Comprando Una Vida (3ª parte de 3)

Inmediatamente me puse su tronco como si se tratara de una camiseta con tetas y de nuevo admiré mi cuerpo ante el espejo. La verdad es que tenía un aspecto ridículo, el cuerpo de una joven de 19 años con el rostro de un viejo de 58. No quería vivir con semejante cara y esperé ansioso a que Mario terminara de trinchar la cabeza. Habían pasado más de 10 minutos cuando puso en mis manos la piel del rostro de Carmen y su precioso pelo rojo. Era un retraso demasiado grande y me costó trabajo encajarla sobre mi cara. Ya no era igual de flexible y daba la sensación de que pudiera romperse en cualquier momento al estirarla sobre mi piel. Pero al final conseguí ponerme la careta de Carmen. En pocos segundos tenía su cuello largo y pálido y su pelo rojo que bajaba por debajo de mis nuevos hombros.

Usando mis labios enrojecidos por la sangre sonreí a Mario. Había cumplido su promesa, había conseguido que me convirtiera en Carmen y pudiera vivir la vida de una joven de 19 años al lado de la mujer que tanto había amado y que se había convertido en mi nueva madre.

Encendí el móvil, tecleé las claves bancarias y desbloqueé el pago. “Has cumplido lo que me habías prometido, y ahora mismo te he enviado una transferencia por la cantidad acordada. Estamos en paz y me marcho a la casa de Carmen a comenzar mi nueva vida con mi nueva madre” Mario consultó el extracto bancario en su propio móvil y me contestó “Contigo ya he terminado. Allí está la ropa de Carmen, no tendrás problemas para vestirla” Dijo, mientras seálaba el montón de trapos en la mesa.

Tenía prisa por marcharme, quería irme de ese lugar que olía a sangre y carne en descomposición. Empezaba a ponerme su vestido rosa cuando sentí un pinchazo en el cuello. Por primera vez, desde que robé el cuerpo de Carmen, sentí que mis nuevas piernas eran incapaces de sostenerme en pie, y me derrumbé en el suelo.  Desde las frías baldosas del parqué pude ver a Mario con una jeringa en su mano “Eres la tercera persona a la que le vendo el cuerpo de Carmen. Y necesito venderla al menos una vez más”

En ese momento entró en el laboratorio una mujer obesa, de una edad avanzada y terriblemente bajita y deforme. “Te presento a la única y verdadera Carmen que viene a recuperar su piel y su vida y a llevarse la mitad del dinero que hemos ganado vendiéndola tres veces”

Diciendo esto me agarró por el pelo, me cargó sobre sus hombros, me acercó a la pared y con un gran martillo me rompió los huesos de mis piernas y de los brazos. Luego me clavó en el muro con grandes clavos y me echó agua en la cara para que no me desmayara.

“Lo primero que quiero recuperar son mis manos de pianista” dijo mientras agitaba sus dedos cortos y regordetes como si tocara un piano invisible. Mario se carcajeó satisfecho y con su sierra de madera empezó a serrar lentamente mis brazos.

Sabía lo que me esperaba y el dolor inmenso que iba a sufrir hasta que llegara el momento de mi muerte. Soportando la agonía levanté la cabeza para mirar a la auténtica Carmen y le pedí que me matara.

“Me gustaría hacer eso, pero no puedo, necesito que sigas vivo para que mi piel no se acartone. Tu sangre la mantiene fresca y saludable” Dicho esto cogió las tijeras de trinchar pollos y me cortó la lengua y luego la tiró al cubo de basura “Esto no lo necesitamos” dijo alegremente mientras pensaba en el dinero que había ganado vendiendo su piel tres veces y en la hora de tormentos que me iba a infligir antes de matarme.