Hacía tiempo que Laura se quejaba de que no se sentía bien.
Que una sombra la seguía que le estaba robando la vida.
Ella que siempre estaba sonriendo, pidiendo que saliéramos a
tomar una copa, a bailar o simplemente a cenar en el pueblo de al lado. Y yo no
podía soportar ver como estaba destrozando su vida, no podía seguir conviviendo
con esta mujer que ya no se portaba como mi esposa. Laura se había convertido
en una enferma que apenas hablaba y que simplemente se limitaba a mirarme con
rabia y llorar.









