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viernes, 19 de julio de 2019

Transmisor de Orgasmos (2ª parte de 3)


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Era la cuarta noche del experimento y no pude dormir. Aún tenía el coño húmedo y me sudaban los pechos cuando recordaba en el casco con cables.

No esperé a que amaneciera, me vestí apresuradamente y corrí al laboratorio. Allí estaba Marco que sonrió cuando miró a su reloj y comprobó que llegaba al laboratorio con media hora de adelanto.

“Soy viejo, no puedo aguantar este ritmo. Hoy será la última sesión de los ensayos” No me gustó lo que escuchaba, pero él era quién pagaba y respondí “de acuerdo” al mismo tiempo que hacía gestos de desagrado con la cabeza.

Marco abrió el local, encendió la iluminación y se retrasó un cuarto de hora en poner en funcionamiento las máquinas. Luego colocó el caso con cables en mi cabeza y dijo: “Lo que hoy vas a disfrutar es lo más parecido al paraíso celestial en la tierra. Sentirás los orgasmos femeninos de tu cuerpo mezclados con los masculinos del mío. Aunque no se va a quedar en eso, porque gracias a la conexión entre cascos yo gozaré de las mismas sensaciones que tú. Pero vamos a ir mucho más allá que el simple placer animal porque voy a retroalimentar el sistema. Los orgasmos que yo disfrute se transformarán en impulsos eléctricos que serán devueltos a tu unidad y aprovechando que disfrutabas de dobles orgasmos se convertirán en cuádruples, y la máquina los regresará a mi casco. Y dado que yo estaba sintiendo el placer por cuatro pasaré a sentir orgasmos óctuples, que se reemitirán a tu casco para convertirse en orgasmos sextodécuplos que yo también sentiré. Algo que sólo las almas elegidas podrían gozar en el cielo. He programado la máquina para que cierre el circuito automáticamente y evitar que nuestros cuerpos humanos revienten al no poder soportar placeres tan sobrehumanos.
Si estás dispuesta y tienes valor para superar los límites del placer humano, empezaremos ahora mismo”
Cuando comenzó el experimento las sensaciones eran tan extremas que una simple caricia se convertía en un puñetazo y los besos eran como ladrillazos en los labios. Tuvimos que detener la máquina y Marco me prometió que sólo las activaría en el instante en el que los orgasmos fueran más intensos y mas puros. Lo que no me dijo es que también pondría en funcionamiento la grabadora.
Esta vez Marco no disfrutó de la sesión de sexo previa al ensayo. Parecía asustado y yo no entendía el motivo hasta que le escuché murmurar: “Ha llegado el momento” y pulsó el botón de puesta en funcionamiento del sistema.
Tuve la sensación de que una fuerza insoportable arrancaba el alma. Pero seguía viva, aunque era incapaz de controlar las reacciones de mi cuerpo, que se dejaba acariciar por mareas de sensaciones extremas que eran absorbidas por las células de mi cuerpo. Me retorcía como las serpientes mientras mi garganta echaba sangre de puro placer, sentía como estallaban las neuronas de mi cerebro intentando controlar la sangre que le inundaba en riadas. Podía ver como brillaban los ojos De Mario como relámpagos y como nuestros espíritus se disolvían como si fueran humo en el más puro placer.
Nunca había podido imaginar que se pudiera sentir algo tan maravilloso y tan extremo, y sabía que podría agarrarme a esa sensación eternamente porque mi corazón se había parado incapaz de funcionar sin la sangre que se acumulaba en mi cerebro. Yo quería que eso no terminara, deseaba que ese fuera mi final, ansiaba desaparecer en la nada en ese preciso instante. ¿Para qué iba a existir si jamás podría repetir lo que vivía en ese momento? Sólo quería morir y que esos momentos duraran para toda la eternidad. Pero me di cuenta que un segundo en ese estado era mayor que un siglo de vigilia. Llevaba milenios viviendo en el mar del placer y del sexo sobrehumano cuando se paró la máquina. El sistema de alarma había detenido el circuito.
Me levanté de la cama como si fuera una recién nacida, era capaz de recordar cada instante de mi vida y de adivinar cada segundo de la vida de Marco. Sabía que iba a morir y que lo haría pronto, ningún humano puede controlar el poder de los dioses. Me miré en el espejo y observé que era más bella que nunca lo había sido, mi pelo se había tornado rubio y mis ojos eran azules como el cielo sin estrellas. Mi ADN había sido incapaz de adaptarse a su nueva realidad y había mutado mi cuerpo para mantenerme viva.
Marco también se levantó, parecía un joven de 20 años y se le veía igual de fuerte y vigoroso. Me dijo que el experimento aún no había concluido que quedaba la parte más trascendente de sus estudios. Me pidió que volviera al día siguiente y que guardara los registros de lo que él iba a hacer esa misma noche. En ese momento detuvo la grabación.
No quería marcharme. Sentía en esos momentos lo mismo que sintió Eva cuando la expulsaron del paraíso. Pero acepté mi destino y me marché con la idea de volver al día siguiente y volver a conectar el casco con cables a mi cabeza.
 



1 comentario:

  1. En serio que inusual mente sexy andas un poco amorosa pero me gusta la historia

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