No sabía cómo había llegado y porqué estaba paseando junto a
la estación, pero allí estaba cuando la vi sentada en la vía del tren. Era muy
joven y muy guapa, aunque parecía triste y sola. Entonces escuché el atronador
sonido del tren acercándose. Todo el mundo se apartaba, y ella seguía sentada
en la vía. No podía creer que no lo escuchara, pero el tren cada vez estaba más
cerca y ella seguí sentada en la vía, sin moverse. Grité que se quitara de
allí, que el tren iba a atropellarla. Pero ella seguía sin moverse, me miró y
sonrió.
Tenía que ayudarla, tenía que sacarla de allí. Intenté
correr hacia ella, pero me pesaban mucho las piernas, me costaba trabajo
moverlas. Nunca me había sentido tan torpe. Miré hacia abajo y vi como mis
zapatos estaban pegados al suelo. Me costaba mucho arrancarlos del barro que me
llegaba hasta las rodillas, para dar un paso y volver a hundirme en el suelo. Y
el tren cada vez estaba más cerca, iba más rápido y la chica seguía sentada en
la vía sonriendo.
Vi el humo de la chimenea del tren y pensé que hacía años
que no circulaban trenes de vapor por esta región. Y en ese momento me percaté
de algo todavía más raro. Todo lo que me rodeaba, la estación, las vías, el
tren, hasta la misma chica carecían de color, todo era en blanco y negro, como
si yo hubiera fallecido o estuviera contemplando el mundo de los muertos.
O tal vez estaba dormido. Debía ser un sueño de
frustraciones, de deseos no cumplidos. Por eso corría y no podía alcanzar mi
objetivo. Esa muchacha sentada en la vía debía ser mi mayor deseo, mi sueño no
realizado e iba a ser atropellado por el tren que era la metáfora de mis deseos insatisfechos.
Sabía cómo acabar con mis frustraciones. Acababa de
descubrir que estaba dormido, pero tenía que intentar dormir dentro de mi sueño.
Cerré los ojos y me relajé. Sentía el viento en mi cara y como mis piernas se
hundían aún más en el barro, que me fue engullendo poco a poco hasta que
desaparecí dentro de él. Continué relajándome. Me sentía bien, estaba a gusto.
De pronto sentí en mi cuerpo el frío del metal en el que
estaba sentado, zapatos de tacón en mis pies y escuché el pitido del tren que
estaba muy cerca de atropellarme.
Tenía que despertarme o moriría cuando el tren me arrollara.
Me pellizqué y sentí dolor. Me estaba despertando, el dolor era físico, no era
imaginario.
Abrí los ojos y vi que el mundo ya no era en blanco y negro
estaba repleto de colores, y sensaciones. Había despertado, estaba sentado en
un raíl de la vía y un tren estaba a punto de atropellarme. Alguien en la
estación corría hacia mi mientras gritaba que me quitara de allí.
Me levanté y retrocedí tres pasos hacia atrás. El tren pasó
a mi lado y el aire que levantó revolvió mi pelo rubio y me hizo temblar sobre
mis zapatos. Allí me quedé parado hasta verlo perderse en la lejanía, como si
hubiera sido un mal sueño.
Entonces noté un roce en la mano, giré la cabeza y vi a mi
antiguo cuerpo que me preguntaba si me encontraba bien, que no merecía la pena
el suicidio, que la vida es maravillosa. Le sonreí y le pregunté porqué estaba
allí, que si sabía que había pasado. Parecía desorientado y me dijo que era extraño,
que no recordaba haber llegado a la estación, ni siquiera recordaba haber ido a
pasear, pero que se alegraba de estar allí en ese momento porque me había
salvado la vida.
Le acaricié la cara y le dije que me había dado una vida
nueva, que a partir de ahora iba a ser feliz y que sería una persona
completamente diferente a la que era antes.
Entonces, él sonrió, me imagino que no entendía lo que le
estaba contando, pero seguramente un sueño olvidado le hacía sentirse feliz.
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