Yo era la esperanza del reino. No podían arriesgar mi vida hasta
que llegara el día de mi sacrificio. De que sobreviviera hasta ese momento dependía
el futuro de nuestra raza y de nuestra gente.
Por eso me encerraron en la base de la torre. Cuando cumplí
5 años se reunieron los grandes sabios del reino y decidieron que, por
seguridad, debían aislarme del mundo exterior hasta que cumpliera mi vigésimo
aniversario. Y ese día mi cuerpo sería sacrificado en el altar de los dioses da
la sangre. Después convocaron al gran mago Negro y este purificó el sótano de
la torre pintando un gran pentáculo en el suelo, fortificó las cerraduras y me
encerró en la base de la torre hasta el día de mi sacrificio.