Solamente podía sonreír cuando Marta me puso la pistola en
la cabeza.
“Devuélveme mi cuerpo” Imploraba desesperada.
Y yo sonreía. En 5 minutos el cambio sería definitivo y su
cuerpo sería mío para siempre.
“Si disparas habrás matado a tu cuerpo y nunca podrás
volver a él” le respondí sonriendo
“Solo voy a estar en él un par de años, después te lo
devolveré. Pero tendrás que ayudarme a ser tú. Tendrás que contarme quienes son
tus amigos, tu postura favorita para follar con tu novio, los números de tus
cuentas bancarias y todo lo que apetezca o necesite saber”
Marta percutió la pistola y la apretó contra mi frente “Si no me devuelves mi cuerpo ahora, voy a matarte, aunque
ello signifique que me quede en tu cuerpo hasta que muera”
Seguía sonriendo. Sabía que Carmen era incapaz de hacerlo.
Era incapaz de imaginar a su madre llorando al enterarse de su muerte sin
llorar ella también. La miré a los ojos y le dije:
“Voy a irme y no volverás a saber de mí. Tus padres creerán
que los has huido del hogar y jamás volverás a saber nada de tu cuerpo. Solo
puedes evitarlo disparándome ahora o puedes rendirte y contarme todos los
detalles de tu vida para que yo la disfrute durante 2 años y luego te la
devuelva si me apetece y creo que has cumplido”
Vi cómo le temblaban las piernas a Carmen y se postraba de
rodillas. Sus dedos temblorosos fueron incapaces de sostener la pistola que
cayó al suelo y llorando me suplicó que no me marchara, que me iba a ayudar a
quedarme con su vida y a convencer a su familia de que YO soy la auténtica
Carmen.
De nuevo sonreí. Levanté su cara agarrándola por el mentón y
le respondí: “Ahora y para siempre vas a ser mi esclava, te esforzaras en cumplir mis
deseos, en aclarar mis dudas y harás todo lo posible para que yo sea feliz
viviendo tu vida”
“Lo haré” respondió mi viejo cuerpo de más de 50 años que
lloraba como la niña que ahora lo habitaba quizás para siempre.
Una buena historia como siempre
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