar lo perdido y 40000 euros” Por supuesto que
acepté, Carmen tenía los ojos mas bellos que nunca había visto y además yo
empezaba a tener problemas de visión. Ya había cumplido los 54 años y me costaba
trabajo reconocer las marcas en los naipes. Esta vez Carmen se quitó sus lentes,
pero no mejoró su juego, y volvió a perder, aunque tuvo oportunidad de
conseguir un full si hubiera sido una jugadora de nivel mediano. Luego tocó el
medallón y noté como se me aclaraba la vista, de repente mi visión era
perfecta. Y sonreí “¿Quieres seguir jugando?” le
pregunté, “siempre he querido tener pechos como los tuyos, me mata la curiosidad por
saber lo que se siente teniendo tetas. Si ganas recuperas lo perdido y 80000 €,
si pierdes me tendrás que dar también tu bra para sostener mis nuevos pechos”
Nunca había visto jugar a nadie tan mal y con tantos
nervios, incluso se descartó de una pareja de reyes teniendo un trío. En cuanto
terminó la partida la obligué a tocar el medallón y noté un nuevo peso en mi
pecho, masajeé mis muevas tetas con satisfacción y me puse su bra para seguir jugando
cómodamente.
A estas alturas quería su cuerpo y su vida entera para disfrutarla
yo y sabía que lo iba a conseguir porque Carmen no podría volver a casa de esta
forma e iba a arriesgar todo por recuperar lo perdido.
“Ahora quiero tu sexo y el resto de tu cuerpo, si gano
tendré tu cuerpo y tu vida y si pierdo recuperarás todo lo perdido y 300000 €
con los que podrás comprarte todo lo que quieras sin necesidad de pedírselo a
tu padre” La apuesta era grande, quizás más de lo que podía
permitirme. Pero el riesgo era muy escaso.
Y Carmen aceptó entre lágrimas, no le quedaba otro remedio que jugarse
su vida y su futuro.
Desprecinté una baraja nueva y Carmen barajó y repartió las
cartas. Me asusté, no tenía jugada y muy pocas opciones de conseguirla. Carmen,
sin embargo, no se descartó. Estaba claro que al menos tenía un trío. Estaba
desesperado, a punto de conseguir todo y de repente se me escapaba todo por un
golpe de mala suerte. E hice lo que ningún jugador debe hacer nunca y es
descartarme de las 5 cartas en mi mano. Vimos los naipes y Carmen tenía dobles
parejas y yo un trío de jotas. Había hecho una jugada desesperada, pero había
ganado.
Carmen sabía que había perdido su cuerpo y su vida y no
quería tocar el medallón. Pero yo la obligué. Un estremecimiento me sacudió y noté
como perdía algo de estatura, pero poco a poco comencé a sentirme joven y
fuerte. Me miré en el espejo del salón y vi la mujer más hermosa de la ciudad
sonriendo a mi reflejo. “Ahora soy la hija de un multimillonario, tengo 26 años,
belleza y puedo conseguir todo lo que quiera. No deseo problemas para vivir
esta vida”
Dije mientras acariciaba mi nuevo rostro con las uñas rojas
de mis nuevos dedos. “Doblo la apuesta, un millón de euros y además añado todo
lo que has perdido, incluido tu cuerpo al completo y tu coche, a cambio tan
sólo tienes que apostar todos tus conocimientos y memorias. Quiero saber
quienes son tus novios, cual fue la primera persona con la que follates, los
números de tus cuentas bancarias y todos los detalles que te permiten ser
Carmen Sanz, quiero que todos esos conocimientos sean míos para siempre”
Esta vez no lloró Carmen. Incluso sonrió malignamente y
aceptó mi apuesta. Repartió las cartas y en ningún momento dejó de mirarme a
los ojos. De nuevo no se descartó y esperó a que enseñara mi jugada. Mi mano
era extraordinaria tenía un full de reyes. Carmen se rio estruendosamente. En
ese momento dudé, mientras escuchaba carcajearse a Carmen. ¿Podría haber tenido
un golpe de suerte y conseguido un póker, o una escalera de color?
Con aparente satisfacción Carmen enseñó sus cartas. No tenía
absolutamente nada, ni siquiera una triste pareja, pero parecía satisfecha.
Con mis nuevas manos sostuve “El medallón de Zulu” y le pedí
que lo tocara. Sin dudar un instante lo hizo. Inmediatamente mi cabeza se llenó
de recuerdos. Recordé su primer regalo de cumpleaños. El día en que la llevaron
a conocer la nieve, su primer beso con el capitán del equipo de futbol o como
falsificó las notas en bachillerato para que su padre no la castigara.
Era todo lo que necesitaba para ser Carmen Sanz, para vivir
su vida como si fuera ella y sin que nadie dudara de que yo soy la auténtica Carmen
Sanz. Ahora sonreía yo. Mientras seguía obteniendo los recuerdos de la vida de
Carmen. Entonces un escalofrío recorrió mi nuevo cuerpo. Se me heló la sonrisa y miré desesperado a mi
viejo cuerpo que me dijo: “Ahora lo sabes, tienes cáncer
y solo te quedan 2 semanas de vida. Tan sólo vas a ser Carmen durante dos
semanas. Yo. sin embargo, ahora soy vieja y hombre, pero sé que tengo un millón
de euros y espero disfrutar de muchos años de vida gastándome tu dinero. Por
cierto, ya no va a haber mas apuestas, no quiero arriesgar mi futuro”
Sabía que había perdido, que me habían engañado, que todo me
lo había quitado la peor jugadora de póker de la ciudad y arrastrando los pies
me marché a sufrir los dolores que me iba a causar el cáncer durante las dos
semanas que aún me quedaban de vida.
Woow Ganó perdiendo en serio me encantan Los jiros en tus historias 😀👿
ResponderEliminarGracias por el comentario, oswaldo.
EliminarSiempre intento sorprender con las historias, unas veces lo consigo y otras no