Cuando
contraté a Susana sabía que no contrataba a la prostituta más cara del país,
estaba contratando al cambiador de cuerpos que hace años la había poseído.
Yo era un
hombre viejo y cansado, pero había conseguido una gran fortuna en inversiones
de riesgo, y había el momento de utilizarla para conseguir una nueva vida y un
futuro mejor.
Sólo quedaban 30 minutos cuando Susana llegó. TIC, TAC, TIC, TAC









