Me acerqué a la chiquilla clavada en la pared y con mi nueva
mano le acaricié el pelo, gocé tocando ese precioso pelo rojo que pronto sería
mío. “No
me gusta tu peinado, lo voy a cambiar cuándo tenga tu vida” le
dije.
Con satisfacción noté como las puntas de mis dedos sentían a
la perfección cada uno de sus cabellos, el sudor que mojaba su cabellera y el
calor de las heridas en su frente.
Ella abrió los ojos y respirando agitadamente me señaló con
la cabeza el cuchillo de desollar, mientras hacía un gesto para que la matara. “No puedo” le
dije. ”No quiero hacerte sufrir pero
necesito que estés viva para tener tu piel fresca y sana cuando yo la vista”
Mario había recogido de nuevo la sierra de madera y me
miraba abobado como si esperara que le diera órdenes, me acerqué a él y le
dije: “Quiero
también el otro brazo” Volvió a sonreír con sus dientes sucios y
sin esperar que le repitiera la orden aserró el brazo izquierdo de Carmen. Lo
limpió, le quitó la grasa, lo sumergió en el líquido verde y me lo entregó para
que lo vistiera. Esta vez no hice muecas de asco, sin pensarlo me lo puse como
si fuera un guante, esperé unos segundos a que se secara el líquido y moví uno
por uno mis nuevos dedos. El resultado era fantástico, notaba su sensibilidad,
su fuerza y me maravillaban lo finos y largos que eran. Me acerqué al montón de
la ropa vieja de Carmen que estaba depositada en la mesa y recogí un anillo
dorado. Era el anillo que le había regalado a su madre cuándo le pedí
matrimonio y que durante años había llevado su hija como un simple adorno. Lo
miré con nostalgia y me lo puse en el anular de mi nueva mano.
Mezclada entre el montón desordenado de ropa pude ver unos
zapatitos de tacón tan pequeños que parecían de una muñeca. “Ha heredado
los pies diminutos de su madre. Los quiero para mí” le dije a Mario
y este movió la cabeza en un gesto afirmativo. De nuevo escuché el ronqueo de
la sierra cortando los huesos de Carmen. La sangre lo salpicaba tanto, era
extraño que un cuerpo humano pudiera contener tanto líquido. Poco después;
Mario me entregaba las piernas de Carmen barnizadas con el líquido verde. No
tardé ni 5 minutos en vestirlas como si fueran pantys. Me puse en pie y noté
que eran sanas y fuertes. Recordé la afición de Carmen por salir a correr por
las mañanas. Ha estado haciendo ejercicio para entregarme el cuerpo de una
atleta, pensé mientras hacía flexiones con mis nuevas rodillas. Luego me senté
en la silla y me puse sus zapatitos de tacón. Tan ridículamente pequeños y tan
perfectos para mis nuevos pies, pensé mientras aprendía a andar en mis nuevas
sandalias de la misma manera que lo haría una niña de 10 meses de edad.
Carmen era tan sólo un tronco humano con cabeza, pero seguía
teniendo lo que yo tanto quería, lo que su madre me había negado y la única
cosa que había deseado y que no había podido conseguir. “Quiero su
coño” “Maravillosa elección, vas a descubrir
que el placer femenino es 100 veces superior al masculino y el cuerpo de Carmen
está especialmente dotado para el sexo” Esta
vez no se limitó a extraer los órganos sexuales de Carmen, con las tijeras de
trochar pollos recortó la cintura, los glúteas y el sexo en una sola pieza.
Ya no me escandalizaba mirar como Carmen agitaba su cabeza
una y otra vez en medio de espasmos de dolor cada vez que Mario abría y cerraba
las tijeras. No tardó mucho en acabar, en limpiar y en entregarme la piel para
que la vistiera. “Debemos darnos prisa, Carmen está
agonizando y cuando muera su piel se hará inutilizable” Mientras yo me ponía el sexo de Carmen, Mario
continuó recortando sus pechos. Estaba admirando mi nuevo coño ante el espejo y
me introducía un dedo en mi nueva vagina cuando Mario llegó con las tetas y la
parte superior de su tronco. “Ya tendrás tiempo para
masturbarte después, Carmen acaba de morir y apenas nos quedan 5 minutos para
conseguir la piel de su rostro y su cuello”
Está es la clave de historias que pueden aser que tengas pesadillas o dulces sueños jaja
ResponderEliminarEspero la parte 3 con ancias TwT
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