Carlo había cumplido su palabra, yo estaba cruzando el país en su moto. Sintiendo la euforia que produce la adrenalina que corre por mis venas cuando acelero a más de 120 Km por hora o la sensación de libertad cuando duermo en la carretera o desayuno en tugurios de mala muerte. Son vivencias únicas e incomparables. Son sensaciones por las que merece la pena morir o matar.
Y lo había cumplido.
Me había hablado de lo sexy que iba a estar vestida en cuero
negro. Que no me preocupara por no saber manejar la moto, que yo iba a ser su
pasajera y él me iba a convertir en una persona nueva. Alguien con la
suficiente confianza para actuar con fuerza y voluntad y a quien todos temerían.
24 horas antes
La noche anterior debería haber dormido con Carlo, pero no
lo hice porque estuvimos follando hasta el amanecer. Fue una sesión de sexo
bestial. Carlo es una fiera salvaje y es incapaz de hacer el amor de otra
forma. Le gustan las experiencias extremas y peligrosas e intenta que su
compañera disfrute del placer a través del dolor que él le causa
Me dijo: “Vístete con algo sexy, hoy comienza el viaje y
quiero que sientas las miradas de admiración de los hombres sobre tu cuerpo”
Así lo hice y después marché al aparcamiento donde Carlo guardaba su moto. De
Carlo podía esperarme cualquier cosa, pero esta vez me sorprendió más que
nunca. Estaba desnudo subido a su moto. La montaba de la misma forma que me
montó a mí la noche anterior. “¿vas a hacer el viaje en pelotas, o solamente
quieres volver a excitarme?” le pregunté sonriendo. “No, no voy a viajar
desnudo y si, si quiero excitarte porque me voy a vestir con tu piel para este
viaje” Mientras decía eso, el cuerpo de Carlo se fue diluyendo en una nube de
humo blanco que flotaba sobre la moto. Lentamente la nube se desplazó hasta
rodearme y se fue filtrando por los poros de mi piel hasta que se introdujo por
completo dentro de mi cuerpo. Quise gritar, huir, pero no podía, era incapaz de
mover mis piernas o mi boca. De repente noté como mis manos apretaban mis
pechos hasta hacerme gritar de placer doloroso. “Te dije que te iba a excitar y
lo estoy haciendo. Sé que esto te gusta” Y me gustaba, notaba como palpitaba de
placer mi cuerpo. No necesité responder, porque lo hizo Carlo con mi voz “Es
maravilloso, nunca imaginé que las mujeres pudieran gozar de una forma tan
sublime” “Ahora toca lo mejor. Vamos a gozar de la velocidad y el riesgo. Y lo
voy a hacer sin peligro a mi propio cuerpo. Si tenemos un accidente tú serás la
que se quede paralítica o se mate. Y yo volveré a mi cuerpo intacto. Disfruta
del viaje. Jamás volverás a sentir nada parecido”
Carlo volvió a montar en la moto. Yo notaba el sillín entre
mis piernas y la vibración del motor atravesando mi espina dorsal. Arrancó la
moto y aceleró 80-100-120-140-160 Km/hora. Mi pelo volaba detrás de mi espalda
y el cuero apretaba contra mis pechos y mi coño. Y Carlo aceleraba y aceleraba.
Estaba arriesgando mi vida, yo no confiaba en él, pero no quería que parara.
Era la mejor sensación que había tenido en mi vida. Era mejor que el polvo de
la noche anterior. Y Marco seguía acelerando y acelerando.
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