Era un juego salvaje y mortal. Y yo presumía de ser el mejor jugador que había
existido, un juego tan sólo para cambiadores de cuerpo y para gente sin
conciencia.
Cuando una persona tiene el poder de cambiar de cuerpo con
el hombre o la mujer que desee, de vivir la vida que le apetezca o ser más viejo
que la Historia. Cuando esa persona ha luchado en grandes batallas, ha matado,
torturado y asesinado a sus enemigos y ha obligado a los hombres a postrarse
ante él, entonces, todo resulta aburrido. Por eso, yo, jugaba a este juego.
Era un juego competitivo en el que debías demostrar que eres
el mejor y el más poderoso “cambiador de cuerpos”. Las reglas eran simples, en
la cima de un barranco nos reuníamos “tres cambiadores” en el cuerpo de
nuestras montas. Las montas debían ser bellas y jóvenes. Nos abrazábamos y
saltábamos desde lo alto del barranco. Tras saltar se produce una gran descarga
de adrenalina, los sentidos se agudizan, las sensaciones son más intensas y
durante unos segundos mágicos se puede convertir esa excitación física en
placer sexual para nuestras compañeras, durante esos instantes debemos besarnos,
hacer el amor, darnos placer y, lo más importante, ser el último que abandona
el cuerpo de nuestra monta antes de que se estrellara contra el suelo. Al
volver a nuestro cuerpo de origen decidimos quien había dado más placer a sus
compañeras y quien había aguantado más tiempo en el cuerpo anfitrión y así
nombramos vencedor.
Como decía, yo soy el mejor en este juego, nadie controla
mejor que yo la excitación de los placeres extremos y nadie aguanta tanto rato,
como yo, para abandonar el cuerpo de mi monta.
Pero aquel día tenía un reto superior a lo normal. Mis
rivales eran dos “cambiadores de cuerpo” que nunca antes habían sido
derrotados. Nos jugábamos el ser reconocidos como los mejores y eso era
excitante.
Nos habíamos citado en el acantilado más alto de la
provincia, algo más de 200 metros de altura y 7 segundos de caída libre hasta
el mar. Yo había escogido el cuerpo de una rubia universitaria y me encontré
agradablemente sorprendido por la elección de mis rivales. No sabía el nombre
de sus montas, ni siquiera su edad, pero tan sólo con mirarlas sabía que sería
fácil excitarme con sus cuerpos y sería fácil hacerlas disfrutar mientras
caemos en el vacío.
Al borde del acantilado nos agarramos por los brazos para
estar juntas y entonces salté. Inmediatamente noté como sus manos jugaban en mi
coño, mientras yo estrujaba sus pechos e intentaba besar sus rajas. Llevaba dos
segundos de caída cuando noté como la morena había encontrado el punto G de mi
cuerpo. Olas de placer me inundaban. Llevábamos cuatro segundos de caída, y
estaba disfrutando con las sensaciones que atravesaban mi cuerpo. Cinco
segundos de caída, quedaban poco menos de dos segundos para que nuestros
cuerpos se estrellaran contra el muro de agua. Intenté olvidarme de tanto
placer extremo y me concentré en retornar a mi cuerpo. Sentí la vibración
habitual del cambio de cuerpo, pero seguía cayendo, la mulata había cambiado su
cuerpo con el mío, y yo seguía cayendo agarrada a mis dos rivales. De nuevo
olas de placer cruzaban mi espina dorsal, esta vez causadas por la lengua de la
rubia en mi nuevo coño de mulata. Tenía que hacer un último esfuerzo para
escapar, el golpe contra el agua estaba a punto de producirse. De nuevo me
concentré en volver a cambiar de cuerpo, pero otra vez era tarde, habían vuelto
a intercambiar nuestros cuerpos antes de que pudiera escapar, ahora estaba en
el cuerpo de la morena y ya era tarde para reaccionar.
Sufrí el choque brutal de mi cuerpo contra el mar. Sentí
como se rompían mis huesos, como estallaban mis pulmones y como explotaba mi
corazón. Pero no perdí la consciencia. Mi cuerpo destrozado y ensangrentado
comenzó a hundirse en el agua y supe que iba a morir. Dentro del agua no podía
expulsar mi alma e invadir otro cuerpo. Iba a morir ahogado entre inmensos dolores.
Entonces escuché en mi cerebro la voz de mis competidores.
“Toda vida es sagrada y alguien con un gran poder como el tuyo
debe ser responsable y respetar a los demás. No deberías haber jugado con la vida
de nadie, porque siempre existe alguien más poderoso que tú y ese alguien también
puede jugar con tu vida”
Mientras me hundía tuve ganas de llorar, pero no podía, ya
no tenía ojos, quería pedir ayuda y abrí la boca y se llenó de agua….
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